martes, 19 de agosto de 2014

Relato 21

                                        Recordatorio

Mi mujer se ha ido con unas amigas a pasar el día fuera. 
     He preparado la comida para mí solo, he puesto la mesa para mí solo y he comido en silencio, sin casi levantar los ojos del arroz blanco con tomate y atún. La echo a faltar. No acostumbra a separarse de mi lado ni yo del suyo, hoy es una excepción, una cita aplazada en dos ocasiones anteriores, no podía repetirse, un encuentro con unas amigas de antaño, un alejamiento transitorio y saludable para ambos seguramente, pero no puedo evitarlo, la encuentro a faltar. 
    No es que hablemos demasiado cuando estamos juntos, de hecho hablamos poco, pero nos tenemos el uno al otro, no cuidamos y nos protegemos y sobretodo nos acompañamos. No en vano son cincuenta años de convivencia ininterrumpida para lo  bueno y lo malo. Y sin embargo, la echo a faltar y apenas hace cinco horas que se ha ido. 
     Cuando la tarde caiga me llamará y me dirá vengo en el tren de las ocho y yo sonreiré y me alegraré de escuchar su voz y me pondré ropa elegante y saldré a buscarla a la estación y luego iremos a cenar juntos y me explicará cómo ha ido la comida con las amigas y me contará cómo le va la vida a fulanita y lo qué le ha pasado con su hija o su marido y a menganita cómo le va con sus hijos o su compañero actual y me pondrá un montón de detalles que escucharé para olvidar seguramente enseguida pues mi memoria es cada vez más frágil, y yo seré feliz de nuevo un día más con ella, escuchándola, estando con ella, conversando con ella y en cuanto tenga un momento se lo diré, y le diré además que la he encontrada a faltar mientras comía mi plato de arroz en silencio y  añadiré: y durante todo el tiempo que has estado fuera, aunque sólo hayan sido diez horas. 
     Puede que suene a ñoñería, puede que hasta lo sea, pero lo cierto es que sin ella a mi lado el tiempo se me vuelve huérfano, me quedo perdido en la telaraña emocional que nos envuelve, sin referencias ni sentido, enredado entre los recuerdos que huyen veloces de mi cerebro, que se van para siempre y por eso, ahora mismo, en el intermedio de la mañana y de la noche de este quince de agosto escribo estas líneas para reconfortar mi espera, mitigar mi soledad y acordarme de cuánto la he encontrado a faltar cuando regrese.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario