martes, 15 de agosto de 2017

Relato 177

                                          Venecia(11)  (ver relato 166)
 Hoy me siento guerrera, hoy voy a romper algunos mitos de Venecia. Aquí, a diferencia de tu Barcelona, (eso era antes, querida) el volumen de turistas se está haciendo insostenible, casi insoportable y las relaciones fluyen rápido, pasan raudas, y son como yo digo de metacrilato, de plástico transparente pues Venecia es sólo un gran escaparate donde se venden quimeras y sueños. Ten en cuenta que por aquí pasan más de doce millones de turistas cada año y los residentes no llegamos a sesenta mil. Hay un contador digital en la farmacia Morelli en el Campo San Bartomeo (Campo es tu plaça y la farmacia Morelli figura a la izquierda de la foto de la postal) que recuerda a los transeúntes la larga hemorragia de Venecia. Esta mañana he pasado por allí y la cuenta era de 58.855 habitantes. (De nuevo, Angelina, es desesperante, esta mañana, cuando es esta mañana). Venecia —continua— desaparecerá pronto del mapa, se quedará sin venecianos. Ya no queremos vivir aquí, infectados de ratas, olores, humedades y sofocante calor en verano. Nos perjudica la salud. Queremos tener el coche aparcado en la calle, delante de nuestras casas como todo el mundo y no en los inmensos aparcamientos de la piazza di Roma, a las afueras de Venecia. El jaleo es permanente, noche y día, todos los días del año, la paz es imposible, tu amada paz, a pesar de que no hay tráfico rodado en Venecia ni siquiera bicis, el ruido se transmite por el agua a todas las casas, alucinante, como te dije. Venecia no es la sereníssima que venden los anuncios. La horda de pisadores que vienen a diario están hundiendo la isla, quieren verlo todo lo más rápido posible, vienen programados, van en cadena como los embutidos y no pueden imaginar, fascinados por el embrujo de la seductora Venecia el daño que están causando a los edificios y al equilibrio ecológico. La explotación económica aquí es tan brutal que provocan sin saberlo la huída de los venecianos y el hundimiento de la ciudad. Venecia corre el peligro de desaparecer, insisto, Albert. Desde 1.900 se ha hundido veintitrés centímetros, un palmo de los míos, y los depósitos de algas y musgo infectos corroen los cimientos. Y las lanchas, que pasan a tutto vapore, provocando olas que golpean los basamentos de la ciudad, y agravan aún más la situación. Para aliviar este problema, el gobierno italiano aplica el proyecto "Moisés": un sistema de diques que tratan de controlar las mareas y la entrada de agua en la laguna, pero es paliativo, sólo para retrasar la catástrofe, la naturaleza sigue su curso impepinable. Sin Venecia me vendré a vivir contigo a Barcelona. ¿Qué te parece? (Otra catástrofe, qué me va a parecer, pero eso no se lo diré, de momento) Ya ves, hoy tengo un mal día. Pero no quiero ponerme triste otra vez, Venecia no se lo merece, ni yo ni tú ni Aznavour (creo que aún canta). A ver si te hablo de la Basílica, la joya de la corona, que siempre me despisto. ¿O eres tú quien me haces despistar desde la distancia? (Sí, claro, por telepatía, la tengo en la cabeza todo el tiempo, no te digo. Todo el tiempo no, claro, pero sí que espero sus postales con ilusión como un adolescente, pero eso no se lo diré).  ¡Uf! qué tarde, seré menos pesada otra vez,  Besos, Ciao! X X   
PD: de las fotos del carrete, ¿qué?                          
   (Continuará...)

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