martes, 16 de junio de 2020

Relato 325


                                     Moretón

       
—¿Cómo te lo hiciste?
        —Con el pedal de la bici.
        —¿Te duele?
        —Un poco.
        —Ponte saliva.
        —Me he puesto una pomada transparente que me ha dado mi yaya.
        —Tardará días.
      —Ya lo sé. Una vez me di un golpe en esta otra pierna y me duró semanas. Me salió alrededor una mancha grande, parecía un huevo frito, muy frito. ¿Ves? casi no se nota.
        —No, no se nota. Bueno, un poco, el color es distinto.
        —El médico dice que tengo la piel delicada y la sangre muy gandula.               —A mí también me tarda días. Papi dice que tengo su misma piel pecosa, y que hemos de vigilar con los golpes y el sol, que es cosa de familia, más o menos y que viene de lejos. Por eso llevo pantalones largos.
        —Yo también tendría que llevar. La yaya no quiere, dice que moretón a moretón me iré haciendo fuerte. Ella está orgullosa de sus moretones, tiene muchos, está muy contenta porque ya no le hacen daño, dice que la vida la ha llenado de moretones.
        —¡Qué suerte! ¡Qué no hagan daño!
        — Sí.
      —Por eso su piel está tan amoratada, la protege del sol y de los golpes. Parece una berenjena.
        —Sí. Además, mi yaya dice que es algo que se contagia fácilmente, que cuando seamos mayores todos tendremos la piel a prueba de daños, pero que hace falta llegar a mayor y por eso la pomada que me da para que yo crezca fuerte, porque a mí los golpes todavía me hacen pupa.
       —Y a mí. No sé, la saliva, ¿cómo se llama tu pomada transparente?                                        

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