Encargada
—¿A la calle, hija?
—Sí, de un día para otro. Es
desesperante, otra vez sin trabajo.
—Lo sentimos, hija, te apoyamos en lo
que necesites. ¿Qué te dijo la encargada?
—Que no había superado el periodo de
prueba, sin más explicaciones, me dio el finiquito y se quedó tan fresca.
—Pero, ¡si fuiste la dependienta líder
de ventas del mes pasado de todas las tiendas de Barcelona!
—Ya, y me lo curré mucho, pero según
ella no doy el perfil.
—No lo entiendo.
—Ni yo. Un trabajo que me gustaba.
—Si hasta te quedabas más tarde para
completar las ventas.
—Sí. Luego la encargada cambiaba el
tíquet para ponérselo a su nombre, por las comisiones. Aquel día, el que me
quedé hasta las nueve, hice una venta de 625 euros y se la adjudicó ella por la
cara. Y no te lo pierdas al día siguiente se pavoneaba de la venta con los
jefes y las otras dependientas.
—¿Y tú no le dijiste nada?
—Que la venta la había hecho yo, y no
ella.
—¿Y?
—Que yo estaba de prueba y ella mandaba.
—Pues, vaya joya. Debe tener buenos
padrinos.
—Yo mantuve la calma, ya sabes, padre,
el trabajo en esa tienda de Tea Xop me interesaba, y en ningún momento le
levanté la voz. Estoy dolida. Superé con un excelente el cursillo de formación
de un mes, me lo curré mucho; no hay derecho, padre, no hay derecho...
—No lo hay, hija, es injusto. Déjame
abrazarte. Me entristece que te pase eso, tú vales mucho para la venta. Le
preguntaste por qué te echaban.
—Sí. Varias veces. No concretó, me
respondió con evasivas, me he quedado con las ganas de saberlo. Cuando insistí
me dijo que había informado a sus jefes que yo no era suficiente líder para
sustituirla. Que para ser líder hay que tener mala leche, dice.
—¡Si tú eres una líder natural, si has
llevado un negocio propio!
—Sí, pero al estar con los dos meses de
prueba no quise comentar nada.
—¿ Y sustituirla?
—Sí, para cuando esté de baja. Quiere
quedar embarazada.
—¡Qué edad tiene tu encargada?
—Es una cría, la Claudia tiene unos 28. El
mundo es extraño, padre, favorece a los pavones y castiga a los prudentes.
—Sí, muy extraño. Demasiado. ¿Por qué no
pruebas de hablar con sus jefes?, no te quedes con las ganas de saberlo. Aquí yo
veo gato muy encerrado.
—Sí, lo haré, que al menos sepa por qué
me ha echado.
—¡Qué menos!
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