martes, 28 de diciembre de 2021

Relato 405

 

                                          Limbo

 

La luna, una ce acostada, colgaba del techo estrellado de un hilo invisible. Parecía dormida. De cuando en cuando una ráfaga de viento la despertaba, se desplazaba unos centímetros (o era la rotación de la tierra) y volvía a quedarse dormida en otra parte del espacio. Es difícil percibir el movimiento constante de los objetos, en especial cuando es de noche y se tiene sueño. Es difícil percibir el paso de la vida cuando es de noche y va muy lento. Aún así se distinguía el aro que completaba el círculo lunar, el limbo que la proyectaba al mundo. En aquel crepúsculo la luna dormida era la protagonista.

        Tres palmeras datileras, un banco de madera pintado de verde, la mar rugiendo de fondo, un hombre con pantalones de pana y una camisa a cuadros apoyado en una gayata, una mujer con un vestido largo y un tocado que le cubre el cabello gris. Están sentados en el banco, uno al lado del otro, con las manos unidas en el regazo de ella, la cabeza levantada, mirando la luna huidiza. El rostro se les ilumina.

        —Ahí está, ahí estaba y ahí seguirá...

        —Pero nosotros no lo veremos...

        —Que lo veamos o no, no es importante para la noche.

        —Lo es para mí.

        —Aún así, seguirá existiendo la luna, su limbo, el cielo estrellado...

        —Existir o no existir parece circunstancial y frágil, unos segundos en la tarima de la eternidad, apenas un pestañeo...

        —¡Y cuidado con los orzuelos...je, je! Nacemos con fecha de caducidad y lo sabemos, aunque hacemos como si no...  

        —Otros ojos, estoy segura, contemplarán asombrados lo mismo. Sentados en otro banco verde o en lo alto de una montaña, o en una noria...     

        —Sí, no paramos de dar vueltas y más vueltas...

        —Y puede que hasta susurren que todo es frágil, pasajero, evanescente...

        —El asombro está ahí, querida, para quien lo quiera ver.

        —Las veces que he levantado la cabeza cuando me he sentido perdida...

        —Nos creemos únicos como la luna o el sol, pero el cielo está lleno de estrellas que palpitan y desaparecen.

        —Y de agujeros negros.

        —Y de misterios.

        —Como tú.

        —Y como tú, querida.

        —¿Todavía?

        —Todavía.

        —La noche estrellada siempre es un misterio.

        —Como el limbo de la luna y tu áurea de mujer sabia.

        —¡Qué cosas dices!

        —Como la gravedad.

        —Sí, y como el amor.

        —El amor es el mayor misterio, es la etérea gravedad humana.

        —¿Tú crees que la ciencia algún día romperá el hechizo?

        —No lo sé. Somos polvo reciclado de estrellas. Ahí arriba están nuestros hermanos desintegrados, un ciclo interminable. Se me antoja difícil que se pueda investigar el ser vivo sin caer en la cuenta de que es un ser vivo quien lo investiga.

        —¿Seremos granos de arroz siderales lanzados al universo, que ignoramos formar parte del mismo saco?

        —¿Una especie de paella marinera universal en continua expansión?

        —Sí, más o menos, cocinados al fuego lento de los eones.

        —Unidos todos por el misterio, la materia, el vacío y el azar.  

        —Y el espíritu. La mejor alianza, tal vez...

        —Sin duda, como tú y yo.

        —Me enterneces. 

        —Has sido la mujer de mi vida, la única persona que he elegido.

        —¡Qué cosas dices!

        —Observa, la luna, su limbo, mira, nos envuelve.

        Efectivamente, la luna reclinada se levanta del lecho, se despereza y extiende su halo lumínico hacia la pareja del banco verde, junto a una de las tres palmeras, y, mientras se incrementa el rumor de la mar, ellos se abrazan y se funden en un beso límbico en el centro del escenario. 

        El público formado por gente mayor ovacionó de pie efusivamente.

martes, 21 de diciembre de 2021

Relato 404

 

                                Viaje (2)

    Daba vueltas en la noria en un viaje terminable. Suerte que al no ir solo era 

más llevadero.

martes, 14 de diciembre de 2021

Relato 403

 

XPR

No puede ser que el sin etiquetas XPR (por confidencialidad) se tope mayoritariamente con gente conflictiva y loca, con personas que constantemente le contradigan y le quieran amargar la vida, a él, que es una persona feliz. El otro día fue a comprar unas chuletas por encargo de su pareja y el tipo se negó a vendérselas alegando que estaban reservadas, cuando las tenía expuestas al público en el mostrador frigorífico sin ningún aviso. Se tuvo que quedar unas pechugas de pollo, que, por supuesto le hizo filetear.

