Brusquedad
—¡El pan!
—Ten, hijo, pero se pide por favor.
—¿Qué es esta carne tan dura, cemento?
Parece tu cabeza.
—No me hables así que soy tu madre, me
desvivo por ti y no me lo merezco. Apañados iríamos si fuera cemento, hijo. Son
costillas de cerdo, con patatas y salsa de tomate. Anda, comételas, mastica
bien y no hagas ruido.
—¡Qué asco!, eso no hay quien se lo
coma, se me van a caer los putos dientes. No paran de sangrarme. Ten, ¡joder!,
córtalas tú, que con esta mierda de cuchillo no puedo. Y estas patatas, parecen
de plastilina, ¡uf!
—Toma este otro, si quieres, éste tiene
buena sierra. Deja de quejarte, por favor.
—No me rayes, ¿vale?, córtala tú, joder,
¿vale?, tú lo haces mejor, tú lo haces todo bien.
—Pero no te acostumbres, hijo, que ya
eres mayorcito, estás a punto de cumplir los dieciséis.
—Bobadas, qué me importan estas
chorradas de viejas.
—Cómete la sopa, mientras tanto, que se
va enfriar.
—¿Qué es esta bazofia?
—Puré de verdura, con tropezones de
zanahoria, buenos para la vista.
—¡Qué asco! Cualquier día me vas a
envenenar.
—Hay que comer de todo, hijo, de todo y
variado, es saludable.
—Está fría, ¡hostia! vaya mierda.
¡Caliéntala, joder!
—Vale, hijo, vale, no te pongas así, ya
la caliento. Es un momento. Ves, ya está, todo tiene solución en esta vida.
—En esta mierda de vida, querrás decir.
—Coge bien la cuchara y sorbe la sopa
sin ruido, por favor, hijo, que me duele la cabeza.
—Hago lo que me da la gana, ¿vale?
—Acabarás como tu padre, en la cárcel
por maltrato y no será por mí.
—Me da igual, ¿vale? No me rayes,
prefiero estar con él que contigo.
—No digas eso, hijo, yo te quiero mucho,
te corrijo para tu bien. Algún día no estaré y tendrás que apañarte sin mí.
—Eres una zorra, padre lo decía todo el
tiempo.
—¿Cómo te atreves a hablarme así? A mí,
a tu madre que se desvive por ti. ¿Por qué te comportas de este modo conmigo?
Yo, que te lo doy todo.
—Porque te lo mereces, ¡joder! ¿Dónde
está Negrita?
—No lo sé, hijo, hace días que no la
veo, las cortinas se están tomando un
descanso, seguramente se habrá ido a buscar pareja.
—Alguien está envenenando los gatos del
barrio, ¡joder!, todo el mundo lo dice. Aparecen con la lengua fuera, echando
espuma sangrienta.
—¡Qué barbaridad, no se puede una fiar
de nadie.
—Me voy a dar un garbeo, iré a ver a
padre, a ver qué me cuenta, no aguanto más estar aquí, me asfixio.
—Pero, hijo, termina la carne, aún te
queda, está cortada finita. Y la sopa con tropezones que se enfría.
—Ahí, te pudras, ¡joder!
"¡Maldita sea!, puto chaval, tendré que
subir la dosis del matarratas."
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