Animales (A Ricardín)
—Está bien, mami.
—Ahora, cómete tu sepia.
—La sepia no es de verdad,¿no?
—No.
—Entonces, no habla ni tiene cabeza,
¿no?
—No.
—En dónde está su cabeza?
—No tiene cabeza. Sólo es parte de la
sepia cortada.
—¡Ah!, y la cabeza está en el mar.
—No. Está en la pescadería.
—¿Un hombre la cortó?
—Sí, la cortó.
—¿Por qué?
—Para que podamos comer. Si no, nos la
tendríamos que comer entera.
—Pero, por qué?
—Para comerla, es muy grande, igual que
cortan los pollos y las gallinas.
—Ah!, los pollos y las gallinas. Nadie
come gallinas.
—¿Nadie come gallinas?
—¡Ellos son animales!
—Eh? Vale, hijito, entonces, cómete las
patatas.
—Sólo las patatas y el arroz.
—Está bien.
—Las sepias son animales.
—Está bien.
—Todo eso son animales, mami. Los peces
son animales, las sepias son animales, las gallinas son animales, las vacas son
animales, los cerdos son animales.
—Pues sí.
—Entonces, cuando comemos animales,
¿ellos mueren?
—Así es.
—¿Por qué?
—Para que podamos comerlos, amor.
—Pero, por qué ellos mueren. No me gusta
que ellos mueran, me gusta que sigan de pie, felices.
—Bien. Entonces no volveremos a comer
carne. ¿Está bien?
—Esos animales debemos cuidarlos, no
comerlos.
—Tienes razón, hijito. Cómete entonces
las patatas y el arroz.
—Está bien. Pero, ¿por qué estás
llorando, mami?
—No, no estoy llorando, es solo que me
tocaste el corazón.
—¡Ah!, entonces, dije algo bonito.
—Ahora come, hijo, no es necesario que
te comas la sepia. Así está bien.
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