Contradecirle es una constante en la vida de XPR. Le pasa con mucha frecuencia, por ejemplo, ayer intercambió unas palabras con un cualquiera en el ascensor y el tiempo estaba soleado, pero cuando XPR le preguntó por qué llevaba paraguas, el cualquiera de la escalera le respondió con tono severo: luego lloverá. XPR calló, pero hizo un mohín de desagrado. ¿Acaso te molesta? —continuó el cualquiera. XPR se limitó a sonreír. Estaba indignado, habían querido cabrearlo de buena mañana, era evidente que iba a lucir el sol todo el día, como así sucedió. XPR está persuadido que hay mucha gente envidiosa a la que no le gusta ver personas felices, les dan rabia y tratan de fastidiarles el día, sea como sea.

  Las estadísticas oficiales dicen que de cada cien individuos uno está lamentablemente pasado de rosca y … ¿me van a tocar todos a mí, rompiendo las sagradas estadísticas? —se preguntaba XPR.

Pero cabe también preguntarse y así lo hizo XPR: ¿Y si el loco fuera yo y no los otros? XPR consideró pertinente la pregunta.

 Así que XPR repasó mentalmente su modélica vida: Tengo cuarenta y cuatro años, vivo en pareja desde hace quince, tenemos un hijo y una hija que adoramos, un piso de protección oficial hipotecado en las afueras de Barcelona, un trabajo fijo en el Instituto Nacional de Empleo, un Primus ecológico en el garaje del edificio que ya está pagado y que pronto tendré que renovar, un perro galgo rescatado de la perrera del que se enamoró mi pareja, una pecera de agua salada con peces de colores para el disfrute de los peques y los palos de golf para cuando vamos a la playa. (Y que, dicho sea de paso, él aprovecha para ir al golf, pues odia estar tendido al sol, sin hacer nada).

¿Está loco por no querer estar con la familia en la playa? XPR considera que en absoluto, que él es un buen representante del planeta, respetuoso con las leyes de su país, al corriente con el fisco, conservador de la especie y afectuoso con los suyos.

Aunque pensándolo bien, —reflexionó XPR mientras conducía su Primus —si el loco fuera yo, si por casualidad me reconociera como tal en mis relaciones sociales, pero en absoluto en mi vida privada entonces, ¿Podría ser un loco a tiempo parcial, existe eso?

Descartó la agorafobia porque no era su caso, el sin etiquetas no tenía miedo de salir a la calle ni de la sociedad, con la gente del trabajo se llevaba ni fu ni fa, estaban demasiado ocupados en el empleo propio y ajeno para incordiarse entre sí.

Sin embargo, la idea de que pudiera ser un loco parcial le encantó a XPR. Le otorgaba prestigio, diferenciación, carácter. Fue sentirse loco parcial y liberarse por completo de su ansiedad y sus miedos sociales, su vida adquirió de pronto un sentido inesperado, se le volvió poderosa, infalible, plena. Era evidente que él era un loco social, nada más y nada menos que un loco parcial.

 Era justo lo que XPR necesitaba para ser completamente feliz: un diagnóstico.                                 

martes, 7 de diciembre de 2021

Relato 402

 

                                  Canción

        —Me gusta venir a recuperar la voz aquí..., ¿sabes?, a este lado de la bahía... sentarme y divisar la isla de Alcatraz... la bahía barriguda... oler a pescado fresco... Me siento bien en Sauzalito... Suelo venir, sí, y ... solo.

        —Hoy no.

        —No, es cierto, hoy no.

        —¿Te molesta?

        —Al contrario, me gusta tu compañía... La soledad... nunca me deja.

        —Es que... te he visto sentado aquí... en el muelle... ensimismado... con la guitarra... y hacía tanto tiempo... que me ha parecido...

        —No ocurre nada. Siéntate aquí, a mi lado... si quieres.

        —¿Aquí?

        —Sí, más allá de la muesca... es mi marca en la roca.

        —Está caliente la piedra.

        —Sí, se mantiene un poco, pero dentro de un rato se enfriará.

        —¿Vienes con frecuencia?

        —Cuando estoy ronco, sí... y... cuando me siento triste.

        —¿Y eso te pasa mucho?

        —Últimamente sí, Zelma... Añoro Georgia, mi hogar.

        —Y yo. Georgia...¡Qué recuerdos! A propósito... ¿Cuántas veces ganaste el concurso de jóvenes talentos en el Douglass Theatre? 

