martes, 30 de julio de 2019

Relato 279


                                          Pesaje

Martes, 1 de enero: 82,4 kg.
Jueves, 3 de enero: 82,2 kg.
Viernes, 4 de enero: 82,1 kg.
Lunes, 7 de enero: 83,2 Kg.
Martes, 8 de enero: 83 kg.
Miércoles, 9 de enero: 82,8 kg.
Viernes, 11 de enero: 82,4 kg.
Sábado, 12 de enero: 82,6 kg.
Domingo, 13 de enero: 82,8 kg.
Martes, 15 de enero: 82,5 kg.
Miércoles, 16 de enero: 82,4 kg.
Viernes, 18 de enero: 82,2 kg.
Domingo, 20 de enero: 82,6 kg.
Martes, 22 de enero: 82,3 kg.
Jueves 24 de enero: 82,1 kg.
Sábado 26 de enero: 82,4 kg.
Lunes 28 de enero: 82,5 kg.
Martes 29 de enero: 82,4 kg.
Jueves, 31 de enero: 82,0 kg.
Lunes, 4 de febrero: 82,3 kg.
Miércoles, 6 de febrero: 82,2 kg.
Sábado, 9 de febrero: 81,9 kg.
Lunes, 11 de febrero: 81,6 Kg.
Martes, 12 de febrero: 81,5 kg.
Jueves, 14 de febrero: 81,6 kg.
Domingo, 17 de febrero: 81,9 kg.
Martes, 19 de febrero: 81,6 kg.
Miércoles, 20 de febrero: 81,6 kg.
Viernes, 22 de febrero: 81,5 kg.
Sábado, 23 de febrero: 81,2 kg.
Lunes, 25 de febrero: 81,9 kg.
Jueves, 28 de febrero: 81,8 kg.
Sábado, 2 de marzo: 82,0 kg.
Lunes, 4 de marzo: 82,2 kg.
Viernes, 8 de marzo: 82,4 kg.
Lunes, 11 de marzo: 82,8 kg.
Jueves, 14 de marzo: 83,2 kg.
Domingo, 17 de marzo: 83,4 kg.
Martes, 19 de marzo: 83,8 kg.
Sábado, 23 de marzo: 84,2 kg.
Miércoles, 27 de marzo: 84,8 kg.
Lunes, 1 de abril: 85,2 kg.
Jueves, 4 de abril: 85,6 kg.
Domingo, 7 de abril: 85,9 kg.
Viernes, 12 de abril: 86,1 kg.
Jueves, 18 de abril: 86,4 kg.
Lunes, 22 de abril: 86,8 kg.
Lunes, 29 de abril: 87,1 kg.
Miércoles, 1 de mayo: 86,9 kg.
Viernes, 3 de mayo: 86,8 kg.
Martes, 7 de mayo: 86,6 kg.
Domingo, 12 de mayo: 85,9 kg.
Jueves, 16 de mayo: 85,7 kg.
Sábado, 18 de mayo: 86 kg.
Lunes, 20 de mayo: 86,6 kg.
Domingo, 26 de mayo: 87 kg.
Miércoles, 5 de junio: 87,7 kg.
Viernes, 14 de junio: 88,2 kg.
Lunes, 24 de junio: 88,9 kg.
Martes, 9 de julio: 89,6 kg.
Sábado, 20 de julio: 90,0 kg.
Martes, 30 de julio: 90,8 kg.    

