Muñeco
—¿Dónde se
acovacha tu muñeco, pendeja?
—No patine,
señor, no lo sé, palabrita de Dios.
—¿Dónde,
Pimpinela, dónde? Está copado. No me jorobes, destangada. Estaba contigo
ahorita mismo, la piltra está revuelta,
aún arde. ¡Ándale!
—Se ha ido,
señor, por el ventano, por mi santa madre bendita.
—Tú, mira
por la ventana. Tú, al cuarto de baño, tú, a la cocina. Andaos con tiento, es
un cuchillo largo, lleva chumbo.
—No me
pilotees, Dolores, que te la estás jugando. ¿A dónde el pibe?
—No lo sé,
señor, ha saltado a la carrera, les ha olido.
—Aquí no hay
nadie, señor, y a la calle imposible, hay demasiada altura.
—El muñeco
está aquí, lo presiento, ahora mismo nos está observando. Se está riendo de
nosotros. ¿Habéis revisado los armarios? ¿Bajo la cama? ¿En la nevera? ¿Detrás
de las puertas? ¿En el balcón?¿En algún libracho?
—Nada, señor,
ni rastro, aquí sólo usted, esta turra y nosotros tres.
—No puede
habérsenos escurrido otra vez. Explorad altillos, claraboyas, trampillas,
¡joder! Revisarlo todo. Está aquí, lo sé.
—¿Dónde está
tu chorbo, coneja? Boquea clarín o te fileteo.
—No me lime,
señor, con todos mis acatos yo no soy una jetona, vino a por una chupa y se
abrió, no tengo nada que ver con el cofrade que buscan.
— ¡Hay que
chingarse! ¡Guzmán!
—Señor.
—La bocha es
corta. ¡Desnúdala!
—Malditos
seáis, jodidos fiches.
—¿Y ahora,
señor?
—Ensartadla.
—¿Los tres?
—Los tres y
yo vigilo. Que haya fiesta negra, que grite y haya bronca.
—A su orden.
—El muñeco
no tardará en presentarse al borlote, estoy seguro.
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