        —Quince veces seguidas. ¡Me prohibieron que me siguiera presentando!

        —¡Eso es también Georgia!

        —Sí, también. ¡Por eso me vine a San Francisco!

        —Me siento bien sentada aquí contigo. Me relaja el borboteo del océano en silencio y las luces de los barcos flotando como pelotas de ping-pong.

        —Es cierto...Este ronroneo del Pacífico me calma y me inspira. ¡Las horas que he pasado contemplando la marea! Parece que nada va a cambiar, pero todo cambia a cada oleaje...  

        —Sí, y a cada respiración... ¿Cómo va el grupo?

        —Mal, no consigo lanzarlo, está estancado, no avanzo con mi carrera.

        Esos brazos míos  (These arms of mine, 1962) fue un bombazo.

        —De eso hace ya un tiempo, Zelma, y ...sí... nos ha ido bastante bien, pero ahora... estoy bloqueado...

        —Seguro que encontrarás el camino, el grupo es bueno y tú tienes una voz rasgada preciosa, aterciopelada, ideal para los ritmos lentos. ¡Me encanta!

        —Eres muy amable, querida, pero... me gustaría cambiar de estilo, no sé, cambiar pacíficamente... como cambia el océano sin moverse del sitio.

        —¿Cambiar de estilo?

        —Sí. No lo sé, todavía. Es un sentimiento... Algo como fundir el Folk con el Soul. Siento que sería más auténtico, más acorde con el fondo de mi mar...

        —Fundir el Folk con el Soul... ¡Um! Podría funcionar... Lo importante es dejarte llevar por el corazón... yo creo... Eres aún muy joven... Triunfarás.

        —Llevo días aquí... ¿sabes?, descansando mi garganta, escurriendo el tiempo... interrogando el océano...He escrito una canción... sentado aquí, en el muelle de la bahía... sobre esta muesca... con ese estilo nuevo... y tengo esperanzas...No sé, podría ser buena... me gusta... ¿La quieres oír, Zelma?

        —Por supuesto, Otis...

 

P.D. Texto libremente adaptado a diálogo y extraído de las páginas 36 y 37 del libro My life with Otis de 1972, escrito por Zelma Atwood, esposa de Otis Redding, muerto en accidente aéreo con su banda el diez de diciembre de 1967, a los 26 años, un mes antes de que publicara su gran éxito Sitting on the dock of the bay, la canción póstuma que le ha hecho inmortal.

 

In memoriam.

martes, 30 de noviembre de 2021

Relato 401

 

                        Desobediencia

Alguien dijo con tono firme: No. 

Y añadió: Sé lo que os proponéis, genocidas (*).

Y sonrió extrañamente.

Pronto, otros y otras dijeron con tono firme: No.

Y sonrieron extrañamente.

Y añadieron: Sabemos lo que os proponéis, genocidas (*).

Luego, muchos y muchas dijeron con tono firme: No.

Y sonrieron extrañamente.

Y añadieron: Sabemos lo que os proponéis, genocidas (*).

Se dieron cuenta de que les iba la vida y de que cual un complot generalizado les estaban falseando la realidad y manipulándoles.

La desobediencia desenmascara todo lobo disfrazado de oveja.

La desobediencia civil y pacífica acaba con toda tiranía disfrazada de democracia.

 

—¿O No?

*Genocidas: Aquellos y aquellas que eliminan sistemáticamente por medios engañosos una población.

martes, 23 de noviembre de 2021

Relato 400

 

                                            Mar

        T'hi apuntes?

        —Quants dies són?

        —Un cap de setmana, ens ho passarem bé.

        —Estic dubtós, és massa lluny, em fa mandra.

        —Anima't, home, et passes la vida tancat a Barcelona, tampoc hi ha per tant, el contacte amb la costa Brava t'ajudarà a sortir del pou, estem segures.

        —No crec que estigui encara a punt per estar davant de la mar.

        —Són ions negatius, excel·lents per la salut, no t'ho pensis més.

        —El que tu vulguis, però la mar em porta massa records, encara em fa mal aquí dintre. A més, ja no tinc cotxe.

        —Anirem amb la nostra Caddy, per això, rai!

        —Fa temps que no pinto.

        —Tant fa, home, quan et posis serà un no parar, ja ho veuràs.

        —Seríem nosaltres tres, doncs, solament?

        —Exacte. Vinga, digues que sí.

        —I el Pol no vindrà.

        —No, Roger, no et faríem això, per res del món.

        —I què durem, els olis o les aquarel·les?

