martes, 16 de febrero de 2016

Relato 99

                                         Venecia (4)      (Ver relato 88)
Paolo es amigo mío, nada más, lo que hubo entre nosotros, que lo hubo, es agua pasada. Ya sabes como soy, (no, Angelina, no sé cómo eres, lo estoy descubriendo poco a poco y me dan temblores). ¿Por qué he de negarme un capricho? Paolo fue un capricho, sin compromiso y luego cada cual a lo suyo. Lo mío contigo, Albert, (¿pero tenemos algo tú y yo, algo consistente aparte de la semana escasa que compartimos en Barcelona? No sé, creo que Angelina lanza colombas al vuelo muy pronto) Lo mío contigo, Albert ―continua Angelina― es diferente, lo que siento por ti es distinto, es más sincero. (Sincera, ya lo creo, no se anda con tapujos. Su seguridad me asusta un poco bastante, sí, lo reconozco). Te lo digo porque he notado cierto retintín en tus palabras.(No era mi intención, sólo le pregunté por Paolo, por cómo era y por donde andaba, qué susceptible).Ten en cuenta, Albert, que como guía turística recibo muchas proposiciones, pero son casi siempre rollos transitorios, de metacrilato, como yo digo, puro galanteo, tú quieres eso, yo hago que no, pero si me gustas y tú insistes, yo hago que cedo, jugamos al baile de plumas y cortejos y hasta permito que cacareen un rato, me encanta dejarme llevar como si fuera una góndola, él propone, yo acepto, cenamos con luces de velas en cualquier restaurante del Dorsoduro, donde se come mejor y más tranquilo, y nos perdemos por las callejas del  Canalreggio, (el barrio de más ambiente nocturno de Venecia, ya te hablaré cuando andemos esta zona) y alargo la fiesta todo lo que puedo, ―continua Angelina― ese es el juego que me seduce y al final nos vamos o no a la cama, según me apetezca, yo gobierno mi vida, Albert, lo sabes bien. (Angelina juega con los hombres como si fueran Kleenex de usar y tirar, dice que no, pero, ¿lo hará también conmigo? Vaya ragazza que me fui a encontrar en la tienda, quién iba a decírmelo, una ligona de lomo y tomo, tan formalita que parece y yo, vestido de blanco con pantalones a cuadros, en el limbo). Al día siguiente el turista de turno se vuelve a su país y yo a mi laboro, a estrenar la giornata con energías renovadas. Esto que te cuento es muy frecuente en mi profesión, pero no significa nada para mí, ya lo hablamos cuando la fuente. Hablando de fuente, dices que tus papilas olfativas están pendientes que te aclare lo de la presunta mala olor de Venecia, también lo de las mosquitas que te provocan moratones en la piel y que te hable de la fama de los gondoleros caros, ligones y chismosos. Todo a su tiempo, Albert, como tú dirías. Hoy estoy de malas pulgas: una holandesa se ha encarado conmigo hace un rato porque anoche flirteé con su marido, según ella, en realidad nada, un poco de jueguecillo, de copas por Cannareggio y nada más, luego cada cual a su cama, pero no veas la petarda esa, me ha puesto de mal humor. Estoy arrabbiata, Albert, no tengo ganas de escribir más. Otro día te explico lo que preguntas del vaporetto, Besos, Ciao! X X

PD: (Ah, el Spritz no es una tónica, tonto, es una bebida muy típica de aquí, refrescante, un aperitivo que mezcla vino blanco y agua con gas y se suele acompañar con pescado, como el otro día y yo le pongo un poco de menta, como te dije.)                                               (Continuará)                                      

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