Amanecer
—¿Cuándo le fusilan?
—Al amanecer.
—Me cae bien.
—Sí, es un buen tipo. Nos cae
bien a casi todos.
—Se cargó al coronel.
—Se lo merecía.
—Fue por ella.
—Claro, quien no lo hubiera
hecho. Él, un borracho, ella, un bombón pinturero.
—Tenía acceso a su chalet como
carpintero soldado.
—Le echó coraje. Demasiados
cajones desalineados.
—Un tipo con suerte.
—Menudo era el coronel.
—Sí, menudo pájaro. El
regimiento se ha quedado con un tirano menos.
—Estrenó el cetme con él. Le
descargó el cargador entero.
—Sí, eso dicen, parecía un
colador.
—Un colador con mango de
bigote felpudo.
—Sí, les pilló en plena faena.
—Fue un arrebato, locura
transitoria —dictaminó el tribunal militar—
pero le han condenado. Al paredón con éste, al amanecer.
—¿Cuánto le queda?
—Apenas tres horas.
—Al menos las está disfrutando.
—Una gracia especial, inusual
para un reo.
—¿Qué hacen?
—El amor, de nuevo.
—Un tipo con suerte.
—Y que lo digas. Un vis a vis
con la mujer amada, la ex del coronel.
—¿Están desnudos?
—Claro,
aunque no se distinguen mucho los detalles en la pantalla.
—¿Y, ahora?
—Están hablándose:
—Abrázame, amor, no dejes de
abrazarme. Necesito estar dentro de ti,
fundirme en tus entrañas, desaparecer contigo. Abrázame fuerte, te amo,
lo volvería a hacer, volvería a descargarle el cargador. No merecía vivir, no
te lo merecías. No me arrepiento de nada, eres lo que más adoro. Cómo podías
soportarlo. Abrázame, por favor, abrázame tiernamente, como tú sabes.
—Sigue,
amor, sigue, te amo, te amo, no malgastes saliva, ámame, así, muy bien, sí, ámame,
te amo, sigue, sigue, sí, no pares. ¡Oh, Dios mío!, sigue, amor, sigue, ¡sí!
—Es una lástima.
—¿El qué?
—Que lo tengamos que fusilar.
—Conmigo que no cuenten.
—Ni conmigo.
—Siempre encontraran cómplices
sobornados con dinero o con miedo.
—Arendt decía que sin la
complicidad de los judíos no habrían habido campos de exterminio.
—Exagerado. Solamente buscaban
sobrevivir en un entorno terrible. Ten en cuenta que los nazis se cargaron más de seis millones de judíos. Fue una masacre.
—La jerarquía militar dejaría
de tener sentido con la desobediencia.
—Quieres decir que hacen falta
más ¡No, señor!
—Exactamente. Te imaginas un
mundo sin órdenes.
—No.
—Un mundo donde cada cual
asumiera la responsabilidad de sus decisiones y no las derivara a terceros.
—No.
—Un mundo sin el recurso
sistemático a la violencia o a la represión.
—No.
—Un día eso será posible. Un
día nos levantaremos en un mundo nuevo, donde habremos dejado para siempre
atrás la niñería de la humanidad.
—¿Cuándo será eso?
—Al amanecer.