martes, 23 de junio de 2020

Relato 326


                               Cernícalo
      
      (por WhatsApp)
    
            Carlos: Por verte, Cristina, me muero por verte.
        Cristina: Bobadas. ¿Para qué, Carlos? ¿Qué pretendes? Hace mucho tiempo, más de treinta años.
        Carlos: Resulta que te extraño.
        Cristina: Extraño, extraño, palabras, Carlos, palabras y más palabras. Me dijiste: te querré siempre y ya ves te fuiste con aquel espantoso gurú a buscar no sé qué.
        Carlos: Éramos unos críos. La iluminación, menuda sandez, lo siento, fui un estúpido.
        Cristina: De qué sirve lamentarse. Teníamos dieciséis años, no sirve de nada, es pasado, neblina en el océano.
        Carlos: Ayer estuve en el palomar. De vez en cuando subo, me acuerdo de ti, en especial cuando llueve, como ayer, como aquel día. Aún te veo ahí, de pie, con tu vestido azul acampanado y tus trenzas rubias.
        Cristina: ¿Aún hay palomas?
        Carlos: No, las dejé ir, cuando padre. Vine directo de Jaipur a Barcelona, pero ya estaba muerto. Subí, abrí las jaulas, volad, les dije, dieron vueltas en círculo y desaparecieron. Lloré.
        Cristina: Lo siento, Carlos, tu padre me caía bien.
        Carlos: ¿Sabes que aún conservo el pañuelo rosa?
        Cristina: ¿Qué dices? ¿El de las iniciales C. y C.?
        Carlos: Sí, las nuestras.
        Cristina: ¡Qué tonto! De Cristina Carreño, lo bordó Enriqueta, mi querida abuela, antes lo bordaban todo. Debe estar hecho un harapo.
        Carlos: No, lo guardo en una cajita, está impecable, cargado de energía, en el ashram lo ponía en el altar junto a la foto del gurú. Es especial. Lo usaste aquel día en el palomar, te acuerdas, nuestra primera vez…
        Cristina: Claro, que me acuerdo, serás bobo, fue el día que me dijiste que ibas a quererme para siempre.
        Carlos: Llevabas el vestido azul acampanado y las trenzas rubias.
        Cristina: Sí. Aún guardo aquellas trenzas.
        Carlos: Te añoro.
        Cristina: No seas ganso.
        Carlos: Háblame de ti, ¿qué haces en Tenerife?
        Cristina: Román dirige un banco. Se lo ofrecieron, le hacía ilusión, nos venimos.
        Carlos: ¿Y qué tal os va?
        Cristina: Bien, trabaja mucho, nos vemos poco, por los fines de semana y por la cena: sopa de gofio y tortitas. He engordado. Durante el día hago punto como la abuela Enriqueta. Lo que más me relaja es mirar el Atlántico.
        Carlos: Cristina.
        Cristina: ¿Qué?
        Carlos: Mañana cojo el primer vuelo.
        Cristina: No seas cernícalo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario