martes, 10 de diciembre de 2019

Relato 298


                                    Secreto

        —Sin condón, cariño, hoy sin condón.
    Hicieron el amor largamente esa tarde del quince de agosto, en la habitación de siempre, la que tenían medio alquilada a una amiga. Él estaba separado desde hacía años, con dos hijos en su haber, ella de alegre vida, iba con quien quería, él la amaba, ella no.
        —Cariño, estoy embarazada —le dijo unos meses después.
        —¿De mí?
        —¿De quién, sino?
        —Si, salvo aquel día de agosto, siempre hemos usado condón.
        —Precisamente.
        Pedro encendió un cigarrillo, dio un par de caladas sin musitar palabra, se acercó a la ventana que daba al patio, unas tórtolas se acicalaban sobre una antena que oscilaba. Se estaba levantando aire frío. Oscurecía. Sin girarse, dijo:
        —Entonces ¿te vendrás a vivir conmigo, Laura?
        —Si tú quieres, cariño, sólo si tú quieres, tendremos que darle un hogar a nuestro hijo. Te amo, Pedro, tengo ganas de estabilizar mi vida a tu lado.
         Quiere estabilizar su vida, menuda excusa, pero es la puñetera verdad. Sin embargo, Laura me miente, este hijo no es mío, lo sé, y aún con todo ¿estaré dispuesto a rescatarla de su disoluta vida?
         Pedro abrió la ventana, apretó la punta del cigarrillo contra el alféizar, lanzó la colilla al patio y las tórtolas, temerosas, alzaron el vuelo de inmediato. Sin cerrar, se dio la vuelta y le dijo:     
        —¿No te parece un poco precipitado?
        —No, cariño.
        Dijo "no, cariño" con un mohín gracioso, juntando sus labios carmesíes y abriendo exageradamente las piernas gentiles y mostrándole con desfachatez su sexo desnudo, turgente, recién afeitado. Pedro la observó fascinado, le atraían poderosamente, su desparpajo, la seguridad con que decía las cosas y el aire desafiante desde el pie de la cama. Aquella mujer rubia de fuerte atractivo sexual le volvía loco, seguía volviéndole loco.
No puedo dejarla abandonada, los hombres no la dejarían en paz, la cercarían igual que a una ave en celo. He de protegerla, Pedro lo siente así, hacerme cargo de ella y de su retoño. Laura se parece a una de las tórtolas asustadas que pendían hace un momento de esa antena, no puedo deshacerme de ella ni del bebé, no puedo...
        Ella desconoce que Pedro se hizo la vasectomía después de su segundo hijo y seguirá desconociéndolo. Será un secreto.    
        —De acuerdo, amor, puedes mudarte a casa la semana que viene —le dijo tiernamente antes de cerrar la ventana y empezar a desnudarse.

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