martes, 11 de octubre de 2016

Relato 133

                                     Venecia  (7)     (Ver relato 122)


Pues, sí, Angelina Doneta (¡con una t, si'l vous plait!) es una mujer romántica, como no, siendo veneciana, me gusta volar y soltar la imaginación y como tú dices "estoy inoculada con el virus del platonismo". ¿Te extrañas? No ves que por mis venas corre sangre salitrosa de Venecia. Y muy satisfecha. Además por alguna parte he leído que la filosofía occidental es anotaciones al margen de la gran obra de Platón. Pa que aprendas, chaval. También realista, no te rías, aunque no pise tierra firme en una isla. Me gusta, Albert, me gusta el cariz que va tomando la historia de las fotos que llevaste a revelar. Así que te quedaste pasmado al descubrir que todos los carretes contienen fotos de la misma mujer, una de mediana edad, de los años cincuenta, que pasea por esta piazza y por todas partes de Venecia siempre sola. ¿Cómo puede salir siempre sola, quien le hace las fotos? Me dices que te fascina su rostro y quieres saber más de ella, quién es, como se llama o se llamaba, qué hacía, en fin, reconstruir su biografía. ¿Cómo lo harás? Lo veo complicado, Albert, pero muy romántico, qué quieres que te diga. Además, ves como seguimos viviendo en los ojos de quien mira las fotos con ganas de verlas. Ves como no es tan descabellado lo que te decía en una postal. Ahora yo estoy en la piazza, sentada de nuevo en una mesa del Florián tomándome otro Spritz, me entona, hoy hace una humedad exagerada (ya empezamos, ¿hoy, cuándo es hoy, Angelina?, la humedad bochornosa debe ser una constante allí, hoy debe ser allí cada día) y si entrecierro los ojos casi veo a la mujer de tu foto, con la sonrisa helada, el abrigo largo a media pierna y su bolso negro como tú la describes y su pelo, claro, abombado, años cincuenta, la veo ahora y veo a mi madre. De pequeña, Albert, venía con ella, me traía aquí a jugar. Reseguía a peu coix (decís) el dibujo geométrico de este pavimento que ahora mismo piso: son losas de piedra de Istria. En el centro de la piazza unas bandas decorativas en blanco y negro forman el rectángulo que yo saltaba a la pata coja. Llevaba trenzas, aún recuerdo la presillas naranjas y los turistas, al verme, se apartaban para dejarme paso. Madre reía, mientras hacía punto. Tengo tiempo, un par de horas, los franceses están visitando la basílica, del interior se encarga la guía local, yo del resto. Esta semana, franceses, la pasada ingleses, la próxima españoles, y tú ¿cuándo vas a venir tú? (Ya veré, no me lo pintas nada bonito, lo de las mosquitas me aterroriza, si Angelina supiera cómo se me pone la piel de las picaduras, hasta he de recurrir a la cortisona, quita, quita, cuando fumiguen la ciudad). Esta piazza fue reconstruida a finales del XIX elevándola un poco y con una ligera pendiente hacia el centro, donde yo hice de tiovivo un día, hace tiempo. Tiene forma de cuenco para facilitar la recogida y drenaje del agua de lluvia, lugar donde paradójicamente por reflujo se inunda la plaza. En fin. En la foto de la postal puedes ver la basílica, creo que aún no te he hablado de la basílica, ¿verdad? (pues, no, de la basílica no, aún no y ya tengo ganas antes de que se hunda). Te lo explico en la próxima, no me cabe ni una coma, Besos, Ciao! X X                Continuará...

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