Vencejo
Descorro
la cortina de la ventana y lo primero que veo son las casas de la ciudad
semi-iluminadas por un sol naciente y en seguida los vencejos, centenares que
pasan volando alegres, en volandas, por parejas. Aviones —decía él —en mi
pueblo les llamamos aviones—.
Ayer vi uno caído
en el suelo de una terraza vecina, tenía dificultades para alzarse al vuelo, me
acordé de él. ¿Por qué? —pregunté. —Porque tienen las alas muy largas como los aviones
y necesitan un sitio elevado para lanzarse al vuelo, no pueden volar si no lo
hacen así. —decía.
Efectivamente, el animal tiene unas alas larguísimas y no
podía ni siquiera enderezarse del suelo, daba tumbos por encima de las
rasillas, intentando ayudarse con lo que había por la terraza, las pocas macetas,
una manguera, su pareja muerta y se desequilibraba continuamente, cayéndose de
un lado a otro como si fuera una frágil barquita, y relucían el blanco de su
barriguita y su desespero.
—Gracias a sus largas alas pueden pasarse días y días
volando, meses, creo, incluso duermen, comen y copulan, mientras vuelan, pero
los vencejos no pueden salir volando, sino es desde un punto alto. Es su punto débil,
sus largas alas…—decía. —¡Y su punto fuerte…! —añadía, enfático.
La vivienda está deshabitada, así que pensé que nadie
podría ayudarlo, que aquello podría convertirse en su tumba, en una especie de
cementerio familiar. Estuve un rato mirándolo, sufría por él, buscaba
estrategias para situarse en la barandilla, agitando velozmente las alas con
ayuda del zócalo de las esquinas o auparse en un esfuerzo titánico entre dos
tiestos contiguos, incluso lanzarse a la carrera por el enrasillado, pero la
terraza no es larga y se daba contra la pared de frente sin que consiguiera
alzarse ni un centímetro del suelo. “¿Y si avisara a los bomberos?”. Incomprensiblemente,
lo descarté.
—Son los ángeles del cielo y los inútiles del suelo…
—añadía, sonriendo.
No se rindió nunca hasta caer exhausto junto a su compañera
de vuelo, en la trampa mortal de la terraza del tercero.
Esta mañana he sabido que también él murió ayer en un accidente de aviación junto a su esposa Elisa. A tu memoria, Alfonso.
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