Rima
Asiduamente
Domingo coge la asna Josefina cada mañana y después de cargar los aperos de
labranza se desplaza a pie con la burra al campo, situado a las afueras del
pueblo, donde vive desde que nació, una mañana fría de 1952. Va a la Solana,
el terreno de un par de hectáreas que le dejaron en herencia sus padres, donde
tiene algunos almendros, olivos, nogales y un huerto de hortalizas donde trata
de cultiva tomates, pimientos, berenjenas, cebollas, zanahorias y ajos. Además
posee una viña y hoy sube para echarle azufre y prevenir el oídio.
Desgraciadamente para Domingo nunca le
ha gustado el campo ni trabajar, pero lo acepta resignado pues se ha hecho
mayor y se ha quedado sin ingresos. Hijo único, sus padres, agricultores por
tradición, no le dieron oportunidad de elegir ni de recibir estudios, de modo
que el hombre creció bastante borrico, pero eso le ha traído siempre sin
cuidado, pues Domingo es orgulloso de pura cepa, ya de pequeño apuntaba, y un
tipo muy dotado sexualmente al parecer.
En
su momento se hizo famoso en el pueblo por dos dominios: el filosófico y el
sexual.
Intervenía en conversaciones de café con
hondura ideológica y hablar pausado "como hacen en la tele los que saben"
citando de vez en cuando a Platón y a Cicerón causando la admiración de sus
contertulios a quienes dejaba boquiabiertos por su sabiduría, aunque todos sabían
que era pura verborrea, un teórico puro, pues en su casa ni se aseaba ni se
afeitaba ni limpiaba, comía miserablemente y vivía como Diógenes a quien
criticaba.
En un alarde sofista presumía
modestamente de no haber ido nunca a la escuela y se calificaba de ser un autodidacta
campestre. No se le conocía trato alguno, salvo con mujeres viudas y
acaudaladas, de las que solía vivir cuando era joven pues al parecer Domingo
estaba muy dotado por naturaleza y ese era su segundo punto fuerte. Hubo
incluso rumores de que también llegó a ir con algún hombre rico y se citaban
nombre y apellidos.
Actualmente
se ha descuidado mucho, lleva una vida solitaria, huye de la gente, alejado del
bullicio de las tertulias, no frecuenta la taberna ni las salas de juego ni los
tugurios de mujeres de mala vida y sus vecinos le consideran un tipo extraño, un
cancano inofensivo y holgazán, incapaz de hacer daño a nadie, un miserable,
para decirlo breve y un avaro contumaz, pues aseguran posee una enorme riqueza
acumulada en algún recóndito lugar de su casa. En el pueblo dicen que vive así,
aparentando pobreza, para que no le roben.
Nadie sabe, sin embargo, su afición a la
poesía que le ha nacido de viejo. Le gusta hacer poemas en sus ratos libres en la Solana
con palabras sonoras, y buscar rimas novedosas, como doncel con churumbel, asna
con tisana, Josefina con femenina y paranoia con zoofilia.