Despedida (y 2a. parte)
...He de poder leértelo aunque no sé si podré.
He estado siempre próximo a
vosotros en todas las edades, he velado por ti, en especial estos últimos años
cuando de mayor paseábamos los martes y los jueves por las calles de tu barrio,
para desahogar la situación familiar y ayudar a madre, y te he acompañado en tu
vejez, cuando ya no te desenvolvías solo, he seguido muy de cerca tu gradual
deterioro por el Alzheimer, acudido al médico infinidad de veces, buscado
medicamentos homeopáticos para retrasar su avance, te he estimulado con todo lo
que se nos ha ocurrido, hemos jugado a las frases hechas, a buscar las vocales
de palabras, hecho puzzles, escuchado música de tu Antonio Machín, dibujado
juntos, compartido chistes y reído los chascadillos que con tanta gracia y
soltura me contabas divertido y yo anotaba cuidadosamente para no olvidarlos y por
encima de todo, padre, he tratado de que fuera más llevadera tu enfermedad y de
hacerte feliz la última etapa de tu vida. Y me siento muy satisfecho de estar
donde tenía que estar y de haberlo conseguido.
Y lo has reconocido, padre, por primera vez en
tu vida reconociste en tu vejez que te estaba ayudando, cuando me decías de
todo corazón "no sé qué seria de mí sin ti, hijo, gracias, te quiero"
y hasta se te escapaba alguna lágrima y se te rompía la voz. Gracias, padre, sé
que eras sincero, por fin me he sentido amado y aceptado por ti. Y lo hemos podido
celebrar juntos, estos últimos años he descubierto tu hondura humana. Quiero
que sepas que lo sé. Estate en paz.
Y me he sentido dichoso de
compartir mi tiempo contigo, padre, tanto cuando aún andabas con dificultad o
cuando luego te llevaba en la silla de ruedas, y admiro que siempre pusieras
toda tu voluntad en colaborar en lo que te pedía por difícil que te pareciera.
Cuando te cansabas nos sentábamos en un banco a hablar de tu pasado de
pastelero o en un bar a tomarnos un refresco en la terraza o en invierno un café
con leche. Muchas veces compartimos una de esas ensaimadas de crema que tanto
nos gustaban o magdalenas de chocolate o la música con los auriculares de tus boleros
amados o del ramito de violetas
de Cecilia o de Caravana, la canción
con la que conociste a tu mujer hacia setenta y cinco años y que aún te emocionaba sin saber
el por qué. Y muchas otras que
escuchábamos juntos grabadas en MP3 ¡Sensacionales, fantásticas —decías tú— no
hay nada mejor! Y, compungido, te turbabas y se te quebraba la voz como el niño
sentimental que llevabas dentro. Y por
fin, con ochenta muchos, manifestabas tu enorme sensibilidad, la que habías
encubierto a lo largo de tu vida. Yo la descubrí, tuviste el detalle, conmigo
fuiste claro y transparente, te abriste sin miedo. Gracias, padre, por confiar
ahora sí en tu hijo.
Y has estado tierno y sensible,
padre, en el final de tu vida, un recuerdo imborrable, quiero que lo sepas
antes de que te vayas. Y también que me ha conmovido acompañarte en tu vejez,
que lo he disfrutado, eres una persona excepcional. Había días que tenía ganas
de que llegaran los martes y jueves para verte, pasear juntos y decirte de
nuevo que te quería, o escuchártelo decir a ti, y sentir entonces el gozo de
compartir mi vida con la tuya como viejos camaradas. Ya lo ves, padre, no eres
un estorbo, como a veces dices, por fin nos hemos reconciliado tú y yo completamente,
aunque jamás de los jamases hemos estado distantes, siempre te he llevado muy
cerca de mi corazón. Estos últimos años hemos sido capaces de superar temores y
de expresarnos nuestro mutuo afecto sincero, sin filtros racionales y más tú
que por la enfermedad ya no te quedan. Por todo eso y más, Gracias, padre.
De tus Memorias escritas me he
permitido seleccionar un texto para tu esquela. El último, el de tu despedida
de los vivos. Y también he fotografiado la caricatura que te hicieron en
Monmartre, la que colgaba de tu despacho y que tanto te gustaba. Para que no
nos pille el toro, padre, por citar una de tus frases preferidas. Intentaré que
la foto esté presente en tu esquela mortuoria y que la ceremonia fúnebre sea un
homenaje a ti, padre, donde podamos leer con mis hermanos fragmentos de tus Memorias.
Creo que te va a gustar, estoy seguro que no te lo querrás perder. Segurísimo.
Además, quiero decirte hoy en
este probable adiós definitivo que te he sido siempre fiel, padre, siempre te
he excusado, defendido y comprendido ante el mundo entero, que te he querido y te
he visto como una persona activa, bloqueada emocionalmente, eso sí, incapaz de
dar todo el amor que llevas dentro, seguramente por orgullo o por no haberlo
recibido de tus padres. Lo ignoro, ya ni importa, sólo sé que a pesar de todo
te quiero, respeto y admiro. Sepas que tienes nuestro más emotivo permiso para
irte. Así, que ahora en el momento de nuestra despedida, deseo que continúes
despertando esta parte tuya tan viva donde quieras que vayas y ve en paz,
padre, tú y yo estamos en paz, te quiero, siempre te he querido y te perdono
todo lo que por ignorancia, inconsciencia y de buena o mala fe hiciste conmigo.
Te perdono, te acompaño, te respeto y te quiero dondequiera que estés, dondequiera
que vayas estarás gratamente en mi corazón. Gracias.
PD. Leído a padre hoy, diecisiete de diciembre de 2015. Al día siguiente moría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario