martes, 11 de diciembre de 2018

Relato 246

                                   Muñeco
       
        —¿Dónde se acovacha tu muñeco, pendeja?
        —No patine, señor, no lo sé, palabrita de Dios.
      —¿Dónde, Pimpinela, dónde? Está copado. No me jorobes, destangada. Estaba contigo ahorita mismo, la  piltra está revuelta, aún arde. ¡Ándale!
        —Se ha ido, señor, por el ventano, por mi santa madre bendita.
        —Tú, mira por la ventana. Tú, al cuarto de baño, tú, a la cocina. Andaos con tiento, es un cuchillo largo, lleva chumbo.
        —No me pilotees, Dolores, que te la estás jugando. ¿A dónde el pibe?
        —No lo sé, señor, ha saltado a la carrera, les ha olido.
        —Aquí no hay nadie, señor, y a la calle imposible, hay demasiada altura.
       —El muñeco está aquí, lo presiento, ahora mismo nos está observando. Se está riendo de nosotros. ¿Habéis revisado los armarios? ¿Bajo la cama? ¿En la nevera? ¿Detrás de las puertas? ¿En el balcón?¿En algún libracho?
        —Nada, señor, ni rastro, aquí sólo usted, esta turra y nosotros tres.
        —No puede habérsenos escurrido otra vez. Explorad altillos, claraboyas, trampillas, ¡joder! Revisarlo todo. Está aquí, lo sé.
        —¿Dónde está tu chorbo, coneja? Boquea clarín o te fileteo. 
        —No me lime, señor, con todos mis acatos yo no soy una jetona, vino a por una chupa y se abrió, no tengo nada que ver con el cofrade que buscan.
        — ¡Hay que chingarse! ¡Guzmán!
        —Señor.
        —La bocha es corta. ¡Desnúdala!
        —Malditos seáis, jodidos fiches.
        —¿Y ahora, señor?
        —Ensartadla.
        —¿Los tres? 
        —Los tres y yo vigilo. Que haya fiesta negra, que grite y haya bronca.
        —A su orden.
        —El muñeco no tardará en presentarse al borlote, estoy seguro.
       
        Sin embargo, la mañana siguió monótona y aburrida como la de un lunes cualquiera en Ciudad Suárez.                 

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