Espera
Se
arremolinan gotitas de lluvia como estornudos en el cristal exterior de la
ventana. La niebla no es espesa todavía, se distinguen bien los edificios con
sus balcones, terrazas y miedos, la montaña desierta recortada en el horizonte,
y el oscuro verdor de la distante pineda. Algunas nubes grises de poco gramaje
se deslizan rápidas e infinitas tonalidades del gris igualan la ciudad. La
lluvia es fina, continua, incierta, sin truenos ni rayos, sin los ruidos habituales
de la calle, hoy inexistentes. El tiempo transcurre lento mientras se espera
que la lluvia pase, confinados en casa, tras las ventanas.
Cuando
la lluvia estornuda, sus gotitas levantan polvo en las aceras y la humedad
penetra como la sospecha por nuestras mucosas y entre los huesos, calando el
cuerpo sin necesidad de empaparlo. Se filtran en el organismo como hacen los
virus, con traición y alevosía, disponiendo de nosotros como si fuéramos
peleles a su servicio. La lluvia no cesa de atemorizarnos detrás de las
ventanas y la espera continua. Esperamos que la espera pase.
Estamos en primavera, donde el frío y el calor
se equilibran, los herrerillos colonizan nidos por doquier y las ciudades se
llenarían de colores si no fuera porque, recluidos tras los cristales de
nuestras casas, esperamos. Relucen tejadillos de zinc, cubiertas impermeabilizadas
de rojo y sombreretes de chimeneas. Multitud de ojos, multitudes, a salvo de la
lluvia, parapetados de los contagios, evitando el contacto cercano, esperan tras
los cristales. Esperan que la espera no se haga interminable y que sus ojos no se llenen de lágrimas.
Unos pocos transeúntes, cargados con carritos
de la compra algunos y otros con bolsas de supermercado, se arriesgan a que la
fina lluvia les alcance. Lo saben, no pueden evitar saltarse el confinamiento,
habrá un momento en que ninguno de nosotros podrá evitarlo. Un silencio tenso
se ha apoderado de la ciudad, silencio y miedo. Una vecina ha puesto unos cubos en el
balcón para recoger el agua de lluvia, suele hacerlo cada vez que llueve, están
a rebosar. Asoma la cabeza, lleva mascarilla, se le moja el pelo y regresa
adentro.
La
espera, como la lluvia, continúa.