Rebanadas
—¿Integral
o blanco?
—Tanto da con tal que no se rompan.
—¿Oye, Lidia?, a ver, en este de
integrales, de Siluetas, dice en letras de molde que no se rompen, claro
que de la publicidad no puedes fiarte.
—Pues de algo habrá que fiarse. Coge
dos paquetes de esta marca. ¡Ah, Carlos!, coge también uno de azúcar de kilo y
uno pequeño de maicena, y a ver si encuentras canela en rama. Me voy al
pescado, que veo poca cola.
—Vale. ¿Oye, qué vas a hacer crema?
—Sí, claro, el domingo, para cuando vengan tus padres, que les encanta.
—¡Ah, es verdad!, mis padres.
—He pensado que si encuentro cuatro
lenguados nos irá perfecto. Lo haré a la plancha y le pondré unos cuantos níscalos
que seguro les gustará. De entrantes un aperitivo con vermú, un poco de
ensalada mixta y comida resuelta.
—Recuerda que a padre no le van las
espinas.
—Ya. La última vez comimos rape y con
el lenguado sólo hay que tener cuidado con las espinas de los lados, la del
medio es grande. Si hace falta, hasta se las puedo quitar. ¿Como lo ves,
Carlos?
—Vale. La última vez fue cuando
hablaron de aquello, ¿verdad, Lidia?
—Sí.
—Ya me gustaría tener el valor que
ellos demuestran.
—Y a mí, Carlos, y a mí. Pero igual la
edad influye. Yo creo que sí.
—84 años, y van y nos dicen que han
firmado un testamento vital ante notario. Da yuyo ¿verdad? Y que me han
nombrado albacea. ¡Madre mía!
—Sí, pero algún día nos lo tendremos
que plantear también nosotros. Tu madre tiene mucha razón cuando dice que ella
no quiere vivir si no puede ser ella misma. ¿Qué sentido tiene prolongar
artificialmente una vida conectándola a una máquina? ¿Dónde está ahí la
dignidad humana? ¿Has encontrado la canela?
—Sí, pero no suelta, ahora la venden
envasada en un frasquito que van unas cuatro o cinco ramitas. No sé, Lidia, si
tuviera un accidente y me quedara en coma no estoy seguro de que quisiera que
me desconectarais, soy todavía bastante joven, podría tener esperanza, pues la
investigación del cerebro está avanzando mucho, no sé.
—Me imagino, Carlos, que vivir como un vegetal
no es vivir como un ser humano. ¿Quién es la última? Ah usted, ¡gracias! Somos
jóvenes pero hemos de planteárnoslo. Creo que hay que pensar en uno mismo y en los
demás, pues si al que le ocurre el accidente se queda que no puede decidir,
entonces, ¿quién decide por él? ¿Quién decide si vive o no? Quién habla con el
médico y en qué se apoya. En cambio ahora, gracias a la antelación de tus
padres, tú dispones de un documento firmado por ellos donde expresan libremente
su voluntad de no querer seguir viviendo si ha de ser de modo artificial. Sólo
se trata de eso, de saber quien les resuelve la tostada, de cuando se rompe o
no.
—Como en las rebanadas de pan,¿verdad,
Lidia?, integrales o blancas.
—Eso mismo, como en las rebanadas. ¡A mí!,
me toca a mí, cuatro lenguados, por
favor, bien frescos.
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