Enric
Mi amigo Enric
Grimau se comporta de una manera extraña. Actualmente vive en Canarias.
Hace unos días nos llamó, dijo: He
d'anar a Barcelona el dimarts, puc estar-me a casa vostra uns dies?, y añadió:
Tinc un vol barat.
Antes vivía en Vic, vivía allí con su
esposa Roser y sus dos hijos, Ricard y
Pau, y vivían felices. Roser tiene un corazón de oro, siempre recoge perros y
gatos abandonados de la perrera o de la calle. Tiene instinto para atraerlos.
Enric es huérfano.
─Enric, l'agafem?,
i aquell tant bufó, què et sembla?
Cuando les visité en Vic hace unos años tenían
varios perros, el Tacat, el Cendra y l'Amat y también algunos gatos, l'Amic, el
Falder y l'Esquerp. El Falder era el favorito de Enric. Vivían en una casa
grande con jardín. Me explicaron que los fines de semana iban a pasear por la
montaña. Les gusta estar en contacto con la Naturaleza, se conocieron cuando
formaban parte del club excursionista de Catalunya. Salimos a pasear con
mochilas por una zona boscosa cercana a su casa, donde iban con frecuencia. Era
una mañana fría de domingo.
─Pau, fill, agafa aquella pinya. Ricard, tu, aquells
branquillons, ves, que farem foc a l'arribar a casa... —decía él, contento.
— Ai, Enric, no em facis això! Amat,
deixa de bordar! Ai, Enric, para ja, vols! Tacat, no vagis al rierol... —decía
ella, presumida y orgullosa de su familia.
No paraban de reír y de mirarse y él
hablaba y hablaba satisfecho y feliz, locuaz e inteligente como siempre. Muy
hospitalarios, me sentía como en casa. En la noche de ese domingo a la lumbre
del fuego me dijo: Saps, Jaume, la família és el més important que tinc. Estoy
convencido que era cierto.
Enric
trabajaba en ventas, vendía de todo y formaba vendedores. Era muy eficaz en la
conversación persuasiva. Se había presentado a concejal por Esquerra
republicana en Vic, pero no salió elegido, luego montó un negocio de telefonía
móvil que no le fue bien, se cargó de deudas y les embargaron la casa de Vic.
Se fueron los cuatro hace tiempo a vivir a Canarias donde ella tiene familia,
unas tías.
─No vull passar per
la quimio, no vull, m'entens, oi, Jaume?
Hace unos tres años le diagnosticaron cáncer
de colon. Al principio le tenía miedo, pero ahora dice: Sí, tinc càncer amb
cincuanta i cinc, i què?
También dice que los excesos o defectos
que uno comete en la vida acaban repercutiendo en el cuerpo, el "recullitot",
le llama.
Se visita con un homeópata de Barcelona
y hacía un año que no venía. No quiere volver a operarse. Respetamos su decisión y le
apoyamos. Ahora está en el comedor, conversando con mi esposa, le oigo hablar
atropelladamente, mi mujer escucha, es psicóloga, sabe que mañana se va. Habla
de sí mismo, de su familia, de su pasado, del otro gato Falder, el que se le
sube a la falda en cuanto le ve y le mitiga el dolor del vientre, dándole calor
y compañía. Como si el gato fidelísimo supiera que le está ayudando a vivir,
como si transformara las células cancerosas de su amo en afecto incondicional.
Enric
larga sin parar, habla y habla como una ametralladora, tiene mucha necesidad y
siento que pronto me va a estallar la cabeza. Por eso le he dejado hablando y me
he refugiado en mi estudio, desde donde aún me llega el tintineo de su voz apergaminada
junto a la retahíla de lamentos y aciertos, el repaso de toda una vida, la
suya. Una revisión bastante completa, estic tancant portes entreobertes, oigo que dice. Al
parecer, no quiere dejar nada pendiente antes de irse.
Y
como no sé verdaderamente si gritar, llorar o tirarme por la ventana me pongo a
escribir. Escribo que mi amigo Enric Grimau se comporta hoy de una manera muy
extraña.