martes, 26 de diciembre de 2017

Relato 196

                         Navidad
       
        —Sorprendente lo que le pasó a mi sobrina Ariadna...
        —Lo que no le suceda a ella...
        —Nos lo contó ayer, en Navidad, en la mesa, en los entrantes...
        —Como aperitivo, típico de ella, no puede contenerse...
        —No se puede ser tan guapa...
        —Ni presumida...
        —Es que hizo de modelo para una firma famosa...
        —Cuerpo e inteligencia, dos en uno, así es Ariadna...
        —Una vez la siguió un perturbado, yo estaba...
        —¿Ah sí? ¿Cuándo?
        —Ayer hizo un año...
        —El mundo está lleno de locos...
        —No tan loco, un tipo peligroso...
        —¿Peligroso?
        —La esperaba delante de su casa y la seguía...
        —¿Qué dices?
        —De cuando en cuando se le acercaba y le decía si quería irse con él...
        —¡Ostras!
        —Estaba asustada, le daba miedo salir...
        —Figúrate...
        —Yo es que me muero...
        —Y ella no comentaba nada en casa...
        —Pobre chiquilla...
        —Es que su padre...
        —Yo le doy con el bolso...
        —Y yo me pongo a gritar en medio de la calle...¡Policía, policía!
        —!Como mínimo...! Y eso no se puede denunciar...
        —Se supone que sí...
        —Andar por la calle no está aún penado, que yo sepa...
        —Pero que te sigan, mosquea...
        —Nos lo dijo en los postres, muy atemorizada, miraba por la ventana...
        —Pobre criatura...
        —¡Ostras!
        —Me asomé...
        —¿Le viste?
        —Ahí estaba, apoyado en una farola delante de su casa, esperándola...
        —¡Qué sinvergüenza! ¿Cómo era?
        —Unos cuarenta años, delgado, piel morena, con boina.
        —¡Qué miedo! ¡Qué te estén esperando...!
        —Llevaba semanas...
        —¡Ostras!
        —Esa noche la acompañamos, era la Navidad de hace un año.
        —¿Y?
        —Empezó también a seguirnos...
        —A todos vosotros?
        —Sí, a todos, como si nada...
        —¿Y qué hicisteis?
        —Yo me giré ostensiblemente y me lo quedé mirando...
        —¿Y?
        —Disimuló, pasó por nuestro lado como si no nos viera...
        —¿Y tú?
        —Me encaré, me temblaban las piernas...
        —¿Qué le dijiste?
        —Que se olvidara de mi sobrina, que sabía donde vivía e iría a por él...
        —¿Y lo sabías?
        —Me tiré un farol, ¡qué voy a saber!
        —¿Y qué contestó?
        —Hizo como si no me entendiera, siguió andando con pasos lentos...
        —¿Y?
        —Hubiera ido a por él, pero mi sobrina me dijo que no lo complicara...
        —Mejor, no te ibas a poner a su nivel...
        —Hiciste bien, no sabes con qué te puedes encontrar...
        —Al final, acaba recibiendo quien de buena fe se pone en medio...
        —Pensé, mejor actúa con astucia y me adelanté...
        —¿Y si hubiera sacado una navaja?
        —No le perdía ojo por el rabillo, eran las ocho de la tarda, la calle llena...
        —¿Y?
        —Cuando le rebasé, me giré y le hice una foto con el móvil...
        —¡Qué bueno!
        —Se quedó aturdido, no se lo esperaba, entonces desapareció...
        —Lo de la foto fue una buena ocurrencia...
        —Sí, aún me temblaban las piernas...
        —No me extraña, a mí me tiemblan ahora...
        —¿Y sirvió de algo?
        —Se asustó, dejó de seguirla, no lo vio más...
        —Lo debería encontrar a faltar...
        —Al principio sospechaba de todos, buscaba en cada esquina...
        —No se puede ser tan guapa...
        —Colgó su foto en Facebook...
        —Un buen recurso...¿Le conocían?
        —En seguida supo de él, era un proxeneta...
        —¿Qué dices?
        —Lo que oís.
        —Mosquea.
        —Pondría en alerta a la comunidad...
        —Hicieron un grupo de seguimiento por WhatsApp...
        —Los jóvenes son muy buenos en organizarse...
        —Subieron muchas fotos... el tipo salía desde todos los ángulos...
        —¿Lo denunciaron?
        —Sí, los Mossos le detuvieron por acoso...Le abrieron expediente...
        —¿Igual estaba fichado...?
        —Reclutaba bellezas para un mafioso de un bar cercano a casa de Ari...
        —¿Qué dices?
        —Lo que oyes. El local lo clausuraron por trata de blancas... Ayer seguía cerrado...
        —No se puede ser tan guapa...
        —Arma de mujer... Eso abre muchas puertas...
        —También encasilla...
        —Tiene más ventajas que inconvenientes...
        —El trabajo le va que ni pintado...
        —¿De qué trabaja ahora?
        —Montó una boutique de ropa de hombres... De ropa cara...
        —¿Qué dices?
        —¿No lo sabías? Pues le va de fábula...
        —¿Ah, sí?
        —Tiene clientes ricos, rusos y del Éste...
        —¿Ostras!
        —Al parecer se dejan cantidad de pasta...
        —Mucho petróleo y mucha mafia...
        —¡Y que lo digas!
        —Los enamora con sus grandes ojos y su aire inocente...
        —Más de uno le ha hecho propuestas deshonestas...Ella siempre dice no.
        —A los hombres les van este tipo de mujeres...
        —Y si tienen veintiún años, mejor, tú dirás...
        —Veintidós, son veintidós.
        —No se puede ser tan guapa...
        —Ni presumida...
        —Ni inteligente...
        —Dejadme que os explique...
        —¿El qué?
        —Lo que le pasó a Ariadna en la boutique... ayer me lo contó...
        —¡Ah sí!, cuenta, cuenta...

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