martes, 19 de noviembre de 2019

Relato 295


                                     Clic

En el portátil se le puso negra la pantalla, parpadeaban unos códigos extraños en blanco y negro, no sé qué error del atributo 128, hizo lo que pudo con lo poco que sabía y perdió toda la información que guardaba, todos los textos, todas las fotografías, toda su vida escrita.
El tipo se quedó estupefacto. El parpadeo insistente del clic neurótico acababa de llevársele para siempre su vida borroneada… No se lo podía creer.
Para siempre… suena mal, muy mal, suena a abismal.
Había perdido enterito su pasado escrito, los textos que noche a noche durante años había soñado, destilado, tal vez supurado.
Fue un martes y doce de una mañana reciente y fría de noviembre.
Estaba atónito, incluso desesperado. Pensó en dejar de arar la tierra fría.
Aceptémoslo, las pérdidas, lo son para siempre, un simple clic puede suceder en cualquier horizonte…
La historia humana es un campo preñado de pérdidas, tubérculos y calabazas —le repetía el eco a modo de consuelo desde la oquedad del silencio.
Fue un punto y aparte, por ejemplo, éste:


Luego se echó las manos a la cabeza... para rascarse el cabello o alguna pulga, salamandra, medusa o idea.
Estupefacto y más ligero del peso de las palabras vaciadas con fórceps por ese clic intruso, se le veía flotar por las callejas nebulosas de la irritación.
—¡Maldito seas, clic canalla, maldito seas! —atizaba a diestro y siniestro. Fue su única debilidad audible.
—Como no tiene remedio… empezaré de nuevo —atizó al aire, mientras escuchaba la reverberación del eco húmedo procedente del valle.
Punto y seguido.

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