martes, 5 de junio de 2018

Relato 219


                                              Chuán

Aníbal es un niño que tiene la afición de ir detrás de las mariposas. Va con un sombrero de paja para protegerse del calor y de las moscas y lleva una redecilla en su mano izquierda. Cuando va a coger mariposas recorre el camino de tierra junto al río de los álamos de punta y lleva un botellín de agua para rellenar en una mochila. Cuando caza alguna mariposa, con mucho cuidado la sitúa dentro de un cesto de mimbre marrón con doble tapa. Con nueve años es todo un experto en mariposas, sabe por ejemplo que les gustan mucho las flores de la Buddeia, que las alas llevan un polvillo que les hace falta para volar y que su boca es un tubo llamado espiritrompa, parecido a la de un elefante pero en espiral y mucho más pequeño. Le apodan el "mariposilla" aunque a él no le gusta nada que le llamen así. Le encantan las mariposas que tienen ocelos amarillos en sus alas blancas, pues le recuerdan los ojos rasgados de su amiguita Chuán. A veces, cuando la zona está llena de vegetación, en lugar de utilizar la red se lanza sobre la zona verde donde vuela la mariposa y se va incorporando poco a poco para poder capturarla sana y salva, aunque no siempre lo consigue. Vive en la ciudad, pero en verano está con sus tíos en el pueblo. Cuando llega a casa, se sienta en el poyo de la puerta, abre la cesta y con guantes blancos que le deja su tiíta saca las mariposas una a una y con un alfiler las clava en un tablero de corcho atravesándoles con mucho cuidado el cuerpo y extendiéndoles bien sus alas. Casi tiene el tablero lleno, le faltan de azules. A Chuán le dan pena, siempre llora.

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