martes, 15 de septiembre de 2015

Relato 77

                                 Venecia  (2)            (ver relato 66)

Palomas, Albert, la piazza de san Marcos está llena de palomas, (colombas decimos nosotros), hay tantas como turistas, tantas como en tu plaça Catalunya, muchísimas, pero esta piazza es más pequeña, hace 180x70 metros, la mitad de la tuya, aunque es mucho más hermosa y especial. Musset decía que es el salón más bello de Europa ¿Cuántas plazas conoces tú que se inunden periódicamente como sucede aquí? No hace falta que busques, no hay ninguna. Sabes, Albert, esta piazza de san Marcos es el lugar más bajo de Venecia y cuando el Adriático se enfurece y sube de nivel por las lluvias excesivas, la piazza se inunda y entonces ponemos pasarelas metálicas, muy divertidas, a unos 40 cm., por donde los turistas desfilan con paraguas como hormiguitas llevando trocitos de hoja encima camino del hormiguero, es decir, de la basílica que preside la gran piazza. Venecia se nos hunde, Albert, a razón de 2 Mm. por año, se nos hunde, ven pronto. Ayer (Angelina no pone fechas, nunca, en ninguna de sus postales, esto es un engorro, me molesta, pues, ¿cuándo es ayer? Podría ser el ayer de hace 20 años o el ayer de ayer mismo, incluso un ayer intemporal, en fin, un lío, así es Angelina), ayer, ―dice― me puse en el centro de la piazza, con mi blusa de peonías rosas y la falda que ya conoces, tomé la posición con los ojos cerrados como si estuviera en el corazón del mundo, tenía las manos repletas de vezas, las abrí con cuidado, centenares de colombas me asaltaron, fui extendiendo los brazos lentamente para que no se espantaran, podía sentir el frenético picoteo en los dedos, el fragor del aleteo de sus alas cerca de mi rostro, sentí que estaba en una nube, y empecé a girar sobre mí misma como hacíamos en la plaça Catalunya con mi falda larga, blanca y plisada, ¿te acuerdas? (Claro que me acuerdo, como olvidarlo) Al principio, suave, luego fui acelerando, levantaba mi falda el vuelo, giraba en el centro de la piazza, giraba y giraba como un derviche volador y las colombas se alzaron al igual que mi falda y levanté los brazos y grité con todas las fuerzas como hacía contigo volad, sed libres, volad y se fueron y oí alejarse el retumbo de las alas y poco a poco fui deteniéndome y abriendo los ojos de pura felicidad y entonces me di cuenta que estaba rodeada de turistas que me hacían fotos como si yo fuera un monumento más y me sentí también especial como la piazza, en un oasis de paz en el centro del ruidoso mundo y en derredor seguían haciéndome fotos, cric, cric, cric, todo el rato, sin parar. Y todos se reían al verme sonreír y al fondo la basílica, un buen fondo para una fotografía. Te has preguntado alguna vez, Albert, a dónde van a parar las fotos de los turistas. Viajan por todo el mundo, pueden aparecer en Hong Kong, en Chicago, o en Japón. Hasta puede que alguna de estas fotos, de una muchacha morena girando en alegre carrusel ganara un concurso de fotografía en Kioto, por decir un lugar, la foto de una loca veneciana que da vueltas sobre sí misma con los ojos cerrados y en el cielo a contraluz piélago de colombas contrastando con su falda larga y blanca. Te imaginas que ganara y yo sin enterarme. ¿Te has preguntado, Albert, a dónde van a parar las fotos que nos hacen los turistas? ¿Seguiremos viviendo en alguna parte como sucede en el cine? ¿Viviremos mientras haya alguien que nos mire? Acabo esta postal, estoy sentada en el Florián, tomándome un capuccino, no me cabe más, a pesar de mi letra tan minúscula, continuaré otro día. Seguramente te hablaré del pavimento de esta piazza, me trae recuerdos.  Besos. Ciao! X X   

                  (continuará)                                 

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