martes, 24 de febrero de 2015

Relato 48

                            
                                                      Aniversario

Antonio, te he visto esta noche llorando, te he visto escribiendo un poema dedicado a tu amada Leonor, ochenta millones de besos, ochenta millones de corazones. 
     Antonio, esta noche te he visto con tu cara bonachona y tu labio inferior tan pronunciado, no te imaginaba así, Antonio, no así. Me he levantado en medio de la noche a escribirte, miro el reloj, son las cuatro y veinte o puede que le falte una manecilla, no sé muy bien, Antonio, es de noche, sabes, y de repente me he acordado de ti, de tu rostro redondo, de tu labio inferior abultado, de pronto has venido a visitarme. 
     Te veo solitario, mirando hacia abajo, con las manos atrás, deambulando por estos campos estriados por el seco sol castellano, llorando te siento cerca de esta noche fría y me he levantado para no olvidarte. Retomo más sereno ahora tu recuerdo, amigo de tantos nombres distintos, de tantas identidades ocultas, tú, poeta, guardas un secreto, un gran secreto. Esta noche me lo has confiado, me lo has susurrado al oído, cuando te he visto llorar, ante Leonor, dibujando con tu pluma ochenta millones de besos, ochenta millones de corazones. No temas guardaré tu misterio, tú me lo has rebelado, puedes confiar en mi palabra, también callaré, guardaré silencio, maestro del verso y del camino, también yo sé ser discreto.
      En la oscuridad llorabas ante la tumba de Leonor en Soria y ahora lloro contigo, a nuestro reloj le falta una manecilla, de madrugada, las cuatro y veinte, quién iba a decirlo nuestro reloj está roto. Ignoro porque viniste a mi encuentro, garabateo estas líneas en la penumbra, cuando todavía la noche me ciega los ojos y duerme desvelada de nostalgia, obtusa a todas las evocaciones. 
     Andanzas francesas, espigas de remembranza, huida apresurada, tú, poeta, que acompañas mi sueño desde hace un buen rato, te escribo ahora aún en pijama, peladito de frío, tiritando, tú, que inspiraste generaciones enteras, me guías y acompasas, me eriza la piel tu presencia, me la llena de sarpullidos gallináceos, tú has estado, ¡qué momento! esta noche conmigo, hablándome bajito al oído y de ahí, maestro, estas prosaicas palabras de agradecimiento en tu recuerdo, Antonio Machado, para que no nos olvidemos de tu aniversario.

        Esto escribí la madrugada pasada y, hoy, veintidós de Febrero de 2015, cuando en el reloj sin manecilla que compartimos marcan las doce en punto y setenta y seis años de naufragio, huérfanos de tu sabiduría, retomo la palabra para decirte que por aquí todo sigue igual, Antonio, y que sigue en pie nuestro acuerdo secreto. 

martes, 17 de febrero de 2015

Relato 47

                                          Escena

Sobre el mantel un plato, en el plato sopa, en la sopa una cuchara, en la cuchara unos dedos, en los dedos una mano, en la mano un brazo, en el brazo un cuerpo, en el cuerpo una cabeza, en la cabeza un disparo, en el suelo unos zapatos, en los zapatos una piernas, en las piernas un individuo, en el individuo una mirada asesina, en el asesino una Mágnum, en la Mágnum un gatillo apretado, en el cañón humo, en el ambiente gente, en la gente tumulto, en el tumulto silencio, en el silencio tensión ,en la tensión un tipo con visera, en el tipo una boca seria, en la boca una mueca, en la mueca una palabra, en la palabra una orden: ¡corten!

martes, 10 de febrero de 2015

Relato 46

                                         Consulta
Sr. director:

