martes, 7 de enero de 2020

Relato 302


         
                                        Brusquedad

        —¡El pan!
        —Ten, hijo, pero se pide por favor.
        —¿Qué es esta carne tan dura, cemento? Parece tu cabeza.
        —No me hables así que soy tu madre, me desvivo por ti y no me lo merezco. Apañados iríamos si fuera cemento, hijo. Son costillas de cerdo, con patatas y salsa de tomate. Anda, comételas, mastica bien y no hagas ruido.
        —¡Qué asco!, eso no hay quien se lo coma, se me van a caer los putos dientes. No paran de sangrarme. Ten, ¡joder!, córtalas tú, que con esta mierda de cuchillo no puedo. Y estas patatas, parecen de plastilina, ¡uf!
        —Toma este otro, si quieres, éste tiene buena sierra. Deja de quejarte, por favor.
        —No me rayes, ¿vale?, córtala tú, joder, ¿vale?, tú lo haces mejor, tú lo haces todo bien.
        —Pero no te acostumbres, hijo, que ya eres mayorcito, estás a punto de cumplir los dieciséis.
        —Bobadas, qué me importan estas chorradas de viejas.
        —Cómete la sopa, mientras tanto, que se va enfriar.
        —¿Qué es esta bazofia?
        —Puré de verdura, con tropezones de zanahoria, buenos para la vista.
        —¡Qué asco! Cualquier día me vas a envenenar.
        —Hay que comer de todo, hijo, de todo y variado, es saludable.
        —Está fría, ¡hostia! vaya mierda. ¡Caliéntala, joder!
        —Vale, hijo, vale, no te pongas así, ya la caliento. Es un momento. Ves, ya está, todo tiene solución en esta vida.
        —En esta mierda de vida, querrás decir.
        —Coge bien la cuchara y sorbe la sopa sin ruido, por favor, hijo, que me duele la cabeza.
        —Hago lo que me da la gana, ¿vale?
        —Acabarás como tu padre, en la cárcel por maltrato y no será por mí.
        —Me da igual, ¿vale? No me rayes, prefiero estar con él que contigo.
        —No digas eso, hijo, yo te quiero mucho, te corrijo para tu bien. Algún día no estaré y tendrás que apañarte sin mí.
        —Eres una zorra, padre lo decía todo el tiempo.
        —¿Cómo te atreves a hablarme así? A mí, a tu madre que se desvive por ti. ¿Por qué te comportas de este modo conmigo? Yo, que te lo doy todo.
        —Porque te lo mereces, ¡joder! ¿Dónde está Negrita?
        —No lo sé, hijo, hace días que no la veo, las cortinas se están tomando  un descanso, seguramente se habrá ido a buscar pareja.
        —Alguien está envenenando los gatos del barrio, ¡joder!, todo el mundo lo dice. Aparecen con la lengua fuera, echando espuma sangrienta.
        —¡Qué barbaridad, no se puede una fiar de nadie.
        —Me voy a dar un garbeo, iré a ver a padre, a ver qué me cuenta, no aguanto más estar aquí, me asfixio.
        —Pero, hijo, termina la carne, aún te queda, está cortada finita. Y la sopa con tropezones que se enfría.
        —Ahí, te pudras, ¡joder!

        "¡Maldita sea!, puto chaval, tendré que subir la dosis del matarratas."

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