        —Les aquarel·les, oi que sí, Gina, és el més senzill. Anirem d'una platja a una altra, serà divertit, aquest mes de maig és la millor època.

        —I ja teniu l'hotel?

        —On dormen dos dormen tres, per això no et preocupis.

        — De veritat, que no us molestaré?

        —Com ens has de molestar tu!, al contrari, sortirem de gresca per la nit, un home amb dues dones, una combinació perfecta.

        —Ja veus, quin home, un home fotut. D'acord, aniré amb vosaltres.

        —Estupend! Has estat alguna vegada a Cadaquès?

        —No. Vosaltres, sí, suposo?

        —Anem cada dos anys a pintar. Fem un any muntanya i al següent mar.

        —Nosaltres érem més del Tarragonès, a Pol li agradava passejar per la platja, anàvem a la platja nudista de Torredembarra, amunt i avall, agafats de la mà, en silenci, les petjades es desfeien de seguida, les nostres passes es difuminaven a l'arena fina, com acaba desfent-se tot en qualsevol món.

        —Ens sap greu, Roger, has de poder albirar lluny, obrir horitzons.

        —Sovint, al migdia, quan la mar crema fosforescent i la remor és la millor companya, ens assèiem a l'espigó, al lloc de sempre, i observàvem embadalits el solcar de les veles individuals que competien en les regates del cap de setmana i sense semblar-ho, es movíem juntes, lentament, com les onades regulars que alcen els farbalans de la mar o un vol casual de gavines o el tremolar de milions de cors bategant al mateix temps a l'Univers.

        —Roger!

        —Pol deia que la mar que contemplàvem era la mateixa aigua que havien contemplat els nostres avantpassats, ans i tot, els romans, els ibers, els cartaginesos, la mateixa mar. Això, segons ell, ens feia importants, estàvem emparentats amb els orígens de la vida, la transmetíem, érem autèntiques baules vives. També deia: en aquest mateix lloc on som nosaltres, en el mateix escull, en el futur, d'altres s'hi asseuran i diran paraules semblants, perquè la vida com la mar és una repetició, una successió infinita d'onades blanquinoses que bombollegen sense remei en l'arena del temps. Tot això deia, i no m'ho puc treure del cap, no puc.

        —Roger!

        —Ho sento, noies, no puc anar a Cadaqués, potser dintre d'un parell d'anys. 

martes, 16 de noviembre de 2021

Relato 399

                      Puente (6)    

Arcadas del viejo puente que provocan vómitos al incauto paseante.      


El agua llegó al borde del puente sin sobrepasarlo. Fue una noche aciaga.

 

Puso un puente con su hermano, pero no había agarraderos en ninguno de los doce lados.

martes, 9 de noviembre de 2021

Relato 398

 

                                  Ausente

A veces sucede, escasas veces, pero sucede. Sucede que estás ausente. De estar siempre contigo paso de repente a estar solo, sólo con tu ausencia.

Y entonces siento miedo, siento la soledad como única compañera y te añoro, amiga, te añoro. Y aún más cuando descubro en la distancia cuanto te quiero, cuanto me llena tu presencia y cuan vacío me deja tu ausencia.

Me avergüenza, entonces, reconocer lo mucho que dependo de ti, que te lo debo todo, que no soy nada si tú no estás, y este sentimiento de vacío me aterroriza. Cuando te alejas me quedo desnudo, no sé qué hacer, dónde esconderme, tirito de frío y me dan escalofríos.  Es mucho, mucho el tiempo que llevamos tú y yo juntos.

Me doy cuenta que eres el nervio de mi vida, tuyas son mi actividad, mis ideas y hasta mi propia identidad.  Se me entrecorta la respiración, se me enervan los dedos y el horror me aprisiona cuando me asomo al borde del precipicio oscuro y profundo de la vacuidad. Palidezco, tiemblo, me castañean los dientes, intento mantenerme firme. Es un umbral extraño, que no oso ni mirar, regresa pronto, te lo pido de rodillas, te lo imploro y lloro, no me dejes sólo con mi soledad.

 Floto en la inmensidad, me dejo llevar, anhelo calma, siento el vértigo del agujero negro que me absorbe con una energía poderosa y desconocida, algo se rompe, se fracturan quinientos huesos y millones de ideas, se disocia la carne de la sangre y también las palabras carne y sangre y algo flotante se extravía por el universo inmenso de la nada, unos segundos de congoja, sin apoyos ni firmeza, sin seguridad a merced del incierto destino y entonces ¡ah!, entonces sucede, de nuevo sucede que me asusto, no me atrevo y me aferro sudando, jadeando a un saliente, casi me muero engullido por el gran dragón energético.

