Existió
El viento se lo lleva todo, todos los te
quieros que nos dijimos, todos los proyectos y esperanzas urdidos en
secreto, todos nuestros anhelos, risas y deseos, tus cabellos sueltos, tu
mirada chispeante, tu perfume de magnolia, todo, el viento se lo lleva todo,
hasta la misma palabra amiga.
Ahora te recuerdo aquí, agonizando, en
medio del desierto frente a este fuego fatuo que he prendido con este bolígrafo
incendiario, sintiendo sangrar la zanja de mi pecho: no es que mientan los
sueños es solamente que te sigo viendo despierta en mi insomnio. Veo contornear
tus manos y tu figura como sombras vivas entre las llamas, desvelándome tu
recuerdo. Escucho el canto de tu risa ahogada entre los trigales ociosos,
fatigados de tanto deambulo de un lado para otro sin moverse del sitio. El
viento los mece como acariciaba tus cabellos, este viento infame que arrastra
con todo. Una llamarada enciende el brillo de mis ojos, la vida y la muerte
imponen una senda indeseada, no hay consuelo para este presente, hermano, no
hay consuelo. Y pensar que ella existió, que estuvimos paladeando los mismos
bocados, respirando el mismo aire, y ahora sólo me queda el hueco de esta
fogata amiga.
Cuando llegue el día que el viento
extienda a cualquier parte también mis cenizas, quien se acordará de ti, quien,
amiga, tendrá la caridad de ver crepitar el pasado en una hoguera, quien dirá
aquí estuvieron unos que se amaron, unos eslabones anónimos de la cadena vital,
sí, que existieron, pero quienes eran lo desconocemos. Tal vez digan:
¿sintieron como sentimos nosotros?, ¿padecieron?, ¿soñaron?
Tal vez se lo pregunten, tal vez no,
pero sí podrán decir que alguien debió existir en un tiempo remoto, alguien
desconocido, alguien capaz de transmitir el testigo a generaciones futuras, tal
vez un biznieto de nuestro hijo o más allá no sepa nunca que en el pasado
existió un hombre que lloró y se quitó la vida ante una hoguera por el recuerdo
de su tatarabuela muerta.
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