martes, 13 de mayo de 2014

Relato 7


                                               Resina

La otra tarde fui a buscar piñas con mi mujer a ese bosque  ─y levanta la mano para señalármelo el viento había amainado y en un rato cogimos un par de bolsas bien buenas. El hombre se calla, me mira, espera que le diga algo, me limito a mirarle y esbozarle una leve sonrisa. Sabe Ud., ahora que no trabajo tengo más tiempo libre y ayudo a mi mujer en la cocina, ella cocina y yo le procuro la leña, sabe Ud., que no están los tiempos para muchas alegrías. Se vuelve a callar y me mira. Asiento con la cabeza sin pronunciar palabra. La tarde transcurre apacible, pasea gente despreocupada con perros, niños, bicis y pelotas ¡Esto es vida! exclama, de repente refiriéndose al bullicio que pasa ante nosotros. Asiento más convencido y le sonrío cortésmente. Habían alguna de cerradas, con resina, sabe Ud., joder tuve que restregarme las manos sobre el tronco, la resina es jodida, se te engancha entre los dedos y no hay Dios que la quite, no quise manchar el pañuelo, sabe Ud., ésas, las puse aparte. El hombre calla, tose un par de veces, me vuelve a mirar y como no digo nada, sonríe, mira hacia el suelo y con el bastón aparta una colilla. Cada vez hay menos gente que fuma, fumar es malo, sabe Ud., como el amianto. Yo estuve trabajando en la fábrica de Cerdanyola, trabajando allí cuarenta años, sabe Ud. ¡Uf!, allí no teníamos protecciones de nada, en aquella época no se sabía de los peligros del asbesto ese, sabe Ud. Es que yo no he fumado nunca, que lo sepa, el tabaco es malo, el amianto peor. Mi hermano trabajaba conmigo, mi hermano Alonso, mi querido hermano mayor. Se llamaba como padre, éste ha de llamarse Alonso le dijo a madre cuando supo que estaba embarazada, Alonso Romeral, como yo. Las veces que nos lo había contado exclama, con ademán nostálgico, mirándome de reojo. Sonrío más claramente, como si me hiciera cargo, como si estuviera de acuerdo, escucho. De pequeños íbamos a coger piñas, sabe Ud., en mi tierra se cogían para vender y para sacar los piñones, para vender a los ricos, entonces se sacaban a mano, uno a uno, los piñones, eso daba justito, pero daba, sabe Ud., nos ganábamos la vida, la tierra es ingrata, ya lo decía padre: hijos, dejad la tierra, iros a la ciudad, aquí no hay nada ni futuro. Que se lo digo a Ud. que la tierra es ingrata, mucho trabajo y luego un vendaval se lo lleva todo al barranco y te quedas sin nada, apenas con lo puesto. Con las piñas se puede contar, hay piñones, hay resina, es verdad, pero se puede contar, siempre se puede contar con las piñas. Meneo la cabeza afirmando, me mira escéptico, tose, se lleva el pañuelo a la boca, escupe algo, le echa una ojeada, dobla lentamente el pañuelo y se lo guarda en el bolsillo, me vuelve a mirar, esboza una sonrisa que se me antoja un poco cínica. Ud. es poco hablador, ¿verdad? El viento se levanta de nuevo y agita las copas del pinar de enfrente, unos gorriones revolotean entre las ramas, la tarde palidece y el sol tiembla al caerse por el horizonte. Qué acabe Ud. de tener un buen día, creo que voy a pillar algunas piñas más, ojalá sean de piñones, aunque tengan resina y sino, pues, también, para el fuego de mi mujer, hasta otro día. Le sonrío más abiertamente, el hombre se levanta del banco y cojeando y tosiendo se va apoyándose en el bastón en dirección al bosque. Le veo alejarse pesadamente, le veo extender su brazo izquierdo y sacar del bolsillo una bolsa transparente, justo cuando el contraluz es perfecto.       

No hay comentarios:

Publicar un comentario