Y en seguida aparecen las primeras palabras, unas de desesperadas: por favor, amiga, retorna, te necesito, esto no me parece vivir, sin ti estoy muerto, casi ni me siento, ni respirar el aire puedo, que me asfixio, amor, vuelve pronto, que me muero.

A veces sucede, sólo cuando estás ausente, que la soledad casi me aniquila. Por eso te digo una vez más, amiga, que te quiero, que sin ti sólo soy nada. 

martes, 2 de noviembre de 2021

Relato 397

                                           Tío

Escribí:

“…Són un quart de set de la tarda i sóc assegut sota l’escala de ferro que puja a la pallissa, en una cadira baixa de boga un xic estripada. Fem un semicercle de persones que algunes no conec entorn del teu fèretre, estimat oncle. Ocupes el centre de l'estança, on antigament guardaves el carro i ets dintre d'un taüt marró fosc, arrodonit pels extrems i amb una tapa posada amb un petita finestreta de vidre. M'he assegut després de passar molta estona mirant-te i parlant-te i desitjant-te que la sort et continuï acompanyat allà on vagis com va fer-ho en vida, quan vas sobreviure als mils perills de la guerra, els mateixos que amb tant de realisme explicaves i que ens deixava a tots embadalits, i plens d'admiració. T'he estimat molt, tío, moltíssim, potser igual com em vas estimat tu.

“Això s'ha acabat, s'ha acabat la guerra” t'he dit en veu baixa, abans de seure'm. Vas morir ahir, nosaltres l’envoltem, esperem anar a l'església. Tens tres rams de flors damunt i un al terra, el més gros, que és del veïnatge i que diu només Pel nostre Pere estimat, en lletres daurades molt grosses. En els més petits llegeixo successivament del teus nets, dels teus nebots, de la teva esposa, fill, nora  i cunyats. La padrina no ha volgut corona, diu que és massa aparatosa. Es mastega una certa tensió, amb mosques i calor i em sento incòmode...”

         Les estoy trascribiendo la página veinte de mi diario correspondiente al mes de junio de 2001, del día quince. Es una libreta de hojas lisas y de tapas de plástico azul y transparente donde describo el sentimiento de duelo que se produjo en el momento de la muerte de mi adorado tío en Mora de Ebro, de donde soy originario, aunque hace muchos años que vivo en Barcelona.

           “...Hem sortit en processó caminant darrera del cotxe fúnebre, darrera teu. Seguint-te i en primera línia de foc tota la família, els homes per un costat, les dones per un altre i al arribar a l'església i abans d'entrar-hi el dol de tot el poble passant per davant nostre donant-nos el condol i “l'acompanyo en el sentiment”  ha estat la frase més socorreguda. Han estat infinites les persones que han acudit al teu acomiadament, tío, i tanta multitud de principi m'ha aclaparat molt, però després m'he refet i he pogut comportar-me com  un professional de l'atenció afectiva, consolant fins i tot als teus amics plorosos, que eren un munió. Em marejaven tantes cares seguides, tants homes, tants records: el vell barber petit i amb bigoti on hi anaves a xollar-te el cabell (la seva perruqueria tenia un terra de tauler d'escacs, recordes?) i que em va reconèixer, el sabater mut que era molt bo amb l'ajedrez , (als anys seixanta, quan jo era petit i tu m'ensenyares a jugar-hi li dèiem així als escacs), o el cap de reg que mai t'havia caigut bé  i que sempre feia de capità romà per setmana santa també em va donar la mà amb  llàgrimes als ulls. I tots els teus amics del billar, és clar, que tant i tant t'agradava.

         I entràrem a l'església, tu al capdavant (tu, que no eres de missa!) i el sermó

rutinari del capellà exaltant l'acceptació de la voluntat de Déu perquè Ell sap i nosaltres no. També va dir que la teva mort (el bonàs Pere, va dir) t'era una benedicció ja que et reuniries aviat amb Déu i això em va semblar de molta barra, pertorbant-me'n encara més. Moltes persones combregaren i després una altra vegada el dol dels presents a l'església, una a una pel davant del primer banc on érem els familiars directes, amb molta devoció i mostres de dolor intens i la frase habitual “t'acompanyo en el sentiment de pèrdua” i vàrem ser molts els que ens commoguérem i on gairebé em varen desmuntar.   

