Venecia (4) (Ver relato 88)
Paolo es amigo mío, nada más, lo
que hubo entre nosotros, que lo hubo, es agua pasada. Ya sabes como soy, (no,
Angelina, no sé cómo eres, lo estoy descubriendo poco a poco y me dan
temblores). ¿Por qué he de negarme un capricho? Paolo fue un capricho, sin
compromiso y luego cada cual a lo suyo. Lo mío contigo, Albert, (¿pero tenemos
algo tú y yo, algo consistente aparte de la semana escasa que compartimos en
Barcelona? No sé, creo que Angelina lanza colombas al vuelo muy pronto) Lo mío
contigo, Albert ―continua Angelina― es diferente, lo que siento por ti es distinto,
es más sincero. (Sincera, ya lo creo, no se anda con tapujos. Su seguridad me
asusta un poco bastante, sí, lo reconozco). Te lo digo porque he notado cierto
retintín en tus palabras.(No era mi intención, sólo le pregunté por Paolo, por cómo
era y por donde andaba, qué susceptible).Ten en cuenta, Albert, que como guía
turística recibo muchas proposiciones, pero son casi siempre rollos
transitorios, de metacrilato, como yo digo, puro galanteo, tú quieres eso, yo
hago que no, pero si me gustas y tú insistes, yo hago que cedo, jugamos al
baile de plumas y cortejos y hasta permito que cacareen un rato, me encanta
dejarme llevar como si fuera una góndola, él propone, yo acepto, cenamos con
luces de velas en cualquier restaurante del Dorsoduro, donde se come mejor y
más tranquilo, y nos perdemos por las callejas del Canalreggio, (el barrio de más ambiente
nocturno de Venecia, ya te hablaré cuando andemos esta zona) y alargo la fiesta
todo lo que puedo, ―continua Angelina― ese es el juego que me seduce y al final
nos vamos o no a la cama, según me apetezca, yo gobierno mi vida, Albert, lo
sabes bien. (Angelina juega con los hombres como si fueran Kleenex de usar y
tirar, dice que no, pero, ¿lo hará también conmigo? Vaya ragazza que me fui a
encontrar en la tienda, quién iba a decírmelo, una ligona de lomo y tomo, tan
formalita que parece y yo, vestido de blanco con pantalones a cuadros, en el
limbo). Al día siguiente el turista de turno se vuelve a su país y yo a mi
laboro, a estrenar la giornata con energías renovadas. Esto que te cuento es
muy frecuente en mi profesión, pero no significa nada para mí, ya lo hablamos
cuando la fuente. Hablando de fuente, dices que tus papilas olfativas están
pendientes que te aclare lo de la presunta mala olor de Venecia, también lo de
las mosquitas que te provocan moratones en la piel y que te hable de la fama de
los gondoleros caros, ligones y chismosos. Todo a su tiempo, Albert, como tú
dirías. Hoy estoy de malas pulgas: una holandesa se ha encarado conmigo hace un
rato porque anoche flirteé con su marido, según ella, en realidad nada, un poco
de jueguecillo, de copas por Cannareggio y nada más, luego cada cual a su cama,
pero no veas la petarda esa, me ha puesto de mal humor. Estoy arrabbiata,
Albert, no tengo ganas de escribir más. Otro día te explico lo que preguntas del
vaporetto, Besos, Ciao! X X
PD: (Ah, el Spritz no es una
tónica, tonto, es una bebida muy típica de aquí, refrescante, un aperitivo que
mezcla vino blanco y agua con gas y se suele acompañar con pescado, como el
otro día y yo le pongo un poco de menta, como te dije.) (Continuará)
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