martes, 15 de marzo de 2022

Relato 416

 


                                         Gallinero

Bertrand Russell dijo con brillantez que los gallinos y las gallinas del gallinero no sabrán nunca que la mano que les alimenta un día vendrá para cortarles el cuello.

Hoy en día, el gallinero está amedrentado, que no revuelto. Les han comido la cabeza con óxido de grafeno y ahora gallinos y gallinas ciegos/ciegas quedan radio modulados y teledirigidos por las antenas de telefonía de microondas. Quedan fritos antes de que pongan un huevo o una hueva. Un plan de exterminio macabro de los amos del gallinero.

En este gallinero obedientes gallinos y gallinas ciegos/ciegas siguen las consignas de los creadores de noticias de radios y teles, no importa que sean verdaderas o falsas, les bastan los titulares y que provengan de un experto. Al corral, carente de sentido crítico, le han inducido un feroz miedo a la vida y se traga sin contrastar cualquier información como cierta de los periolistos. Desconoce que éstos también obedecen a su proveedor de cereales.

Hen rock es uno de los amos del gallinero, el que soborna con sabrosos cereales no sólo a los medios de desinformación masivos que controlan el corral (que no se desmadre ninguna ave) sino también a las grandes corporaciones médicas y farmacéuticas (que no se desmadre ninguna ave) y a los organismos oficiales a los que sufraga con generosas donaciones (que no se desmadre ninguna ave) y por supuesto a la clase política de cualquiera ideología que forma y coloca a su gusto para regir los destinos del gallinero (que no se desmadre ninguna ave) ya que todos y todas han de rendir cuentas y pleitesía al verdadero benefactor de los residentes del corral.

No es el dinero el que mueve el mundo sino el ansia de subyugar al otro, el poder. El querer ser Dios, un Dios perverso.

En el gallinero, gallinos y gallinas ciegos y ciegas obedecen sin rechistar al que manda enfundado en cualquiera vestimenta de autoridad, aunque les mande directo al crematorio. (Antaño al tostadero de granos de café).

Y nunca lo sabrán, como bien decía Bertrand Russell.


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