Tiembla
Tiembla la vidriera
de colores de la puerta de mi casa,
tiembla cuando pasa un tren de
cercanías,
o simplemente
el avión de papel de los anocheceres,
el relámpago que desgarra la rutina,
el trueno escondido en un mensaje,
la remembranza en cualquier melodía,
el ensueño de las noches sin luna...
O simplemente
cuando la miras, cuando se mira.
Tiembla
la vidriera de la puerta de mi casa,
de los calambrazos del sol de la mañana,
de los azotes fríos de la escarcha,
o simplemente
se ilumina de la luz de las risas,
del estruendo de las lágrimas,
del galope de la caballería rusticana,
de las gaviotas blancas que dibujan
sombras de colores en la piel de la
puerta,
de las puertas sin pestañas...
O
simplemente
se sonrojan cuando se miran.
Tiembla
la vidriera policroma
de las puertas que se abren a la calle
y respiran gajos de mandarina,
o simplemente
revientan contrapuertas,
destellan gritos, dilatan horizontes
de la carne atormentada
y funden amarillos con azules estelares,
en espesas malaquitas verdes...
O simplemente
tiemblan, ríen, lloran
y se reconocen vivas.