        Soy una chica de veintitrés años que vive en Tarragona y llevo año y medio sin encontrarme bien. Hace quince meses empecé a sentirme hinchada a pesar de ser delgada, me cansaba fácilmente, sudaba mucho, tenía mal olor vaginal me pusiera lo que me pusiera y me salieron ojeras. Estuve de fiesta en Nochevieja y después de beber y comer mucho, (nada de drogas) y de dormir poco tuve a la mañana siguiente una taquicardia bastante intensa y en Urgencias me dieron neozepan. Como al día siguiente se me pasó no le di importancia pero este verano llevé un ritmo un poco movido y estresante y tras las fiestas de mi pueblo (Alforges) empezó a darme taquicardia de nuevo. La cosa empezó al cabo de tres días después de las fiestas, me daba hasta dormida y así estuve un par de semanas y con vértigo. Fui al médico ocho veces y cuatro de urgencias. Incluso una vez tuvo que venir el médico de Urgencia a casa y pincharme no sé qué. Y lo único que me dicen es que tengo ansiedad, cuando la ansiedad me la producen ellos de la impotencia de no decirme lo que tengo. Les supliqué que me hicieran pruebas y lo único que hicieron fue mandarme al psiquiatra, quien me dio unas pastillas que me puso mucho peor: me ardía el cuerpo por dentro y después me dijo que de la cabeza estaba bien y me fuera a casa. La cosa es que ya me han hecho placas de tórax y abdomen, electrocardiogramas, análisis de orina y heces, y también de sangre y lo único que aparecía según ellos era que los linfocitos estaban un poco altos y la glucosa un poco baja pero mi médica me dijo que eso era normal. El caso es que después de las taquicardias y los vértigos me bajó la tensión durante dos meses y tenía que desayunar anchoas con sal y jamón ibérico para poder levantarme de la cama. Al no encontrarme los médicos nada me puse a mirar por Internet y entonces inferí que podía ser candidiasis crónica por los síntomas que tenía y me compré el libro de la Dra. Servia y dejé de comer azúcares, pastas y frutas y mejoré un poco. Al menos pude volver a la Universidad porque antes no me podía ni mover, pero entonces empecé a tener subidas y bajadas de azúcar. Muy alta por la mañana y me daban mareos aunque luego se me reguló sola. También empezó a darme pinchazos por el cuerpo bastante dolorosos y leí que podría ser fibromialgia pero no, al mes me desaparecieron sin hacer nada. Desde que dejé el azúcar mejoré un poco, ya no tenía diarreas, sólo estreñimiento, y convencí a mi madre a que fuéramos a ver a una naturópata que trataba la candiadiasis. Me dijo que mi problema tenía toda la pinta de ser micosis por cándida y me dio unas vitaminas para limpiar el hígado y cardo mariano. Mejoré un poco pero luego me estanqué de nuevo. Entonces pensó que igual era un parásito y me mandó un purgante con ajo macerado. Al principio no pasaba de tres gotas porque me daban pinchazos en la zona del bazo pero ahora ya puedo tomar veinticinco gotas y es el tratamiento que llevo. Sólo decirles que al cabo de un tiempo me empezaron a dar dolores en piernas y brazos -por dentro como si se me inflamaran las venas o arterias- y pensé que serían los tóxicos que liberan los parásitos al ser eliminados. Además empecé a ver borroso y en el ojo izquierdo me han salido unos puntitos negros que veo con fondos blancos y que se mueven. Me han dicho que puede ser por algún problema con el nervio óptico pero que al año o así se me irá quitando. También se me inflamaron bastante las anginas y me salían trocitos blancos, pequeños, que yo creía eran comida pero me dijeron que eso eran linfocitos y ocurre cuando hay alguna infección pero mi médica, de nuevo, me dijo que eso precisamente me pasaba porque estaba sana. Me han dicho que los nervios provocan a veces que el cuerpo se ponga en actitud defensiva y la sangre vaya del estómago a los músculos y por eso se me salen los ojos y veo borroso. A veces se me dilatan las pupilas, me dan espasmos musculares de tanto en tanto, me duele bastante la espalda y sigo teniendo retortijones aunque cuando me pongo enemas con agua de mar mejoro. El otro día se me agarrotó el brazo izquierdo, supongo que de la flojera que llevo. También se me hinchan las pantorrillas y me duelen y no sé si será hormonal, de los riñones o qué. Y se me resecan los labios y los ojos, me ha salido alguna grietilla en el esmalte de los dientes y a veces me noto las venas o arterias azules de las muñecas inflamadas, o sea, se me notan más y en las piernas también. Además, al doblar los dedos noto mucho las articulaciones como resecas. Mi naturópata me puso una vez el Zapper y me salieron varices, o sea, venillas pequeñas en el muslo derecho. Y me ha dicho que el mes que viene seguiremos tratando las Cándidas pero yo, por los síntomas, creo que tengo todavía parásitos. Recientemente me han hecho ecografía de las mamas porque antes de la regla se me inflamaban mucho, sobre todo la derecha, y me duelen más que antes de todo esto. Me vieron un quiste de líquido y me dijeron que no tenía importancia, que seguramente se me quitará solo y que volviera a ir al cabo de un año. También se me inflama un poco la lengua y me han salido en los labios puntitos blancos, muchos. Lo que pasa es que no se aprecian si no te fijas. Al principio pensé que podían ser hongos pero luego leí por ahí que eran puntitos de grasa que salían. También tengo picores en el intestino aunque ya no sé si es por sequedad o parásitos porque tengo bastante mucosidad en las heces y antes también tenía picores en la nariz, incluso olores fuertes y una vez me sangró estando acostada y tiré sangre por la boca pese a que a mí, antes, jamás me había sangrado. En definitiva, Sr. director, no sé si estoy siguiendo el tratamiento correcto y si lo que me está pasando es normal ¿Me pueden orientar? Les quedaré muy agradecida.
       Permítame que firme con pseudónimo para preservar mi identidad.                       Ana Delgado Florinda

