Silencio (3)
Esto
sí es vivir bien, vivir en paz y silencio, exclamaba un urbanitas el primer día
de vacaciones en un remoto campo del remoto pueblo Remoto.
Relatos emocionales y breves escritos y publicados por: FRANCISCO JAVIER GURRERA AGUADO (Barcelona, Spain) Copyright del autor: Licencia Creative commons. Todos los derechos reservados, se prohíbe toda difusión parcial o total sin permiso del autor. Inicio: 1 de Abril de 2014 Final: 1 de abril de 2044 (s.m.i.) Frecuencia: 1 x semana. Escribir es vivir, también.
Silencio (3)
Esto
sí es vivir bien, vivir en paz y silencio, exclamaba un urbanitas el primer día
de vacaciones en un remoto campo del remoto pueblo Remoto.
Mandala
―Ets, tu,
Roser?
―Si, senyora
Carme, sóc jo. És l’hora, oi?
―Sí, sí,
endavant, ja ho tinc tot a punt.
Hi ha una
taula rodona recoberta fins als peus d’un tapet verd pistatxo que du gravat amb
fil un mandala octogonal amb motius florals de peònia. A sobre, amb les
candeles enceses, un canelobre de tres braços, de plata vella. De les dolles
pengen vuit llàgrimes de vidre encastades en argent. També hi ha al voltant de
la taula dues cadires encoixinades a joc.
―No és una
mica fosc?
―No, no ens
cal més llum, seguem-nos.
Les dues
dones s’asseuen al voltant de la taula rodona. Un gat siamès, el Pelussa, es posa de seguida a sobre la
falda de l’amfitriona, mentre l’altra dona, la Roser, de trenta i tres anys i
vestida de negre rigorós, resta silenciosa amb els braços a sobre del tapet i rebrega
entre les mans un mocador brodat amb seda sense deixar de mirar fixament les
espelmes enceses. Els ulls li brillen, titil·len emoció i espant.
―Comencem?
―Comencem.
La senyora
Carme tanca els ulls i durant uns minuts només se sent suau, molt suau l’adagi d’Albinoni.
L’estança es paralitza en el temps, la música embolcalla el fum de les metxes
que puja capriciosament amunt.
―No tinguis
por, mare, no t’espantis ―diu la senyora Carme en estat alterat de consciència ―sóc
jo, Ricardet, el teu fill, no t’espantis, mare, no.
―Oh, Déu
meu! Déu beneit, gràcies! De veritat ets tu, fill meu?
―Sí, mare, i
no puc estar-m’hi gaire. M’han concedit aquest permís per parlar amb tu, per
calmar-te, mare, aquesta angoixa que t’ennuega.
―Ai, fill,
quin goig, patia per tu, quina alegria que em dónes, saber que ets viu, que puc
parlar amb tu, quina sort, Déu meu, quina sort. Estàs bé, fill?
―Sí, mare,
estic bé, tot està bé, més viu que mai. Va arribar el meu moment, la decisió
estava presa, hi ha molt més del que ens imaginem a la terra. Vull dir-te,
mare, que la vida continua, però diferent una vegada morts.
―És que va
ser molt fort, Ricardet, amb set anys, els metges no pogueren fer res, jo
tampoc, fill, no hi ha dret, no et tocava a tu, Déu meu, no et tocava. Em
trenca el cor.
―No ploris,
mare, t’estimo i estic amb tu, vull que ho sàpigues. Encara que no em vegis
t’acompanyo sempre. Vetllo per tu. Tot està bé. Ara me n’he d’anar, però
tornaré...
La senyora
Carme continua amb els ulls tancats quan fa una pausa i calla mentre Pelussa aprofita el moment per saltar de
la seva falda al terra i se’n va miolant. La peça de música d’Albinoni també
conclou. La senyora Carme respira profundament, fa una sacsejada brusca com si
s’encaixés en si mateixa a sobre la cadira, obre els ulls a poc a poc i somriu
dolçament.
Roser és
plorant al seu costat, eixugant-se les llàgrimes amb el mocador brodat.
Visionario
Mi
abuelo David era un visionario.
Pintaba
paredes y dibujaba rápido y bien. Captaba las almas.
Hablaba
poco, pero sus palabras eran certeras como puños.
Tenía
los ojos saltones, la risa fácil y una calvicie resplandeciente.
Republicano
de pura cepa y represaliado en la época franquista.
Cuando
me miraba sentía que me radiografiaba los huesos.
Predijo
el día de su muerte, hoy hace treinta años.
De
visita al hospital por una revisión de cataratas, cayó al suelo fulminado.
Un
infarto, nadie pudo salvarlo, ningún médico. Él lo había anunciado.
Como
despedida dedicó a cada uno de sus familiares unas caricaturas amables unos
días antes.
En
la mía además escribió:
“Catalunya
será una republica independiente en el 2025.”
Y
ahí estamos.
Falsificación
Indago
con la mirada las caras de los transeúntes, entre ellas estás tú, padre. Por la
calle Pelayo vienes cabizbajo como siempre, con tu uniforme de trabajo,
pantalones anchos, corbata y camisa a cuadros verdes y amarillos, chaqueta
raída, sombrero de paja, zapatones de payaso y tu carpeta de calcomanías. La
nariz roja la llevas en el bolsillo derecho de la chaqueta, el más desbocado, te
asoma la gomita.
No te has fijado en mí, tu niño te importaba
poco. Bastante tenías con traer dinero a casa y hacer reír a los niños de otras
fiestas de cumpleaños. No recuerdo lo hicieras conmigo, quizá de muy pequeño,
luego apenas jugábamos. Luego, apenas nada. No tolerabas mi zurdera. Un castigo
de Dios, decías. Creías que lo hacía adrede para molestarte. “Quítate de
delante, me haces daño a la vista, no harás nunca nada en la vida.” Me
esforzaba, aprendí a escribir con la otra mano, me obligaste, mamá no quería,
discutíais, hasta le alzabas la mano. Un zurdo contrariado, hoy no sería seguramente
admisible.
Durante mucho tiempo pensé que mi segundo
nombre de pila era el de idiota. Mientras merendaba pan con aceite y azúcar te
veía ensayar los trucos con mi hermana y yo reía y me manchaba la bata con
aceite y tú me reñías y yo lloraba. ¡Falso payaso! Pensabas que era demasiado
idiota para entender tus bromas, pero no era cierto, me hubiera gustado estar
en el lugar de Elsa. Hacer de Pierrot. Que me pintaras la cara de indio Sioux,
dar vueltas a la mesa detrás de ti y que me pusieras plumas en el cabello. Y
acompañarte al circo Félix cuando ibas con mamá y poder montar a caballo.
Arrastras
un carrito de la compra con tus disfraces, el carrito que mamá usaba cuando iba
al mercado. Asoma un banderín catalán con el que despedías las funciones,
mientras repartías caramelos Tutti fruti. Aún éramos una familia. Narizotas, te
decía ella. Tenía toda la razón, tienes una buena napia. Con la bebida se te
ponía más roja que la nariz roja que llevas en el bolsillo derecho. La misma
nariz roja que llevo ahora en el bolsillo izquierdo de la chaqueta. La misma
nariz falsa.
Se llena la calle de gente ruidosa que va
tropezando, móviles en mano, todo se acelera, te he perdido de vista, sé que
estás por ahí, cerca, en mi puño, encerrado.