        Després arribà la comitiva dels íntims al cementiri, l'acte del teu enterrament

 al forat 531, un de capdamunt, com no podia ser d'una altra manera. Vàrem observar les feines del paleta treballant una bona estona amb un silenci sepulcral (com tu haguessis dit) i només quan va concloure, i tu, tío, et vares quedar tancat per sempre més en aquell nínxol fosc, vaig adonar-me que no et veuria més, que no et tornaria a veure viu mai més...”

          Hoy, dos de noviembre de 2021, día de los difuntos, mi amado tío ha venido de alguna manera a mi memoria para recordarlo, para recordarme que la muerte no es algo que le pase a los demás, que la muerte también me va a suceder a mí, y también a ti, amable lector, y a todos los lectores del mundo y aún a los que no leen (como diría mi tío)  y que no sabemos cuándo, pero que un día o tal vez una noche llegará y entonces se nos llevará al agujero profundo para no volver nunca más.

          Como le ha pasado a mi tío y a casi todos los que le despidieron aquel quince de junio de 2001.


martes, 26 de octubre de 2021

Relato 396

 

                        Vértigo

 

Me asusta el vértigo que produce el paso del tiempo y el quedarme sin testigos de los hechos que viví en mi infancia o en la adolescencia o en mi juventud incluso. A quién preguntaré si no queda nadie a quién preguntar, a quién podré consultar aquel dato incierto si ya no queda nadie vivo con el que lo compartí. El hacerse mayor también implica este aspecto, el de quedarse sin compañeros de viaje, sin su memoria amiga.

Sin testigos, podría también recrearme inventando un pasado distinto del que en realidad fue. Nadie podría refutármelo, salvo mi conciencia, mientras exista. Probablemente esta variación a nadie le importaría un bledo… 

Cuando deje de recordar o escribir sobre el pasado, dejará de ser algo vivo para convertirse en un lastre desconocido que pesa en las entrañas, en una especie de agujero negro que uno lleva dentro sin saber que en verdad eso que guarda y le pesa tanto, le ocurrió a él en un tiempo pasado. En algo que forjó su carácter, su personalidad y también su estilo de vida y muerte. En algo olvidado por completo que fue esencial en su vida, convertido ahora en un agujero desconocido e inmortal.

Tal vez la vida sea también un ir olvidándola a gajos mientras la andas, recuerdas o escribes, tanto si quieres como si no, yendo incluso en contra de la persistencia del Ser.

Eso es, por cierto, lo que viene sucediendo a la Humanidad, generación tras generación, repitiéndose continuamente en una espiral evolutiva distinta. El tiempo engulle toda experiencia vital en la gran panza universal del olvido, dejando escasa presencia de los que un día vivieron, rieron y padecieron.

Sin embargo, la actualidad es arrolladora y se impone paso a paso, vértigo tras vértigo, día a día… sin que nada ni nadie la detenga.

martes, 19 de octubre de 2021

Relato 395

 

                                Silencio (6)

¿Incomoda el silencio? Sólo cuando se está solo/a y eso no ocurre nunca.

martes, 12 de octubre de 2021

Relato 394

 

                                      Peregrino

 

Amigo, ahora mismo transitando por estas trashumantes tierras me rebosa una añoranza extraña y mi corazón, solitario, se enternece al acordarme de ti.

Tú y yo anduvimos antaño juntos por estas mismas cumbres y llanuras, perdidos por estos montes de la desesperanza, uno amarrado al otro, uno sosteniendo al otro.

Amigo, te sigo extrañando, allí donde te encuentres, que hace muchos años que no te veo, que los torrentes nos alejaron del estruendo del desfiladero, que apenas recuerdo tu nombre, Antonio, y apenas tu rostro orondo, de barba espesa, con unas gafas gruesas de pasta y oscuras.

Sabes, tal vez no nos veamos nunca más, incluso puede que si un día el azar quisiera que nos cruzáramos por la calle, no nos reconociéramos. ¿Tanto habremos cambiado? ¿Seguirá tu tierra siendo la tierra que recorres? ¿Seguirás siendo un ciudadano del mundo, que tanto ufano te ofrecía? Veo ahora ondear en tu ausencia los trigales, y los gorriones, ¿sabes?, siguen ahí, enredando entre las espigas con sus juegos y trinos, y el dorado sol de mediodía que no cesa de rebrincar luminiscencias sobre donde puede alcanzar la vista.

Son las mismas tierras de labranza, las mismas de nuestras caminatas, pero tomadas en otro momento, con otros ojos, con ojos de distancia, y esto hace, amigo, que no sean las mismas, pues nada es tan cambiante y peregrino como la guarida del pasado y de la memoria que es su huésped. ¿A dónde fueron aquellos sueños nuestros de reforma? ¿A dónde nuestras palabras y anhelos? ¿A dónde nuestra juventud revolucionaria?