martes, 23 de julio de 2019

Relato 278


                              Aquí

“—Aquí vivían los Pruna, ¿verdad, buen hombre?
        —Efectivamente, señor, pero de eso hace mucho. Sólo tiene que ver el estado ruinoso de la mansión. ¿También usted era del pueblo, señor?
        —No, no, estuve aquí sólo una semana de vacaciones. Vine para celebrar mi doctorado en medicina. Soy francés, nací en Nantes. Yo era muy joven, ¿sabe, buen hombre?
        —Ya decía yo que no le reconocía. Sepa usted que yo he vivido aquí, en Cantora, toda la vida, fui alcalde durante treinta y cuatro años, me sabía el nombre de todos los parroquianos, de uno en uno. Tenía una memoria prodigiosa. De cuando los Pruna éramos aquí unos cuatro mil. ¿Los conocía, usted, señor, a los Pruna?
        —No exactamente, conocí a Clara, por unos días trabamos cierta amistad.
        —Era una gran mujer y una excelente esposa para Román. Delicada y atenta con todos, sin distinción de edad ni de rango social, se desvivía por su marido, una filántropa. Gracias a ella se hicieron muchas mejoras en el pueblo. Eran muy generosos. Él presidía el Consejo de administración del Grupo Béntica, ¿sabe usted?, el grupo bancario más poderoso de aquel entonces, que le ocupaba mucho tiempo, siempre viajando y tenía a su esposa en gran estima y confianza. De los asuntos de aquí se cuidaba Clara. Sepa usted, señor, que los Pruna eran lo más ricos del pueblo, los más envidiados. ¿Ve, allí en el fondo, aquel castillo árabe? Pues ellos financiaron la reconstrucción y ahora se ha convertido en el mayor reclamo turístico de aquí. Chapurrea bien el castellano por ser usted francés.
        —Bueno, me interesó aprender su idioma, buen hombre, durante un tiempo me carteé con Clara.
        —Anda, eso no lo sabía y sepa usted que a mí no se me escapaba nada.
        —Como médico, quería saber mi opinión profesional y contrastar mi criterio con el de colegas españoles. El matrimonio, alguno de los dos no podía tener hijos y le interesaba saber si en Francia había alguna solución moderna.
        —Es cierto, se rumoreaba que no podían tener hijos. Clara pasaba visita en la ciudad, se lo llevaba muy a escondidas, recuerdo que algunos envidiosos decían los ricos no pueden tenerlo todo, y eso les consolaba, ya sabe, señor como son en el pueblo, pero fue un falso rumor. Clara, con casi cuarenta años, tuvo una hija, tuvo a Clarita, una niña preciosa igualita a su madre.
        —Buen hombre, le voy a confesar un secreto. Clarita es mi hija. Román no podía tener hijos, ella no podía soportar verle impotente, hacía como si el problema fuera suyo, me lo pidió, ella le engaño. Román vivió engañado igual que Clarita, quien tomó su familia como propia, fue su hija legal, pero el padre biológico fui yo. Clara y yo mantuvimos en secreto este acuerdo toda la vida, pero ahora ante la tenaz insistencia de Clarita desde allí, ha llegado el momento de desvelárselo. Sí, Clarita, tú eres hija mía. Te he querido siempre, siempre en la sombra.”
        La médium dejó de hablar, dio un par de sacudidas redoblando todo su cuerpo, de su falda saltó ágil el Pelusa que se fue asustado del comedor. La médium, aún con los ojos cerrados, lanzó unas cuantas respiraciones seguidas y profundas acompañadas de unos gritos sincopados y angustiosos, y al cabo de unos segundos abrió los ojos, frotándoselos con los nudillos de los dedos.         Clarita Pruna con noventa años lloraba de gozo sentada a su lado en la penumbra. 

martes, 16 de julio de 2019

Relato 277


                                              Anoche

Anoche tuve un sueño extraño: con un cuchillo de cocina me atravesaste el corazón. Luego añadías: venga, despiértate, que aún nadie se ha muerto de una ficción.

