Chamán
A : Monsieur Keimawe,
Uaga De : Enric Calvet i Rius
Sorcier de la village de
Mosti Barcelona
(Spain)
Près de la cité de Yako
Burkina Faso (L’Afrique
Central)
Querido Kei:
Aún a riesgo de que estas líneas apresuradas no te lleguen a tiempo o hasta
pasados unos meses, o incluso de que te no te lleguen nunca, aún así, querido
amigo de mirada blanca, te escribo. Y lo hago con la misma entereza que tú me
mostraste en la ceremonia aquella de iniciación en la choza de tus ancestros,
-el ritual mágico de las máscaras Mupis-, pues estoy ahora mismo viviendo unos
momentos muy críticos, tal vez definitivos. La verdad es que la muerte me
persigue desde que regresé a Barcelona. Bien sabes que salí urgentemente de
Mosti recién empezada la estación húmeda a causa de las malas noticias
recibidas de mi hermana. El telegrama decía: padre grave, ven pronto. Y te dejé
precipitadamente, me fui sin poder despedirnos. Lo lamento. Aún así, sepas, que
llegué tarde, ya todo se había consumado; sólo pude acercarme a su tumba,
derramar unas lágrimas de impotencia y pedirle perdón por haberle fallado, por
haberme retrasado a su cita final. Me hubiera gustado atenderlo, acompañarlo, sanarlo,
abrazarlo, no sabes cuanto dolor mantengo en el corazón; me hice médico para que
mis padres vivieran eternamente y me fui por estos mundos de Dios con la ONG a
salvar vidas a África. Ya ves, querido Kei, lo iluso que he sido, no he podido
siquiera estar con mi padre en el momento de su muerte, no pude cogerle de la
mano, darle el calor de mi afecto ni, mirándole
a los ojos, decirle: padre, te quiero. Tú, como chamán, sabes mejor que nadie
lo importante que es cerrar los lazos afectivos. Tal vez por esto, Kei, amigo
de dulce mirada, te escribo velozmente esta tarde desde esta cama del hospital,
para evitar que se repita lo mismo, que me vaya a morir sin haberme despedido.
Sí, Kei, estoy mal, mi corazón no ha soportado la pérdida, la arritmia me
acucia cual tambores lejanos, el dolor me lo ha agujereado como un gruyere
según dice la enfermera de la noche. Ayer te vi en sueños, una alucinación
dijeron los médicos por la morfina; no saben, sé que viniste a verme, te sentí
en la distancia más cerca que nunca, noté tu aliento en mis mejillas, tu
fortaleza invisible sosteniéndome; hoy estoy mejor, con ánimos para escribirte.
Aseguras que la muerte no es una puerta final; yo mismo lo vi en la cabaña
aquella, poblada de espíritus, en donde me mostraste con claridad qué había
detrás de la mentira de la muerte ¡Está llena de vida irresoluta! Me da miedo
morirme así. Miedo teniendo algo pendiente contigo, sin haberte antes escrito,
sin haberme despedido, sin cerrar nuestro mupis de afecto. Por eso, entrañable
Kei, redacto estas líneas aceleradas, perdona la letra, aún a sabiendas que pueda
que ya lo sepas y que no hiciera falta que llegaran a tus manos nunca.
Un besazo de Enric, tu
hermano europeo del alma, desde donde me encuentro. Habitación 217, Hospital General
de Barcelona.
A 17 de Noviembre de 2015.
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