Querías ser poeta, taladrar la acerada hacienda de papel con el afilado arado de tu pluma y un idealismo escaso de bagaje. ¿Qué fue de todo ello, Antonio?

¿Tendrás casa? ¿Compañía?

Tal vez tengas como querías un tren, una ciudad, o un lugar donde caerte vivo o muerto escribiendo versos o tal vez sólo te mantenga en pie como entonces la soledad.

martes, 5 de octubre de 2021

Relato 393

 

                                Viaje (1)

Me dijo que tenía que proseguir, que estaba de viaje.

martes, 28 de septiembre de 2021

Relato 392

                                     

Diario

Me duela adentro. Padre está perdiendo mucho y rápido y no puedo evitarlo. Ayer fui a verle a la Residencia hablamos mientras le daba la comida.

        ―Y tú, ¿cómo te llamas, padre?

        ―¿Quién, yo?

        ―Sí, tú, ¿te acuerdas?

        ―Sí, claro, yo me llamo José Luis Peralta Expósito.

        ―Muy bien, padre, ¿y yo?

        ―¿Tú?

        ―Sí, yo. Abre un poco más la boca, por favor.

        ―No lo sé, señora, ahora mismo no me acuerdo.

        ―Soy tu hija, Sara, tu Sarita de cada día, padre, como tú me llamabas.

        ―Perdóname, hija, se me ha olvidado.

        ―Hace tiempo escribiste tu biografía, tenías muy buena memoria.

        ―¿Quién, yo?

        ―Sí. Escribiste que habíais traído al mundo a una niña preciosa y que le llamarías Sara, como tu esposa. Que lo pasasteis mal porque venía de nalgas y que a mami le pusieron anestesia total en contra de su voluntad que quería un parto natural. También dices que cuando me viste llorar por primera vez te parecí un borreguito indefenso y que tú también lloraste, pero de alegría. Ya han pasado cuarenta y ocho años, padre.

        ―¿Que tengo cuarenta y ocho años?

        ―No, no es eso. Toma un poco más, termínate al menos esta cucharada.

        Me apena, no puedo evitarlo. Ver a este hombre, mi padre, en otro tiempo invencible y ahora convertido en una piltrafa humana me destroza. Esta enfermedad le está devorando el cerebro por dentro y le está robando su identidad. ¿Quiénes somos en realidad? Asisto atónita a su derrumbamiento y no puedo evitar que me duela, que me derrumbe cada vez que vengo a verle.

        ―Hace unos años, padre, cuando estabas mejor me dijiste: cuida de tu madre, por nada del mundo la lleves a una Residencia, a mi joyita no, no lo resistiría, ella es una paloma libre. ¿Me has oído, padre?

        ―¿Qué dice, señora?

        ―Nada, padre, que yo también te quiero.

 

        ―Sara, por favor, quieres venir?

        Sara cierra su Diario, el que estaba releyendo por la página de hoy de hace seis años, se levanta de la butaca de su despacho, se atufa el cabello hacia atrás, se friega los ojos, cierra la luz del flexo y alzando la voz responde:

        ―Voy, madre.


martes, 21 de septiembre de 2021

Relato 391

                                Venus


        Tenía el planeta Venus aislado en la casa séptima de su carta de nacimiento.

Por eso la dejó.

O por eso lo tenía, que no queda nada claro.


martes, 14 de septiembre de 2021

Relato 390

 

                                        Qui?

Estaràs despert, potser patint perquè és tard o massa aviat i encara no hi hauré arribat. Tindràs neguit i suaràs, engoliràs saliva i et remouràs en el llit sense parar, sense saber de quin costat quedar-t’hi, sense descans.

        Amb els ulls desvetllats auscultaràs els batecs del rellotge de la tauleta de nit i també del teu cor, tic tac, tic tac. Passaràs les hores en blanc i no et podràs relaxar. Sabràs què significa està sà i el què està malalt, què vol dir estimar i què odiar, provaràs què vol dir el insomni i l’estat d’estar a l’aguait.

Un dia sentiràs l’ascensor que s’aturarà a la teva planta i uns passos al replà, soroll de claus que obriran la porta de casa teva i en silenci m’escolaré pel passadís i m’aproximaré al teu llit. Tant fa el que hagis fet a la teva vida, el que facis avui, si estàs despert, somnolent o dormit, si m’esperes o no, jo vindré i amorosament t’abraçaré.

martes, 7 de septiembre de 2021

Relato 389

                                Puente (5)

La lluvia azota el puente que construimos con las piedras de nuestros afectos.


