martes, 22 de enero de 2019

Relato 252



                                    Linda

El hombre se incorpora de la cama, coge un cigarrillo y un mechero de la mesita, lo enciende, deja el mechero y se acerca a la ventana. Descorre la cortina, echa una bocanada de humo y se queda mirando fuera. La vecina de la terraza de enfrente, la chismosa, está con una escoba entre las manos y en este preciso momento le está observando con esmero. Entonces el hombre se da cuenta de que está desnudo, pero eso no le importa, por la ventana sólo puede verle el torso, su torso atlético, se ríe, suspira y tose, echa humo por la nariz un par de veces seguidas sin dejar de mirarla, desafiante, hasta que la vecina tuerce la vista y sigue barriendo la terraza. Le parece que con la escoba en cualquier momento puede salir volando.
        ―¿Te ha gustado?― pregunta el hombre.
        En la cama hay un bulto envuelto en sábanas, y no se sabe si está vivo o muerto, si es hombre, mujer o andrógeno. Asoma una pierna perfectamente pulimentada, la derecha, y las uñas del pie, impecablemente esmaltadas de rosa pálido.
        El hombre sigue de pie ante la ventana y ahora envía redondeadas oes con el humo del cigarrillo a la vecina que no hace más que mirarle a hurtadillas desde su terraza más allá del cristal. También le saca la lengua con la excusa de quitarse impurezas del tabaco.
        ―¿Te ha gustado, Linda?― repite el hombre, elevando la voz.
        Algo se mueve en la cama, como accionado por un resorte y con una profunda voz metálica responde: hace tiempo que no me corría así, amor.

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