Yo
Soy necesaria. En verano más. Sin mí no podríais vivir. Ni hablar ni beber.
Ningún ser vivo podría. Constituyo vuestra boya de alarma flotante que me
enciendo cuando el incremento de la osmolaridad plasmática es preocupante para
vuestra salud. No os inquietéis por eso, yo me cuido de todo. Acudís a mi
llamada multitud de veces a lo largo del día y de la noche. Bebéis mucho y todo
tipo de sustancias; es una elección vuestra, la mía consiste sólo en avisaros
que me necesitáis.
Estoy siempre presente en vuestras celebraciones y en vuestros duelos. Cuando me saciáis me retiro a mi línea de flotación; cuando no, os continuo acuciando; es mi función. En tanto que me atendéis, disfrutáis. Lo veo a menudo. Se os pone la cara oronda de satisfacción, saliváis más, se os abre el apetito y se os suelta la lengua, y conversáis animádamente. Gracias a mí humedecéis órganos y mucosas, hidratáis vuestra piel y restablecéis vuestras saludes.
Estoy siempre presente en vuestras celebraciones y en vuestros duelos. Cuando me saciáis me retiro a mi línea de flotación; cuando no, os continuo acuciando; es mi función. En tanto que me atendéis, disfrutáis. Lo veo a menudo. Se os pone la cara oronda de satisfacción, saliváis más, se os abre el apetito y se os suelta la lengua, y conversáis animádamente. Gracias a mí humedecéis órganos y mucosas, hidratáis vuestra piel y restablecéis vuestras saludes.
Cuando no me hacéis caso
corréis el riesgo de deshidrataros. No sólo vosotros, todo ser vivo. Lo he
visto en muchas ocasiones, especialmente entre los humanos. La cara se os enrojece y
empezáis a sudar gotas pequeñas como vesículas de varicela. Luego sentís que la
boca se os pone pastosa y pensáis que estáis mascando alabastro. Las comisuras
os escuecen y se acartonan. Los mismos labios abrasados por el sufrimiento se
os hinchan y agrietan con hilillos de sangre seca. Para entonces estáis sin saliva,
la poca que os queda se ha vuelto viscosa y amarillenta y de nada os sirve una
lengua apergaminada; no hay palabra que fluya.
Si continuáis negándome la
situación se os agrava: podéis desvaneceros. Poco antes, pero, os da por alucinar.
Imagináis botellas de agua fresca o de vuestro brebaje preferido cerca, a tocar
de los dedos. Presurosos corréis. En vano. Os aumenta la fatiga y el dolor, se
os amojaman los músculos, no podéis andar resecos. Luego recordáis los
encuentros felices con los seres queridos alrededor de una mesa repleta de refrescos. Los añoráis. Estos
delirios os suelen ayudar un rato, pero pasan.
Si no atendéis pronto mi
demanda, os lo aseguro, podéis morir. Lo he visto muchas veces. Lo veo a cada
esquina, en vuestras calles, en todos los desiertos. El agua potable es un bien
escaso, poco repartido en el mundo, por lo demás globalizado y en manos de unos
cuantos corruptos ávidos de negociar con la vida humana. Caéis desmayados con
la lengua fuera, como seres endemoniados, epilépticos, incapaces de hablar, de
engullir, de reír y os vais agostando al sol igual que un arroyo seco. A partir
de aquí el proceso se activa y se torna vertiginoso: os fallan los riñones, el
corazón, la amígdala, las mucosas se agrietan, el pulso se acelera, la tensión arterial
disminuye y cuando desaparece, os morís.
Sólo entonces, ávida, yo, la sed, descanso.
Sólo entonces, ávida, yo, la sed, descanso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario