Señor
En cierta ocasión un hombre, que desconoce ser prototipo de buen mediocre,
se propuso alcanzar la luna con los dedos y, una noche fría, obcecado, siguió y
persiguió el reflejo húmedo de la luna mientras rebotaba por la superficie del
río y, como huía, se adentró en el agua y se mojó y siguió hasta cruzar el río
y recaer empapado en el otro lado, donde el cementerio, donde olía a musgo, a tierra
mojada, a cansancio y se sentó donde la luz de la luna llena le condujo: encima
de la tumba de su ancestro masculino y allí se quedó ensimismado ante la noche,
las estrellas, la luna llena.
Al cabo de un rato se dio cuenta de que estaba
tiritando de frío, de pesar y miedo, y sólo se le vino a la cabeza preguntar en
voz alta: señor, ¿qué tal se está de frío y de abatido en el otro lado? Como no
obtenía respuesta repitió, obcecado, la misma pregunta varias veces seguidas,
cada vez con un tono de voz más alto, más triste y agresivo, hasta incluso
lloró buscando forzar una respuesta de su padre, pero desgraciadamente el
difunto no le contestó, como si no estuviera ni en la luna llena ni en el
sepulcro ni en ningún sitio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario