martes, 21 de enero de 2020

Relato 304


                                           Rumor

Entre las cañas del cañizal sopla un rumor antiguo que el viento transporta de un pueblo a otro. (El río puede ser un buen medio para tal fin). Aletean las hojas enhiestas, las secas, las tiernas, en alerta todo el cañamazo, el rumor persiste, llega ceñido con la niebla, ni el sol del mediodía lo disipa. (La niebla avanza por el río con las barcazas y se mantiene en las oquedades umbrías).
     Dicen que Juana Cochina se ha ido con el infame infante Roberto de Cabras y Alejandría, que la ha preñado, que la preñó una mañana de junio, cuando regaban en el cañaveral. Allí mismo, en la acequia le bajó las bragas, te voy a enseñar una cosa, qué, respondió ella, te gustará. La niebla cubrió los amantes, tiernos cañamieles, los engulló por completo. (La espesura de las hileras del cañizar les protegía de las miradas indiscretas).
Huyeron en agosto, cuando las cigarras se aparean en los troncos de los chopos y silba el aire en el cañedo, los cañaríes cañeros, el rumor insistente, la niebla que no cesa. (Incluir también ladridos, siempre hay canes sueltos en los pueblos).
 El padre de la joven los persigue con una escopeta de caza, dicen que lleva la cartuchera llena, que merodea por los caminos como un carterista, que se aposta en los cruces, conoce lindes y bosques, busca entre la niebla a los amantes, hasta donde la vista le alcanza. (La distancia no puede superar los quince metros, la niebla es muy densa).
 La madre llora sin pausa sentada en una silla de cáñamo junto al botijo que también suda, como ella. Se apoya la cabeza entre las manos y recibe el consuelo de sus comadres en reunión vecinal. Mira que llevarse a la Juanita, con lo buena que era, qué desgracia la tuya, Mari, qué deshonra, quien iba a pensarlo.
Su única hija se ha fugado con un desgraciado, cómo no lo vio venir. (Se estruja las meninges por el dolor que siente). Además, viste de negro como si ya su niña se le hubiera muerto. En las afueras suenan disparos, ay mi niña, el rumor fogoso los transporta por el aire. Ladran perros, una jauría, se les contagia el histerismo, se oyen más disparos, repetidamente, carga rápido el jodido, la caza ha empezado.
 El río envuelto en dulce tul transmite por la cañada nítidos cartuchazos sin fin.  

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