martes, 2 de marzo de 2021

Relato 362

 

                                         Tablas

 Voltea sin parar la cabeza, incontrolable, a los dos lados. Había firmado tablas por repetición de jugadas con el maestro de ajedrez Reblov, pero el tic nervioso le indica que algo no funciona.

Volvía de Berga con su Fiat, reproduciendo mentalmente la partida. ¿Qué pasa si en la cuarenta le meto la dama en e7? Creo que gano. Sólo con pensarlo, le tiemblan los párpados. Repasa la secuencia: el peón de alfil cae, y con él, el flanco de dama no lo puede defender, no Ad5, como decía, le sacrifico el caballo en f7 y la dama no puede zampárselo por la descubierta, y tampoco el rey, cinco jaques seguidos, ¿cinco?, sí, y le cazo la dama por la retaguardia. Además, forzado comer el caballo, pierde calidad ¡Cómo se me ha pasado algo tan simple!

El tic le da la razón, menea la cabeza como un áspid. Quizás él sí lo vio, disimuló y me enredó con palabrería. Después de cinco horas de juego, le duele todo, hasta las meninges, regresa a Barcelona hecho un revoltijo.

Sí, he sido ingenuo, apurado de reloj me he precipitado, he aceptado demasiado pronto sus tablas, una celada. Aunque tablas tampoco está mal, vamos a ver, es un maestro con buen Elo, yo, con negras, la partida liosa y larga, cuarenta y tres jugadas, la sala, ¡uf!, siempre igual en los pueblos, barullo, mirones, no te dejan concentrar.

Aun habiendo seguido la rutina de comerse las dos tabletas de chocolate negro y bebido las tres tónicas tiene la boca seca, rezuma saliva espesa, además de estragado, ahora, fastidiado.

De7 ganaba, cómo no me fijé antes, y mira el retrovisor desenfocado por el tic y da golpes al volante con las palmas de las manos ¡Cómo no la vi!

¡Qué ganas tiene de llegar a casa para reproducir la partida en el Fritz y confirmar los temores! Si pudiera retroceder en el tiempo, ¡ay!, si pudiera, le jugaría De7 y su rival tendría que abandonar. Le vería restregarse los cabellos con sus gruesos dedos y ajustarse los lentes al mismo tiempo, la cara, descompuesta, el asombro en sus ojos.

Y el tumulto de la gente alrededor del tablero, el sudor infame, los murmullos crecientes, va a ganar, va a ganar el pipiolo, el maestro no puede defender el peón de alfil, no puede, se le cae la posición, mirad, mirad ¡Qué excitación! Su cabeza en estos momentos parecía un ventilador.

        A la altura de Manresa se saltó un stop y un camión cisterna le arrolló.

No hay comentarios:

Publicar un comentario