martes, 9 de junio de 2015

Relato 63


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Sigue ocupando el centro de interés de la sala, nada excepcional dada su naturaleza presumida y fanfarrona. Familiares, amigos y acompañantes le rodeamos. Agapito se mantiene sereno con su bigote abultado poblado de canas que le oculta unos labios encabritados. Le han puesto las gafas negras de pasta y va peinado con la raya en el lado izquierdo, seductor como siempre. Viste el traje azul de sus mejores días, impecable, con una corbata a juego de topos grises y amarillos, y permanece inmutablemente muerto dentro de la caja con la tapa a un lado. Hay muchas coronas de flores en su derredor con mensajes de recuerdos entrañables y de gran estima. Entreveo la mía: “a mi amigo del alma GÁPIT, siempre conmigo.” —dice. Éramos más que hermanos, no en vano nos conocíamos desde niños. Era un personaje muy querido y conocido en Sicilia y su muerte nos ha consternado y ha convocado allegados incluso del continente. Nosotros le lloramos, su esposa solloza y trata de consolar a sus dos hijos, apenado y consternado el mayor, mientras el pequeño, de tres, se mantiene revoltoso en brazos de la abuela. En voz baja y lastimera comentamos su irreparable pérdida y sus generosas bondades. Tan joven, —dicen— a sus cuarenta y seis. De la huella del balazo en la cabeza no queda ningún rastro y es obvio que los de la funeraria han hecho un buen trabajo. Estamos todos aparentemente muy afligidos por su inesperada muerte pues lo habían asesinado hacía tan sólo un par de noches en el dormitorio de su casa. Según su esposa a las diez de ese fatal día estaba vivo; habló con él por teléfono —no te preocupes, venid mañana, quedaros, no hace tiempo para viajar— dice que le dijo. Según los forenses la muerte sucedió entre las once y las doce de aquella misma noche. Así que todo fue muy rápido. Investigaciones preliminares sugieren que en el momento de los hechos parece que el interfecto se encontraba en la cama con alguna fulana y ésta le disparó a quemarropa para saldar —dicen— alguna vieja deuda. Encontraron huellas de carmín que se habían limpiado mal en uno de los vasos de la mesita. Agapito era un hombre poderoso con muchos amigos y algún que otro enemigo. Pocos, ciertamente, pues él mismo se había encargado de ir mandando eliminarlos.

         La policía habla de un ajuste de cuentas y en apariencia no está demasiada interesada en hacer más pesquisas.  Desconoce que he sido yo, uno de sus mejores amigos, quien lo ha baleado y espero no lo descubra nunca. Dispongo de una buena coartada. En el momento de su muerte me encontraba con mi mujer en nuestro dormitorio, ella ha testificado a mi favor; más le vale.  No podría confesar que era ella quien estaba con Gápit en la noche de su muerte. Se entendía con él, la muy zorra. Me debe la vida, lo maté por falso, se lo merecía, me faltó a la verdad. Irrumpí en su nido inesperadamente y sin decirle nada le disparé una bala certera entre los ojos y me llevé a mi mujer como coartada, limpiando las huellas. Se burlaba de mí, el muy desgraciado, ella me engañaba, seducida por sus encantos. Así que me salva la vida, salvándosela a ella. Tengo muchos contactos. Era un creído de mala madre, un cerdo que sólo pensaba con la polla, que aún teniendo esposa e hijos se entendía con cualquiera. Mirad, ¡cómo están llorándole a ese miserable adúltero, hipócritas desconsolados! Todos sabíamos que era un mal tipo, alguien despreciable, sin palabra. Me juró solemnemente ante la virgen que con mi mujer no se acostaba, me engañó y entre amigos la palabra es sagrada; no soporto la deslealtad, no he hecho más que poner las cosas en su sitio. Tiré el revólver, un Mágnum del veintidós, en el pozo que conecta con las aguas subterráneas, donde jamás podrán encontrarlo. El muy canalla permanece aquí en medio de esta sala robando nuestra atención y tiempo y le lloriqueamos, pero me compensa, en silencio río por dentro mi venganza. Cuando esto pase, mañana mismo, y lleguen las votaciones me pondrán como nuevo jefe. No son más que negocios. Se lo confieso a ustedes pero si quieren mantenerse vivos, por su bien no me delaten; lo sabría en seguida en la red y les va su vida y la de sus familiares ¡Están advertidos!        

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