El puente de las tres arcadas salva el áspero torrente de la desesperanza.


Ese puente no durará siempre, recuérdalo cuando lo franquees. Tampoco tú (ni

 yo) duraremos para siempre. 

martes, 31 de agosto de 2021

Relato 388


                                    Migrantes

 

Mohamed Alfolí está enterrando a su madre siguiendo el rito cristiano, como ella deseaba, en el cementerio de Collserola, en Barcelona. Le acompañan sus dos hijas, su esposa Fátima y un buen número de amistades de la colonia marroquí de la ciudad. Su madre, Amina, acababa de cumplir los sesenta y cinco cuando la muerte la sorprendió de camino al mercado de Sant Antonio en una esquina del Paral·lel atropellada por un patinete eléctrico. Sucedió todo muy rápido, Amina no tuvo tiempo de reaccionar, el golpe fue brutal, salió despedida hacia la calzada y su cabeza impactó contra el bordillo y un reguero de sangre empezó a manchar el asfalto. Amina no se movía. El servicio médico de la ambulancia no pudo más que certificar su muerte instantánea. En la caída se había fracturado el cuello.

         —Mohamed Alfolí?

        —Sí, dígame.

        —Lo sentimos mucho, soy la Dra. Cid, del servicio móvil de urgencias del Clínic, tenemos una mala noticia, su madre ha sufrido un accidente y está herida de gravedad...lo sentimos.

        —¿Cómo? ¿Amina? Si he hablado con ella hace un momento, iba al mercado.

        —Lo sentimos, Sr. Alfolí.

        —¿Cómo se encuentra?

        A Mohamed le temblaba la voz, herida grave, decían, su madre. ¿Qué significaba eso en boca de una médica? Se temía lo peor, no quiso seguir preguntando.

        Unos operarios están elevando el ataúd de Amina hacia al nicho 3408, que ha sido previamente ahuecado y retirada la losa de piedra que lo cubría. La mañana es fría y llovizna suavemente, no se oye nada salvo el gorgoteo de algunos gorriones entre los conos de los cipreses, y el ruido sordo del motor del camión elevador.

        Amina quería vivir en Barcelona, quería que sus hijos crecieran en Barcelona, quería una vida digna en Barcelona. Huyó de Marruecos en una patera junto con otras mujeres, todas mujeres huyendo de los abusos y de la miseria. Estaba embarazada, la mar en el Estrecho se encrespó, cuántas veces nos lo contaste, madre, “las olas rompían contra el casco de madera y lo cuarteaba, hacíamos lo que podíamos, remábamos con empuje, en especial yo, hijo, estaba fuerte a los treinta, te llevaba en el vientre, tú eras por lo que luchaba, por tu futuro, lo que me pasara a mí ya no tenía importancia, lo importante eras tú, hijo, te llevaba a ti, estaba fuerte a los treinta.” Me llevaba a mí...cuántas veces me lo contaste, madre, cuántas, sentados en un banco del parque de la Universidad, comiendo a disgusto la merienda que me traías y el premio de las pasas dulces una a una, cuántas...

        “...Tú me distes fuerzas, hijo mío, para seguir remando en aquel infierno de agua, fuiste tú quien remabas insuflando energía en mis brazos y piernas, en mi corazón, fuiste tú, lo hice por ti, naciste en la patera, hijo mío, remaba y a cada palada un sobresalto en la barriga me acercaba a ti, no podíamos parar, a cada sacudida, coronabas... Tú y yo en el horror del mediterráneo nos liberamos de la oscuridad cerca de la costa, sobrevivimos, hijo mío, tus lloros se mezclaron con los míos, seguimos remando juntos de puro desespero, no me dolían ni las lágrimas, remar y remar, sólo pensaba en remar... Tu fuerza nos salvó, los guardacostas nos rescataron cuando la barca medio hundida acabó zozobrando en el arrecife de Tarifa...Fue espantoso, espantoso... Cuando te tuvieron en brazos, hijo mío, envuelto en aquella manta térmica de color naranja eléctrico, cuando te vi en manos seguras, no pude más y me desmayé.” Cuántas veces me lo has contado, madre, cuántas... 

        Los paletas están cubriendo el nicho 3408 con la misma losa de piedra que había y de unos ganchos oxidados cuelgan una corona de flores con un lazo rosa que reza: te queremos, madre, siempre te querremos.

         De otro gancho retorcido agarran un trocito de casco de madera, viejo y resquebrajado.