XPR
No
puede ser que el sin etiquetas XPR (por confidencialidad) se tope
mayoritariamente con gente conflictiva y loca, con personas que constantemente le
contradigan y le quieran amargar la vida, a él, que es una persona feliz. El
otro día fue a comprar unas chuletas por encargo de su pareja y el tipo se negó
a vendérselas alegando que estaban reservadas, cuando las tenía expuestas al
público en el mostrador frigorífico sin ningún aviso. Se tuvo que quedar unas
pechugas de pollo, que, por supuesto le hizo filetear.
Contradecirle es una constante en la vida de XPR. Le pasa
con mucha frecuencia, por ejemplo, ayer intercambió unas palabras con un
cualquiera en el ascensor y el tiempo estaba soleado, pero cuando XPR le
preguntó por qué llevaba paraguas, el cualquiera de la escalera le respondió
con tono severo: luego lloverá. XPR calló, pero hizo un mohín de desagrado.
¿Acaso te molesta? —continuó el cualquiera. XPR se limitó a sonreír. Estaba
indignado, habían querido cabrearlo de buena mañana, era evidente que iba a
lucir el sol todo el día, como así sucedió. XPR está persuadido que hay mucha
gente envidiosa a la que no le gusta ver personas felices, les dan rabia y
tratan de fastidiarles el día, sea como sea.
Las estadísticas oficiales
dicen que de cada cien individuos uno está lamentablemente pasado de rosca y … ¿me
van a tocar todos a mí, rompiendo las sagradas estadísticas? —se preguntaba
XPR.
Pero cabe también preguntarse y así lo hizo XPR: ¿Y si el
loco fuera yo y no los otros? XPR consideró pertinente la pregunta.
Así que XPR repasó
mentalmente su modélica vida: Tengo cuarenta y cuatro años, vivo en pareja
desde hace quince, tenemos un hijo y una hija que adoramos, un piso de
protección oficial hipotecado en las afueras de Barcelona, un trabajo fijo en
el Instituto Nacional de Empleo, un Primus ecológico en el garaje del edificio
que ya está pagado y que pronto tendré que renovar, un perro galgo rescatado de
la perrera del que se enamoró mi pareja, una pecera de agua salada con peces de
colores para el disfrute de los peques y los palos de golf para cuando vamos a
la playa. (Y que, dicho sea de paso, él aprovecha para ir al golf, pues odia
estar tendido al sol, sin hacer nada).
¿Está loco por no querer estar con la familia en la playa?
XPR considera que en absoluto, que él es un buen representante del planeta,
respetuoso con las leyes de su país, al corriente con el fisco, conservador de
la especie y afectuoso con los suyos.
Aunque pensándolo bien, —reflexionó XPR mientras conducía
su Primus —si el loco fuera yo, si por casualidad me reconociera como tal en
mis relaciones sociales, pero en absoluto en mi vida privada entonces, ¿Podría
ser un loco a tiempo parcial, existe eso?
Descartó la agorafobia porque no era su caso, el sin
etiquetas no tenía miedo de salir a la calle ni de la sociedad, con la gente
del trabajo se llevaba ni fu ni fa, estaban demasiado ocupados en el empleo
propio y ajeno para incordiarse entre sí.
Sin embargo, la idea de que pudiera ser un loco parcial le
encantó a XPR. Le otorgaba prestigio, diferenciación, carácter. Fue sentirse
loco parcial y liberarse por completo de su ansiedad y sus miedos sociales, su
vida adquirió de pronto un sentido inesperado, se le volvió poderosa, infalible,
plena. Era evidente que él era un loco social, nada más y nada menos que un
loco parcial.
Era justo lo que
XPR necesitaba para ser completamente feliz: un diagnóstico.
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