Ella
A
ella le ha despertado la explosión de un trueno inesperado del firmamento,
encabritado, de un cielo eléctrico y rabioso que parece el fin del mundo.
Afuera el frenético aguacero, adentro el desasosiego.
Ella,
en medio del dormitorio, sola, entre la gran cama deshecha y la noche loca de
pirotecnia, con su tenue camisón rosa de tirantes, despeinada y legañosa,
mirando de pie el gran ventanal de dos hojas entreabiertas.
La tormenta le ha alterado el sueño, se
ha desatado furibunda una lluvia que se ha colado por la ventana con un viento
frío que ha roto los batientes y ha inundado el suelo. Se le ha mojado el camisón,
las sábanas y los pies desnudos se le enfrían. Dependo demasiado del exterior,
piensa. Cierra la ventana y se seca los pies con una toalla vieja.
Ella vive en una azotea maltrecha de un
tercer piso donde todo cruje y todo le infunde miedo. Otea el techo, lo ve
húmedo, ruega no se derrumbe, oye el paso de la lluvia por la canaleta del
tejado y los borbotones del agua cuando toma el tubo de caída. La lluvia es
espesa y oculta casi toda vista de la calle.
Un relámpago repentino ilumina sus
pezones desnudos bajo la húmeda tela del camisón rosa como una sombra chinesca.
Las luces de neón verdes y amarillas de un letrero de la fachada donde dice
pensión Margarita colorean su rostro de rímel corrido. La gente corre por
las aceras bajo el diluvio, ve taxis, ambulancias, paraguas doblados, farolas
parpadeando.
Siente frío desamparo, soledad en esa
buhardilla que parece abandonada de la civilización, la cama tan ancha para
ella sola, se estremece, resbalan gotas por el cristal, llora de miedo o del
aislamiento que viene a ser lo mismo y se quiebra. Un rayo fortuito entra por
la ventana y le atraviesa el corazón y ella cae al suelo, derrotada, vacía de
vida.
Del charco de agua del suelo emerge un
nenúfar rosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario