Clic
En
el portátil se le puso negra la pantalla, parpadeaban unos códigos extraños en
blanco y negro, no sé qué error del atributo 128, hizo lo que pudo con lo poco
que sabía y perdió toda la información que guardaba, todos los textos, todas
las fotografías, toda su vida escrita.
El
tipo se quedó estupefacto. El parpadeo insistente del clic neurótico acababa de
llevársele para siempre su vida borroneada… No se lo podía creer.
Para
siempre… suena mal, muy mal, suena a abismal.
Había
perdido enterito su pasado escrito, los textos que noche a noche durante años había
soñado, destilado, tal vez supurado.
Fue
un martes y doce de una mañana reciente y fría de noviembre.
Estaba
atónito, incluso desesperado. Pensó en dejar de arar la tierra fría.
Aceptémoslo,
las pérdidas, lo son para siempre, un simple clic puede suceder en cualquier
horizonte…
La
historia humana es un campo preñado de pérdidas, tubérculos y calabazas —le
repetía el eco a modo de consuelo desde la oquedad del silencio.
Fue
un punto y aparte, por ejemplo, éste:
Luego
se echó las manos a la cabeza... para rascarse el cabello o alguna pulga,
salamandra, medusa o idea.
Estupefacto
y más ligero del peso de las palabras vaciadas con fórceps por ese clic
intruso, se le veía flotar por las callejas nebulosas de la irritación.
—¡Maldito
seas, clic canalla, maldito seas! —atizaba a diestro y siniestro. Fue su única
debilidad audible.
—Como
no tiene remedio… empezaré de nuevo —atizó al aire, mientras escuchaba la
reverberación del eco húmedo procedente del valle.
Punto
y seguido.
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