martes, 9 de julio de 2019

Relato 276


                                             Confesión

Esta historia es verídica y se puede resumir en pocas palabras: mujer en lecho de muerte confiesa a su marido después de treinta y cinco años de matrimonio que el hijo que tienen en común no es de él, sino de un amante que ella tuvo poco antes de casarse.   
        Es un asunto simple, que sucede con más frecuencia de lo que se suele admitir, aunque no siempre la mujer se sincera como ocurre en este caso. Hoy en día con las pruebas genéticas todo quedaría aclarado de haber sospecha. Pero allí no la hubo.
         El hombre educó a su hijo como propio, aunque no se le parecía físicamente, como destacaron oportunamente sus padres:
        —El mentón, si acaso, es lo único que tenéis en común,  ambos son redondeados y con una hendidura, pero el resto de la cara ha salido a su madre, incluso la nariz —afirmaban, maravillados.
         Efectivamente, así era y en el carácter a su padre biológico, aunque eso sólo lo sabía ella. Aquello no fue posible, era un trotamundos, su vida no estaba para quedarse en aquel pequeño pueblo de provincias, hubiera muerto de inanición, necesitaba recorrer nuevas tierras, conocer otros estilos de vida, otras mujeres y ambientes, disfrutar de más aventuras, explorar la Tierra, la fotografía, un bohemio contumaz, incapaz de comprometerse más allá de sí mismo. Hay tipos así a montones por todas partes, atractivos, seductores, pero negados para formar y mantener un hogar, la libertad personal por encima de todo y en este caso por encima de ella.
         Se quedó prendada de él, de su hombría, como de un alfiler en cuanto lo vio, canadiense, trilingüe, (francés, inglés y español perfectos) de visita a Rubiales del Ciervo por un reportaje de viñedos y luego preñada de él cuando ya la pretendía insistentemente Ignacio, el que luego sería su marido.
        Despechada, ante el riesgo de no venirle la regla, aceptó casarse con Ignacio, el mismo hombre al que quince años después le confesaría su adulterio  en el lecho de muerte. El engaño se redujo a un ajuste de fechas, a una boda apresurada y a un oportuno adelantamiento del parto por muy poco y del cual él nunca sospechó. Simple y rutinario.
        El aventurero tomó sus cámaras y regresó a las Américas, a trabajar para la revista Wild World, donde unos cuantos años después en un reportaje sobre el mundo salvaje de las leonas en Tanzania fue devorado por un grupo de ellas en un descuido inexplicable, cuando ya casi había terminado su trabajo.       Ella se enteró por las noticias "el famoso fotógrafo Edmond Walker ha muerto accidentalmente en Tanzania" y desde entonces ya no fue la misma, emocionalmente empezó a enfermar, luego la tristeza y un cáncer de pulmón acabó con su vida y murió prendida de un alfiler como una mariposa disecada.     
        En sus últimas semanas pasaba más tiempo con su hijo que con su marido, quien acabó por distanciarse de ella, por celos, por desamor o por lo que fuera, el caso es que la pareja mantenía la apariencia de estar unida pero la relación era fría como un glaciar alpino.
         Sus cenizas fueron esparcidos por los viñedos de su finca, los mismos viñedos que había fotografiado su amante canadiense años antes.
         Las malas lenguas, siempre a punto en Rubiales del Ciervo y en todo buen pueblo que se precie, dicen que su confesión postrera fue una especie de venganza, más que un ataque de sinceridad, que ella jamás pudo perdonarle a su marido que fuera tan blandengue, su falta de gallardía, su poca hombruna.
        Lo cierto es que Ignacio se quedó hundido, traicionado por la mujer a la que quería, criticado por el pueblo... y restó malviviendo como un alma en pena en un caserón medio derruido durante veinte años, alejado de su hijo y de sus paisanos..., solo y obsesionado.
        Cuando por fin pudo practicarse la prueba de paternidad y liberarse de su obsesión descubrió que él era verdaderamente el padre de la criatura.   

martes, 2 de julio de 2019

Relato 275


                                                Palabras

Detrás de las palabras tienda de campaña se proyectan dos sombras: la palabra sombra y la propia sombra. De cuál sea la verdadera dependerá del sol, no de la palabra sol.