martes, 4 de octubre de 2016

Relato 132

                                









                                    Extrañamiento

Una vez le preguntaron a Picasso a propósito del Guernica si el toro simbolizaba la España profunda, celtíbera y el Levantamiento. Cansado, respondió que el toro era un toro y la mujer una mujer. Con estas precauciones me acerco al cuadro de Hopper de más arriba. Ignoro en principio el título que le puso, que podría serme una pista para indagar en el espíritu creador del artista. Abordo, pues, el análisis de la obra desde mi propia percepción. Lo que veo es una mujer sola, de medio lado, desnuda, bien peinada, pelirroja, con un paño en las manos, la cama deshecha, cerca de un ventanal iluminado, hacia donde mira. Parece absorta mirando la calle, en contemplación. Fuera está la luz. Es un paisaje urbano, se ve la cornisa de un edificio clásico, una ciudad que se difumina y el cielo azul. Colores tenues, contrastes suaves, dominan los grises cálidos. Representa un dormitorio tan desnudo como ella. Sin mesita, sin lámpara, sin silla, sin compañía.  Bajo el ángulo oscuro, casi en el centro de la composición una cama con dos almohadas, la que se ve, muy arrugada. Sigue un trozo de pared gradualmente iluminada, donde dominan los violetas y amarillos y un dintel de colores quebrados. Más allá, una puerta estrecha se aleja en perspectiva en lo que parece un pasillo en penumbra. Si dividimos el cuadro en tres partes iguales y verticales se observará que la figura femenina ocupa la central muy cerca del tercio izquierdo, hacia donde dirige la vista, es decir, hacia donde Hopper quiere focalizar la mirada del espectador.  La mujer está de pie, el frontal iluminado, su reverso en sombra. No se le ven los pies, pues de mitad de pantorrillas hacia abajo no entran en la escena. El suelo es de las partes más oscuras, junto con las ventanitas del edificio de fuera. Bajo la ventana, cerca de un cojín, un azul oscuro quiebra la oscuridad. El cortinaje de una verticalidad imponente descansa entre pliegues a su lado. De donde vienen las cortinas no se ve. En el alféizar del ventanal es donde Hopper sitúa la máxima luz del cuadro. Nos dice que lo que importa se encuentra en el tercio izquierdo, o sea, en el futuro. El central es el presente y el derecho el pasado. Ella mira hacia el futuro luminoso y da la espalda al pasado en sombra. Se encuentra en un cruce, en un momento decisivo, en estado de contemplación. Parece cavilar acerca de su futuro y lo hace desde lo que a mi me parece un doble extrañamiento. De un lado echa de menos la luz, la añora (sólo se puede añorar lo que se ha conocido)  la busca en la ciudad clásica, en el orden, en la amplitud. Anhela la seguridad de la tradición.  Atrás queda un largo camino (pasillo) tenebroso, angosto, oscuro. El presente se limita a ser sólo un sueño inquieto, (almohada revuelta) se siente prisionera, ausente y  traza un anhelo: liberarse, y alumbra  en su mirada perdida un ansia: despertar.

         En el otro sentido de extrañamiento se sabe en un lugar extraño, la habitación vacía es todo su mundo, (parecido al Bertleby de Neville), el suelo oscuro, los pies no pisan suelo, no pisa este mundo, le es ajeno. Es un alma desnuda, apenas lleva un trozo de ropa blanca, en busca de alojamiento. Semblante serio, expectante, anhela la iluminación. Es un tránsito solitario. Añorante. Sabe de qué habla, la ha conocido. Intuye que existe más allá de este mundo cautivo, que la esclaviza. La luz del conocimiento es una vieja llamada: he aquí el nervio central. A mi entender es un cuadro sutil que homenajea la verticalidad, lo espiritual. Aborda la verdad con poca carga. Sabe intuitivamente que está ahí delante, ante nuestros ojos y Hopper nos lo muestra con colores tenues y sin estridencias. Intenta desproveerse de todo condicionamiento del mundo, centrando su mirada más allá del ventanal, más allá de lo material y efímero. Pero este es el drama y la gran paradoja del género humano: que no puede. No puede abandonar la balsa mientras está cruzando el río. Materia y espíritu conviven en desarmonía. De ahí el desasosiego humano. Eso me parece quiere reflejar Hopper con este cuadro. 

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