martes, 7 de junio de 2016

Relato 115

                                        Nietzsche (1)

Subyugas, Friedrich, tu prosa es arrolladora, me resulta perturbador conversar contigo, eres un trueno escribiendo, disparando, no en vano te consideras uno de los mejores escritores en lengua alemana de la Historia. Tanta ferocidad escrita contrasta con tu forma de ser apacible, al parecer eras una persona de trato agradable, de buenas formas, que cuidaba su aspecto y encandilaba a su auditorio. Como filólogo fuiste de los primeros pensadores en levantar sospecha sobre el uso del lenguaje y del razonamiento en filosofía. Despiertas y sacudes el pensar tradicional. Y acabaste loco. En tu afán de ir más allá de todo lo establecido ultrapasaste la cordura. Fue el tributo que pagaste por querer vivir libre como tu superhombre, por tu soberbio espíritu poderoso y vital. Más allá del idealismo, más allá de Dios, del hombre y de la moral, de la objetividad en la ciencia y en las leyes, más allá de lo racional fuiste, Friedrich, un raro idealista que rompiste con todo lo que sustentaba tu época, un revolucionario. Cuestionaste la superioridad de la verdad, que la verdad sea superior a la apariencia —dices— es un prejuicio moral. Desde Sócrates y Platón, Occidente ha repetido el mismo error: buscar la verdad en el mundo suprasensible de las Ideas mientras ha despreciado la vida que tiene palpitando delante suyo. Con Sócrates —afirmas— empezó la mentira, la domesticación del hombre a través de una moral asfixiante, represora de los instintos, donde el papel del pensamiento ha sido servir al poder, serle cómplice adornándolo con un intelectualismo aberrante. Durante siglos los filósofos han tejido telarañas creyendo en el lenguaje, apoyando una ideología de control y consolación, como es el cristianismo, una religión de esclavos, heredero de las Ideas platónicas, que ha contaminado Occidente. Aborreces a Platón y a los que le siguen, amas a los presocráticos, los orígenes, cuando la filosofía aún no estaba infectada por el lenguaje. Afirmas que no se dieron cuenta de que se piensa con palabras, un invento humano apto para comunicar, pero limitado e inútil para pontificar verdades o dictar normas morales. Tú los desenmascaras, el filósofo es un hombre con sus necesidades fisiológicas y no está ajeno a lo que enuncia, no es ni puede ser objetivo, imparcial, contigo la filosofía clásica occidental saltó en mil pedazos. No en vano asegurabas ser pura dinamita y no un hombre. El lenguaje es un instrumento y el hombre, antes que filósofo, está en el mundo y como cualquier otro hombre es una suma de apetitos, instintos y pasiones dominado según dices por un instinto básico: el instinto de la voluntad de poder. Voluntad de poder que entiendes como poderosa voluntad de vida, concediendo a lo vital el nuevo valor supremo que sustituye a las ideas. Llevaste la filosofía del intelecto al cuerpo, de la idea abstracta a la vida concreta, del cielo a la tierra. Aseguras con tu energía habitual que el instinto es la mayor forma de inteligencia descubierta. Tu filosofía, Friedrich, es rompedora, emana de tu existencia, y es instintiva, vitalista, apasionada, hoy, se diría anti-sistema, creo. Y acabaste loco.
        La Vida (la tuya y la de todos) es pura pasión corpórea, lucha, dolor, destrucción, tragedia, irracionalidad, caos, sin orden ni finalidad, antiespiritual, materialista y dominada por el azar. Dionisio es el dios que mejor la representa, el que canta, ríe, goza y se embriaga, el que ama lo bizarro, la brutalidad, el que lucha, el que no conoce límites, el que vive a fondo los placeres de la vida, el que rechaza la muerte y se recrea entusiasmado. La existencia del hombre es enteramente terrenal, no hay otro mundo, el hombre es solamente cuerpo, y el alma una parte de su cuerpo. La virtud es toda pasión que dice sí a la vida y al mundo. Atacar forma parte de mis instintos —aseguras— y el cristianismo es el enemigo a batir, representa lo apolíneo, el orden establecido. Se basa en una moral que va contra la vida por cuanto que reafirma como valores la bondad, el desinterés, la renuncia, la abnegación y el sacrificio. Pamplinas, —dices— hay demasiado azúcar en eso de "por los otros". Los puros de corazón son hombres resentidos, educados en una moral para esclavos que empobrece la energía vital ya que la religión saca provecho del sufrimiento. Y leyéndote a veces me pregunto, en especial después del Zaratustra si, ¿no serás tú también un hombre resentido con una sociedad a la que consideras estúpida y ciega sometida a ideas falsas por antinaturales sobre la que descargas agresivamente tu ira y a la que tratas de iluminar con una evidencia que para ti resulta obvia? ¿No estará ahí la causa de tu desespero final? No lo sabremos. ¿De verdad te crees que el hombre (el género humano) hace las cosas sin finalidad? No me lo creo. 
        No te tiembla la voz al afirmar que el hombre bueno existe solamente porque no quiere ver de qué está hecha la realidad, que es ciego y conformista. La iglesia ha convertido al hombre en un ser dócil, enfermizo y mediocre, ha adormecido el animal salvaje que es como todas una moral represora. Donde se predica la compasión se predica el autodesprecio —insistes— todo lo religioso empobrece al hombre, lo anula, presupone que el hombre no sabe ni puede saber, que debe creer en Dios y listo. Dices que no hay una moral universal, por lo tanto la moral no es desinteresada, está al servicio del poder temporal. Es un mazazo. Te lo cargas todo, y reconozco que en muchos aspectos estás en lo cierto, apabullas. Puede que —aventuro— el hecho del darse cuenta ayude a mitigar el sometimiento de unos hombres por otros, o puede que solo sea una huida mía, una cobardía. La moral cristiana, incluyendo la católica y la protestante es —aseveras— una imposición como cualquier otra y depende totalmente de la fe en Dios. Si se le quita la fe, ¿qué queda? Nada, la muerte de Dios, el nihilismo. Dios ha muerto —dices— cuidado no venga nadie a ocupar su sitio. Sin Dios, el hombre es libre. Aunque añadiste: temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática. 
        La muerte de Dios nos afecta a todos, no es la postura de un ateo. El nihilista niega a Dios, niega una verdad moral universal y niega una ética universal. El nihilismo niega toda creencia, todo principio religioso, político y social. Extremadamente radical para mi gusto. Algo habrá que nos permita convivir como humanos y superar las diferencias en paz. Algo que podamos pactar o eso, ¿es idealismo? Visto lo visto hoy, seguramente. La Humanidad se queda así para ti sin la idea suprema de justicia/amor, aterrizas el hombre a la tierra y como nihilista vives, sientes y actúas libremente pero ajeno a los valores corruptos que según tú sostienen la sociedad modernista en la que te mueves. Lo descalificas casi todo, Friedrich. Y acabaste loco.  (Continuará)


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