martes, 22 de marzo de 2016

Relato 104

                                                       Yo

Soy necesaria. En verano más. Sin mí no podríais vivir. Ni hablar ni beber. Ningún ser vivo podría. Constituyo vuestra boya de alarma flotante que me enciendo cuando el incremento de la osmolaridad plasmática es preocupante para vuestra salud. No os inquietéis por eso, yo me cuido de todo. Acudís a mi llamada multitud de veces a lo largo del día y de la noche. Bebéis mucho y todo tipo de sustancias; es una elección vuestra, la mía consiste sólo en avisaros que me necesitáis. 
          Estoy siempre presente en vuestras celebraciones y en vuestros duelos. Cuando me saciáis me retiro a mi línea de flotación; cuando no, os continuo acuciando; es mi función. En tanto que me atendéis, disfrutáis. Lo veo a menudo. Se os pone la cara oronda de satisfacción, saliváis más, se os abre el apetito y se os suelta la lengua, y conversáis animádamente. Gracias a mí  humedecéis órganos y mucosas, hidratáis vuestra piel y restablecéis vuestras saludes.
        Cuando no me hacéis caso corréis el riesgo de deshidrataros. No sólo vosotros, todo ser vivo. Lo he visto en muchas ocasiones, especialmente entre los humanos. La cara se os enrojece y empezáis a sudar gotas pequeñas como vesículas de varicela. Luego sentís que la boca se os pone pastosa y pensáis que estáis mascando alabastro. Las comisuras os escuecen y se acartonan. Los mismos labios abrasados por el sufrimiento se os hinchan y agrietan con hilillos de sangre seca. Para entonces estáis sin saliva, la poca que os queda se ha vuelto viscosa y amarillenta y de nada os sirve una lengua apergaminada; no hay palabra que fluya.
        Si continuáis negándome la situación se os agrava: podéis desvaneceros. Poco antes, pero, os da por alucinar. Imagináis botellas de agua fresca o de vuestro brebaje preferido cerca, a tocar de los dedos. Presurosos corréis. En vano. Os aumenta la fatiga y el dolor, se os amojaman los músculos, no podéis andar resecos. Luego recordáis los encuentros felices con los seres queridos alrededor de una  mesa repleta de refrescos. Los añoráis. Estos delirios os suelen ayudar un rato, pero pasan.
        Si no atendéis pronto mi demanda, os lo aseguro, podéis morir. Lo he visto muchas veces. Lo veo a cada esquina, en vuestras calles, en todos los desiertos. El agua potable es un bien escaso, poco repartido en el mundo, por lo demás globalizado y en manos de unos cuantos corruptos ávidos de negociar con la vida humana. Caéis desmayados con la lengua fuera, como seres endemoniados, epilépticos, incapaces de hablar, de engullir, de reír y os vais agostando al sol igual que un arroyo seco. A partir de aquí el proceso se activa y se torna vertiginoso: os fallan los riñones, el corazón, la amígdala, las mucosas se agrietan, el pulso se acelera, la tensión arterial disminuye y cuando desaparece, os morís. 
          Sólo entonces, ávida, yo, la sed, descanso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario