martes, 9 de octubre de 2018

Relato 237

                                   Animales                                (A Ricardín)

        —Está bien, mami.
        —Ahora, cómete tu sepia.
        —La sepia no es de verdad,¿no?
        —No.
        —Entonces, no habla ni tiene cabeza, ¿no?
        —No.
        —En dónde está su cabeza?
        —No tiene cabeza. Sólo es parte de la sepia cortada.
        —¡Ah!, y la cabeza está en el mar.
        —No. Está en la pescadería.
        —¿Un hombre la cortó?
        —Sí, la cortó.
        —¿Por qué?
        —Para que podamos comer. Si no, nos la tendríamos que comer entera.
        —Pero, por qué?
        —Para comerla, es muy grande, igual que cortan los pollos y las gallinas.
        —Ah!, los pollos y las gallinas. Nadie come gallinas.
        —¿Nadie come gallinas?
        —¡Ellos son animales!
        —Eh? Vale, hijito, entonces, cómete las patatas.
        —Sólo las patatas y el arroz.
        —Está bien.
        —Las sepias son animales.
        —Está bien.
        —Todo eso son animales, mami. Los peces son animales, las sepias son animales, las gallinas son animales, las vacas son animales, los cerdos son animales.
        —Pues sí.
        —Entonces, cuando comemos animales, ¿ellos mueren?
        —Así es.
        —¿Por qué?
        —Para que podamos comerlos, amor.
        —Pero, por qué ellos mueren. No me gusta que ellos mueran, me gusta que sigan de pie, felices.
        —Bien. Entonces no volveremos a comer carne. ¿Está bien?
        —Esos animales debemos cuidarlos, no comerlos.
        —Tienes razón, hijito. Cómete entonces las patatas y el arroz.
        —Está bien. Pero, ¿por qué estás llorando, mami?
        —No, no estoy llorando, es solo que me tocaste el corazón.
        —¡Ah!, entonces, dije algo bonito.
        —Ahora come, hijo, no es necesario que te comas la sepia. Así está bien.                                                        

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