Diversión
—Divertiros —dice el gnomo de barba blanca y tan larga que le llega a los pies. —Tenéis una hora— y sitúa en la mesa un despertador de campanilla, que programa para una hora después girando la llave de sonería. Alza la cabeza, mira por unos segundos al auditorio, sonríe (apenas se le ven los dientes) y desciende con cuidado los dos escalones del estrado recogiéndose la barba, no sea que me vuelva a caer como la última vez, barrunta. —Divertiros —repite en el umbral de la puerta, antes de salir del aula, silbando. Tictac.
Los bebés se han quedado solos en sus
cunas, algunos duermen, otros bostezan, la mayoría mueven sus manitas al aire y
balbucean. Hay de negros y blanquitos y de muchos colores intermedios, de ojos
rasgados y sin rasgar, de cabellos rubios, morenos y del color del azafrán.
Relucen hermosos con el sol que se cuela por el ventanal de la gran sala.
Tictac.
Algunos levantan la cabeza y se sientan en la
cuna, otros se bajan y dan sus primeros pasos al encuentro de otras cunas, de
otras manitas, de otros bebés. Los despreocupados balbuceos se han vuelto
inteligibles, intercambian palabras, surge lo mío y lo tuyo, se forman alianzas
y rivalidades, juegan unos contra otros, se lanzan pañales, sabanitas
apelotadas, ríen, lloran, se emocionan y divierten (obedecen al sabio gnomo).
Todos acaban desnudos y se reconocen distintos, con sexos diferentes. Anda, tú
no tienes pilila, se oye decir, sorprendidas. Tictac.
Hay bebés espabilados que con el
material de las cunas construyen útiles para sus amigos y amigas, con los que
ganarse sus favores, otros juegan en equipo, al corro de la patata, a la
investigación, a la rayuela o a la política, unos lo hacen mejor que otros,
porque cada cual es como es —acuerdan—, pero todos se divierten (la consigna
del gnomo). Emergen simpatías y antipatías y una fuerza desconocida: el deseo
sexual, las ganas de emparejarse y el de ganarse la vida por sí mismo, y el
amor y los celos y el dolor. Tictac.
Los bebés se han hecho mayores, les han
salido arrugas en la piel y callos en el corazón, las ilusiones se han
marchitado al descubrirse ilusas, algunos ya no están, otros van a irse pronto
de la sala, todos han tenido infinitos momentos de diversión (era el mandato),
pero el tiempo se acaba. El sol rasea y enferma. Tictac.
La alarma suena, un riiiiiiiiiiiin
estridente, inacabable. El reloj despertador vibra y se desplaza peligrosamente
al borde la mesa, el gnomo no aparece, el reloj cae al suelo, se hace trizas y
deja de sonar.
En el aula no queda ya nadie, se acabó
la diversión.
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