Venecia (y 13) (ver
relato 188)
(en verde) Preguntas, Albert, por la Loggetta:
a los pies del campanile hay una construcción de mediados de XVI, de Sansovino,
hermosa y suntuosa a base de mármol de Carrara y piedra de Istria, que llama
mucho la atención del turista. Fue centro de reunión de gente rica de Venecia,
centro comercial de la época. Ocho columnas de mármol sostienen la amplia terraza,
y en el centro los tres arcos de la entrada. En las cuatro hornacinas hay
estatuas de dioses romanos antiguos mientras que en los bajorrelieves dominan
las escenas mitológicas. También preguntas por la biblioteca marciana (marciana
por San Marcos, no por extraterrestres como tú sugieres, tonto) de finales del
XVI, que cuenta con más de un millón de libros impresos, infinidad de
manuscritos con miniatura y cerca de tres mil incunables. Miniatura viene de minio, es decir, del óxido de plomo
rojo que se utilizó al principio no como antioxidante, sino como componente de
la tinta para iluminar los dibujos o pinturas de lo códices ilustrados en el
medioevo. Es un edificio clásico (los venecianos honraban a los romanos con
quienes negociaban) con arcos dóricos en la planta baja y en el frontal alternan
triglifos y metopas. El friso está rematado con relieves sucesivos de
querubines y guirnaldas de flores y frutas. La decoración escultórica de los
arcos es de Alessandro Vittoria. Un rasgo notable de Venecia es que está
prohibido hacer picnic en esta piazza, (se persigue y multa) y también la
pesca, el agua de Venecia está contaminada como tu LLobregat (hace tiempo, sí,
Angelina, ahora no, con las depuradoras) y el pescado
viene de fuera y sale por las nubes, de hecho aquí todo está muy caro, lo
insólito se hace pagar y lo pagamos todos, los turistas y nosotros. Mi amiga
Silvina ya ha dejado de comer pescado y yo estoy volviéndome vegetariana.
Últimamente me encuentro más cansada y me duelen los huesos y hasta el alma, no
sé si esta ciudad me está matando a golpes de marea o me está oxidando, el caso
es que no me siento bien y quiero hacerme un chequeo. ¡Qué bueno que tengas
noticias de la señora desconocida! Ha resultado ser una ex-operadora de
Telefónica de España, una mujer independiente, soltera, que viajó mucho, que
hace años estuvo aquí, en Venecia, y que al parecer murió sola y sus
fotografías de viaje (¿a quién le podrían interesar?) fueron a parar a un
mercado de segunda mano (donde tú compraste los negativos por pura curiosidad) seguramente
como comentas por haberse vaciado el piso donde vivía cuando falleció. ¡Qué
pena el olvido, Albert, qué pena me da! Qué bueno, que fuera otra ex operadora
la que reconociera la foto del diario, una ex amiga, Amparo, que te llamara de
¿Palencia o Valencia?, no se ve claro y hablaras con ella. Ahora ya sabes el
nombre de tu desconocida —Lourdes García Albano— y que nació en Málaga y que
trabajó casi cincuenta años en una centralita de Madrid, que podría tener ascendencia
italiana por parte de madre, que según su amiga se volvió con los años huraña y
distante, sin casi amistades, y yo digo, Albert, ve a saber qué le sucedió a
Lourdes para volverse así de amagada, porque todo tiene una razón de ser,
¿sabes, Albert?, que según te dijo fue la misma Amparo quien arrojó las cenizas
de Lourdes al mar malagueño siguiendo su última voluntad. ¿Te das cuenta,
Albert, que de ella no queda ya nada más que tus fotos rescatadas de un mercado
antiguo? Siento escalofríos, no sé, igual hasta tengo fiebre, se me está
removiendo el estómago, tú, lejos, el tiempo pasa, suerte tengo de tener a mi
amiga Silvina, cerca. En momentos difíciles se agradece tener al lado alguien
que te quiera de verdad. Besos, Ciao. XXX
Ésta es la última postal que tengo de
Angelina. Y es de hace años. No sé que habrá sido de ella ni el resultado de su
chequeo y en estas horas inciertas me apena no saberlo. Estuve unos meses
escribiéndole postales, ansioso de saber y no me contestó ninguna. No sé qué
habrá sido de ella, si seguirá viva, si tendrá pareja, tal vez hijos, tal vez sea
abuela, o lo más probable haya mutado en Sirena de las aguas venecianas.
No lo sé y me apena. Me duele el olvido
como ella misma dejó escrito.
Sigo pendiente de ir a Venecia, todavía,
a rescatar a Angelina, a rescatarnos del pasado vivido, me conozco la ciudad al
dedillo por sus postales, pero tal vez, sólo tal vez, no pueda ir nunca.
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