martes, 3 de febrero de 2015

Relato 45



  
                                               Tostadas

        ¡Alfonso, venga!
        Mi mujer me zarandea en la cama, llevo rato despierto con los ojos cerrados, pensando. Fuera hace frío, no me muevo, sigo como dormido.
        Alfonso, venga, levántate ya, que haremos tarde!
         Saco un brazo, los dos, es cierto hace frío, me estiro, me duelen los huesos, bostezo, ¿tendré un resfriado?, mejor me tomo una aspirina después del desayuno, mejor, sí.
       Se incorpora, pone los pies en el suelo, tiembla, busca a tientas los calcetines, se los calza, se levanta, se pone las zapatillas y la bata, una de azul que le regaló su esposa cuando aún le quería, mira por la ventana, está gris, muy gris.                                                       
        Creo que va a nevar dice en voz alta.
         Su mujer está en el baño, no le contesta, no le ha oído, ve un mirlo en la terraza del vecino rebuscando gusanos en una jardinera, tira la tierra, lo deja todo perdido.
        Parece que va a nevar grita.
         Hay ruido en el baño, cañerías que vibran, nadie le responde. Estornuda, se suena la nariz, debe hacer mucho frío fuera con este día, rebusca pañuelos en la cómoda, elige uno de blanco con las iniciales AL., se lo mira, sonríe ligeramente, se suena la nariz de nuevo, lleva  pensando toda  la noche, apenas  ha  dormido y se siente cansado.
        ¡Aún no estás vestido, pero hombre, qué haremos tarde!
        Creo que va a nevar, Elisa, hoy creo que sí.
        Tonterías, venga, vístete, hay tanto que hacer, date prisa.
         Ella se va fregándose las manos a la cocina y él sigue mirando por la ventana, el mirlo ya se ha ido, una chimenea empieza a echar humo, ladra un perro o varios en la calle y una moto de poca cilindrada rompe la mañana con un estruendo que le ensordece. Va al baño a vestirse, luego se acerca a la cocina.
        ¿Te ayudo?
        Prepara las tostadas, hazlas bien.
         Ella ha puesto el café al fuego y está exprimiendo naranjas en un exprimidor eléctrico, pone algunas sanguinas. Él saca el pan de molde del congelador, separa con un cuchillo cuatro y vuelve a colocar la bolsa de pan de molde en el congelador.
        ¿Aún quedan?
        Para mañana, quedan.
        Huele a café, coge la tostadora, introduce las 4 rebanadas, sitúa el termostato en el cinco, la pone en marcha, mira por la ventana también allí el cielo está gris.
        Creo que va a nevar.
         Elisa le mira, mira fuera, le da un vaso de naranjada, hace un gesto mohín.
       ―¡Vigila las tostadas, sabes que no me gustan quemadas!                    
        El olor a café le recuerda la infancia, la casa familiar, allí sí le querían. Se va bebiendo la naranjada a pequeños sorbos. Abre un cajón y saca una caja de aspirinas, extrae una y se la pone junto al plato. La mesa ya está preparada con mantequilla y mermelada, sólo faltan las tostadas. Aún estando en la cocina siguen teniendo frío y arriman las manos a las llamas del gas, se las frotan. Huele a quemado, inexplicablemente. Elisa se sulfura, no da crédito, estalla: ¡Eres un inútil, no sabes ni hacer tostadas, se te han vuelto a quemar, como ayer, antesdeayer y el otro!
        Luego calla, se muerde los labios, sólo se oye el crepitar del fuego, Elisa coge un cuchillo del cajón y las tostadas quemadas, las lleva al mármol y una a una las rasca nerviosamente, se desmenuzan en buena parte, deja el mármol negro, murmura: ¿de qué nos va servir ir al neurólogo? La mezcla de olores de la cocina y la escandalera de su mujer le reconfortan, extrañamente.
        Seguro que es de la tostadora, debe fallar, no me lo explico, yo estaba atento.
         Hacia las diez, cuando salen, empieza a nevar copiosamente.