martes, 13 de septiembre de 2016

Relato 129

                                            Sucede
       
Algo sucede los miércoles a la tarde en casa de los Gálvez. Julia siempre tiene trabajo extra en la oficina y la canguro llega a casa puntualmente a las tres.
       —Hola amor —le dice a su marido cuando viene sudorosa a eso de las nueve y media. Para entonces la canguro ya no está, los niños están acostados y durmiendo y Gabriel tiene la mesa preparada con la cena a punto y un par de velitas encendidas, chispeantes.
     —Hola, amor, ¿cómo te ha ido hoy? —le dice sonriente mientras se acerca a la puerta para darle un beso de bienvenida.
 Y le da un beso en los labios no muy largo.
  —Es trabajo de nunca acabar —le contesta ella mientras deja la chaqueta de cualquier modo sobre el sofá y añade —me doy una ducha rápida y vengo en seguida.

        Gabriel recoge la chaqueta, se la acerca a la cara y la huele cerrando los ojos. Huele como siempre huele la chaqueta de Julia los miércoles por la tarde, huele a tabaco rubio de esto está seguro y sin decir nada la guarda en un colgador libre del armario de la entrada. La luna se cuela por la ventana a través del visillo e ilumina el parquet del suelo del pasillo. Al girarse, Gabriel ve su sombra que se proyecta y alarga hacia la puerta de la calle, como si quisiera sin su permiso marcharse. Aún se alarga más cuando se acerca a la ventana, fuera está la noche, la luna y la calle solitaria. Y el silencio. Los niños duermen. 
       Escucha como se apaga el ruido de las cañerías del agua caliente y sigue mirando por la ventana y sin saber porqué llora. Luego vendrá la cena íntima, las buenas palabras y la conversación animada. Ella ya no olerá a tabaco rubio y se irán a dormir como siempre en camas separadas.  

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