martes, 2 de febrero de 2016

Relato 97


                                        Despedida (y 2a. parte)

          ...He de poder leértelo aunque no sé si podré.
        He estado siempre próximo a vosotros en todas las edades, he velado por ti, en especial estos últimos años cuando de mayor paseábamos los martes y los jueves por las calles de tu barrio, para desahogar la situación familiar y ayudar a madre, y te he acompañado en tu vejez, cuando ya no te desenvolvías solo, he seguido muy de cerca tu gradual deterioro por el Alzheimer, acudido al médico infinidad de veces, buscado medicamentos homeopáticos para retrasar su avance, te he estimulado con todo lo que se nos ha ocurrido, hemos jugado a las frases hechas, a buscar las vocales de palabras, hecho puzzles, escuchado música de tu Antonio Machín, dibujado juntos, compartido chistes y reído los chascadillos que con tanta gracia y soltura me contabas divertido y yo anotaba cuidadosamente para no olvidarlos y por encima de todo, padre, he tratado de que fuera más llevadera tu enfermedad y de hacerte feliz la última etapa de tu vida. Y me siento muy satisfecho de estar donde tenía que estar y de haberlo conseguido. 
         Y lo has reconocido, padre, por primera vez en tu vida reconociste en tu vejez que te estaba ayudando, cuando me decías de todo corazón "no sé qué seria de mí sin ti, hijo, gracias, te quiero" y hasta se te escapaba alguna lágrima y se te rompía la voz. Gracias, padre, sé que eras sincero, por fin me he sentido amado y aceptado por ti. Y lo hemos podido celebrar juntos, estos últimos años he descubierto tu hondura humana. Quiero que sepas que lo sé. Estate en paz.
        Y me he sentido dichoso de compartir mi tiempo contigo, padre, tanto cuando aún andabas con dificultad o cuando luego te llevaba en la silla de ruedas, y admiro que siempre pusieras toda tu voluntad en colaborar en lo que te pedía por difícil que te pareciera. Cuando te cansabas nos sentábamos en un banco a hablar de tu pasado de pastelero o en un bar a tomarnos un refresco en la terraza o en invierno un café con leche. Muchas veces compartimos una de esas ensaimadas de crema que tanto nos gustaban o magdalenas de chocolate o  la música con los auriculares de tus boleros amados o del ramito de violetas de Cecilia o de Caravana, la canción con la que conociste a tu mujer hacia setenta y cinco años y que aún te emocionaba sin saber el por qué. Y muchas otras  que escuchábamos juntos grabadas en MP3 ¡Sensacionales, fantásticas —decías tú— no hay nada mejor! Y, compungido, te turbabas y se te quebraba la voz como el niño sentimental que llevabas dentro. Y  por fin, con ochenta muchos, manifestabas tu enorme sensibilidad, la que habías encubierto a lo largo de tu vida. Yo la descubrí, tuviste el detalle, conmigo fuiste claro y transparente, te abriste sin miedo. Gracias, padre, por confiar ahora sí en tu hijo.  
        Y has estado tierno y sensible, padre, en el final de tu vida, un recuerdo imborrable, quiero que lo sepas antes de que te vayas. Y también que me ha conmovido acompañarte en tu vejez, que lo he disfrutado, eres una persona excepcional. Había días que tenía ganas de que llegaran los martes y jueves para verte, pasear juntos y decirte de nuevo que te quería, o escuchártelo decir a ti, y sentir entonces el gozo de compartir mi vida con la tuya como viejos camaradas. Ya lo ves, padre, no eres un estorbo, como a veces dices, por fin nos hemos reconciliado tú y yo completamente, aunque jamás de los jamases hemos estado distantes, siempre te he llevado muy cerca de mi corazón. Estos últimos años hemos sido capaces de superar temores y de expresarnos nuestro mutuo afecto sincero, sin filtros racionales y más tú que por la enfermedad ya no te quedan. Por todo eso y más, Gracias, padre.
        De tus Memorias escritas me he permitido seleccionar un texto para tu esquela. El último, el de tu despedida de los vivos. Y también he fotografiado la caricatura que te hicieron en Monmartre, la que colgaba de tu despacho y que tanto te gustaba. Para que no nos pille el toro, padre, por citar una de tus frases preferidas. Intentaré que la foto esté presente en tu esquela mortuoria y que la ceremonia fúnebre sea un homenaje a ti, padre, donde podamos leer con mis hermanos fragmentos de tus Memorias. Creo que te va a gustar, estoy seguro que no te lo querrás perder. Segurísimo.        
        Además, quiero decirte hoy en este probable adiós definitivo que te he sido siempre fiel, padre, siempre te he excusado, defendido y comprendido ante el mundo entero, que te he querido y te he visto como una persona activa, bloqueada emocionalmente, eso sí, incapaz de dar todo el amor que llevas dentro, seguramente por orgullo o por no haberlo recibido de tus padres. Lo ignoro, ya ni importa, sólo sé que a pesar de todo te quiero, respeto y admiro. Sepas que tienes nuestro más emotivo permiso para irte. Así, que ahora en el momento de nuestra despedida, deseo que continúes despertando esta parte tuya tan viva donde quieras que vayas y ve en paz, padre, tú y yo estamos en paz, te quiero, siempre te he querido y te perdono todo lo que por ignorancia, inconsciencia y de buena o mala fe hiciste conmigo. Te perdono, te acompaño, te respeto y te quiero dondequiera que estés, dondequiera que vayas estarás gratamente en mi corazón. Gracias.                    
                              

PD. Leído a padre hoy, diecisiete de diciembre de 2015. Al día siguiente moría. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario