Sucede
Algo
sucede los miércoles a la tarde en casa de los Gálvez. Julia siempre tiene
trabajo extra en la oficina y la canguro llega a casa puntualmente a las tres.
—Hola amor —le dice a su marido cuando
viene sudorosa a eso de las nueve y media. Para entonces la canguro ya no está,
los niños están acostados y durmiendo y Gabriel tiene la mesa preparada con la
cena a punto y un par de velitas encendidas, chispeantes.
—Hola, amor, ¿cómo te ha ido hoy? —le
dice sonriente mientras se acerca a la puerta para darle un beso de bienvenida.
Y le da un beso en los labios no
muy largo.
—Es trabajo de nunca acabar —le contesta ella mientras deja la chaqueta
de cualquier modo sobre el sofá y añade —me doy una ducha rápida y vengo en
seguida.
Gabriel recoge la chaqueta, se la
acerca a la cara y la huele cerrando los ojos. Huele como siempre huele la
chaqueta de Julia los miércoles por la tarde, huele a tabaco rubio de esto está
seguro y sin decir nada la guarda en un colgador libre del armario de la
entrada. La luna se cuela por la ventana a través del visillo e ilumina el
parquet del suelo del pasillo. Al girarse, Gabriel ve su sombra que se proyecta
y alarga hacia la puerta de la calle, como si quisiera sin su permiso
marcharse. Aún se alarga más cuando se acerca a la ventana, fuera está la noche,
la luna y la calle solitaria. Y el silencio. Los niños duermen.
Escucha como se
apaga el ruido de las cañerías del agua caliente y sigue mirando por la ventana
y sin saber porqué llora. Luego vendrá la cena íntima, las buenas palabras y la
conversación animada. Ella ya no olerá a tabaco rubio y se irán a dormir como
siempre en camas separadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario