Resbalón
Todo empezó con un resbalón, el resbalón
de la puerta.
―No
se retrae, lo ven, y al no recuperar algún día me puedo quedar en la calle ―les
dije.
―Efectivamente,
dijeron, sin embargo este tipo de cerradura ya no se fabrica… La podemos
reparar, es una opción, en el taller tenemos recambios. Le haremos presupuesto.
―¿Quedará
bien? ―pregunté.
―Por
supuesto, respondieron.
Pero
no. Después de pagar lo que me pidieron (que era todo el dinero que me quedaba)
el resbalón retraía, sí, pero empezó a
agarrotarse el bombín. Girar la llave de la puerta era cada vez más difícil.
―El
bombín estaba bien, oigan, y ahora va duro como una roca, ¿no me quedaré en la
calle?
―Le
aseguramos que en la calle no se quedará. Lo hemos engrasado. Cuesta un poco, es
cierto, se habrá roto algún muelle del bombín, tiene tantos, pero no hay
peligro. Usted podrá entrar en su casa sin problema, se lo aseguramos.
Y aquí estoy en este banco de la Ciudadela, a la intemperie por causa de un resbalón, mientras busco un caco experto que quiera abrirme la puerta de casa por un plato de lentejas.
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