Secreto
—Sin condón, cariño,
hoy sin condón.
Hicieron el amor
largamente esa tarde del quince de agosto, en la habitación de siempre, la que
tenían medio alquilada a una amiga. Él estaba separado desde hacía años, con
dos hijos en su haber, ella de alegre vida, iba con quien quería, él la amaba,
ella no.
—Cariño, estoy
embarazada —le dijo unos meses después.
—¿De mí?
—¿De quién, sino?
—Si, salvo aquel día
de agosto, siempre hemos usado condón.
—Precisamente.
Pedro encendió un
cigarrillo, dio un par de caladas sin musitar palabra, se acercó a la ventana
que daba al patio, unas tórtolas se acicalaban sobre una antena que oscilaba.
Se estaba levantando aire frío. Oscurecía. Sin girarse, dijo:
—Entonces ¿te vendrás
a vivir conmigo, Laura?
—Si tú quieres,
cariño, sólo si tú quieres, tendremos que darle un hogar a nuestro hijo. Te
amo, Pedro, tengo ganas de estabilizar mi vida a tu lado.
Quiere
estabilizar su vida, menuda excusa, pero es la puñetera verdad. Sin embargo,
Laura me miente, este hijo no es mío, lo sé, y aún con todo ¿estaré dispuesto a
rescatarla de su disoluta vida?
Pedro abrió la
ventana, apretó la punta del cigarrillo contra el alféizar, lanzó la colilla al
patio y las tórtolas, temerosas, alzaron el vuelo de inmediato. Sin cerrar, se
dio la vuelta y le dijo:
—¿No te parece un
poco precipitado?
—No, cariño.
Dijo "no,
cariño" con un mohín gracioso, juntando sus labios carmesíes y abriendo
exageradamente las piernas gentiles y mostrándole con desfachatez su sexo
desnudo, turgente, recién afeitado. Pedro la observó fascinado, le atraían
poderosamente, su desparpajo, la seguridad con que decía las cosas y el aire
desafiante desde el pie de la cama. Aquella mujer rubia de fuerte atractivo
sexual le volvía loco, seguía volviéndole loco.
No puedo dejarla abandonada,
los hombres no la dejarían en paz, la cercarían igual que a una ave en celo. He
de protegerla, Pedro lo siente así, hacerme cargo de ella y de su retoño. Laura
se parece a una de las tórtolas asustadas que pendían hace un momento de esa
antena, no puedo deshacerme de ella ni del bebé, no puedo...
Ella desconoce que
Pedro se hizo la vasectomía después de su segundo hijo y seguirá
desconociéndolo. Será un secreto.
—De acuerdo, amor,
puedes mudarte a casa la semana que viene —le dijo tiernamente antes de cerrar
la ventana y empezar a desnudarse.
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