martes, 29 de octubre de 2019

Relato 292


                                           Gregor

¡Por el amor de Dios, Gregor, haz algo, defiéndete, no te quedes como muerto, muévete, demuestra que estás vivo, actívate, ya!
        Levanto los brazos, los cruzo por encima de la cabeza, doy una palmada con las manos arriba y al mismo tiempo salto y abro las piernas, originando un terremoto. Luego volteo la cadera de un lado a otro con las manos en jarras diez veces para cada lado y viene un tornado. Hago flexiones, aparto una montaña, noto como se tensionan las pantorrillas y  me duele un montón donde el cuello.  
        Siento compasión por mí y por los seres vivos que he asesinado y engullido, siento haber provocado tanto daño, tanta desgracia, tantas lágrimas. Me apena haber desperdiciado mi vida con tanto mal. Pido perdón a todos/as.
        No pude elegir, ya sé que no es excusa, pero es cierta, nací gigantón, defectuoso de fábrica, sólo me interesé por mí, mataba a quien me contradecía, no soportaba discutir ni argumentar, nací así de simple, sólo cumplí mi destino.
        Quien criticaba mi joroba era criatura muerta. Quien se reía de mí tontura en la escuela, moría. Quien me acusaba de tener mal genio, sucumbía. Quien me insultaba o retaba también moría. Soy como soy, no soporto las mediocridades ni las medias verdades. No puedo cambiar, soy coherente.
        Nací aquí, como podía haber nacido allí, qué más da la identidad que otorga un país. Podía haberme dedicado a hacer el bien y colaborar con la humanidad, ayudar a mover ríos o asteroides, hacer presas o construir parques temáticos o desplazar continentes, pero elegí descuartizar niños y niñas, para comerme sus cuerpos tiernos. Quería recuperar la inocencia perdida por un camino tortuoso sin saber que con ello causaba demasiado sufrimiento. Demasiado sufrimiento. Fui un insensato, lo reconozco.
       
        El ogro Gregor fue abatido ayer por un obús de 155 Mm. que le seccionó el cuello. Ha sido enterrado esta mañana en el cementerio del Cuento. Algunos niños —continua la crónica— se han asustado porque han sentido que el ogro seguía vivo y que estaba agrietando el terreno roquero donde a mucha profundidad ha sido sepultado su enorme féretro. Otros, por el contrario, se han sentido muy aliviados. 

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