martes, 24 de enero de 2017

Relato 148

                                        Metamorfosis

Mira hacia atrás, hacia su cola y observa incrédula cómo se le desprende la piel muerta, no podrida, sólo seca, acartonada, se le deshilacha a tiras y deja al descubierto no sin dolor una cutícula tierna, aceitosa, brillante que batea oculta como lagartija esquiva a cada bombeo del corazón. Es el principio del cambio, no me sirve el viejo carcamán que he llevado hasta ahora, me ha ido regular, ¡fuera!, no vale para mañana, algo extraño sucede, me doy cuenta, está gastado, desgastado por errores y aciertos, sobretodo por esa pertinaz manía humana de vivir inconscientemente. Ha sido duro, alienante, tanto tiempo alienada, buscando en vano, alejada del centro del océano, ha empezado a liberarse, ahora mismo lo ve claro, está completamente aterrorizada.
        Y contempla cómo se le desprende a gajos el viejo traje de marinerita, paso a paso corta lías a partes iguales entre sueños, frustraciones y anhelos, trompicones amargos y certeros. Una vez más y para que se cumpla la promesa original la maltrecha nave se abandona a su destino y naufraga en lo visible, harta de navegar contra vientos cambiantes de dentro y de fuera, la noche se adueña de lo vivo, de lo muerto, la desesperanza lo llena todo.
        Justo antes de que se mirara la cola y lo diera todo por inútil aparece la metamorfosis y la piel se trocea a jirones, y tiembla, las defensas caen y llora, está desnuda. Desnuda por primera vez. Por primera vez se ve a sí misma y al mundo tal cual. Algo, del fondo de los tiempos reaparece, y el ser infinito que lo alberga todo, también la alberga a ella y la llena de paz y alegría, y le susurra: confía en ti, en nosotros, sobretodo confía, amiga, todo está bien, todo.
         Resuena amable esa voz delicada y eterna, antes no la oía, apagada por el zumbido de los pensamientos, le ayuda a desembarazarse del cascarón a la deriva, cautivo de años pasados, de sinsentidos, de peso ajeno. Todo necesario, nada se pierde en la naturaleza. Embrionario, este nuevo ser, balbuceante, tal vez prematuro, el tiempo lo dirá, de piel delicada, frágil, blanquecina, blanda, húmeda, rezuma inocencia, babea vapores inseguros, emerge vacilante una epidermis y se va la correosa armadura, a cada contracción algo viejo se curva, agrieta, palidece y desaparece. Las cicatrices se convierten en arrugas para la nueva singladura.

        Todas las experiencias vividas culminan en un hundimiento, en uno como éste, preparadas desde eones para llevarnos al encuentro de uno mismo, al heroico gesto por el que han de sobrepasar todos los seres vivos: cerrar una etapa para poder abrir otra, la muerte y la vida van de la mano como en toda mutación que se precie, como siempre, como ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario