Metamorfosis
Mira hacia atrás, hacia su cola y observa incrédula cómo se le desprende la
piel muerta, no podrida, sólo seca, acartonada, se le deshilacha a tiras y deja
al descubierto no sin dolor una cutícula tierna, aceitosa, brillante que batea oculta
como lagartija esquiva a cada bombeo del corazón. Es el principio del cambio, no
me sirve el viejo carcamán que he llevado hasta ahora, me ha ido regular, ¡fuera!,
no vale para mañana, algo extraño sucede, me doy cuenta, está gastado,
desgastado por errores y aciertos, sobretodo por esa pertinaz manía humana de vivir
inconscientemente. Ha sido duro, alienante, tanto tiempo alienada, buscando en
vano, alejada del centro del océano, ha empezado a liberarse, ahora mismo lo ve
claro, está completamente aterrorizada.
Y contempla cómo se le
desprende a gajos el viejo traje de marinerita, paso a paso corta lías a partes
iguales entre sueños, frustraciones y anhelos, trompicones amargos y certeros.
Una vez más y para que se cumpla la promesa original la maltrecha nave se
abandona a su destino y naufraga en lo visible, harta de navegar contra vientos
cambiantes de dentro y de fuera, la noche se adueña de lo vivo, de lo muerto,
la desesperanza lo llena todo.
Justo antes de que se mirara la
cola y lo diera todo por inútil aparece la metamorfosis y la piel se trocea a jirones,
y tiembla, las defensas caen y llora, está desnuda. Desnuda por primera vez.
Por primera vez se ve a sí misma y al mundo tal cual. Algo, del fondo de los
tiempos reaparece, y el ser infinito que lo alberga todo, también la alberga a
ella y la llena de paz y alegría, y le susurra: confía en ti, en nosotros, sobretodo
confía, amiga, todo está bien, todo.
Resuena amable esa voz delicada y eterna,
antes no la oía, apagada por el zumbido de los pensamientos, le ayuda a desembarazarse
del cascarón a la deriva, cautivo de años pasados, de sinsentidos, de peso ajeno.
Todo necesario, nada se pierde en la naturaleza. Embrionario, este nuevo ser,
balbuceante, tal vez prematuro, el tiempo lo dirá, de piel delicada, frágil,
blanquecina, blanda, húmeda, rezuma inocencia, babea vapores inseguros, emerge
vacilante una epidermis y se va la correosa armadura, a cada contracción algo
viejo se curva, agrieta, palidece y desaparece. Las cicatrices se convierten en
arrugas para la nueva singladura.
Todas las experiencias vividas
culminan en un hundimiento, en uno como éste, preparadas desde eones para
llevarnos al encuentro de uno mismo, al heroico gesto por el que han de sobrepasar
todos los seres vivos: cerrar una etapa para poder abrir otra, la muerte y la
vida van de la mano como en toda mutación que se precie, como siempre, como
ahora.
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