Biopsia
Detesto hablar de
mí, como le sucede a la mayoría de personas inteligentes que conozco, pero si esto les suena demasiado
arrogante, borren por favor lo de inteligente, tampoco se notará, se lo
aseguro. Como esta biopsia de encargo versa sobre quien esto escribe permítanme usar
el escalpelo con cuidado, sin sangre, nada de derramamientos ni mancharse, que
no se trata de hacer un escarnio y caernos todos desmayados.
Aquí donde me ven, así de calvo y con
gafas de pasta, les puede asegurar mi madre que cuando me trajo al mundo en el
Tánger del exilio de 1953 vine con cabello y sin gafas, aunque les sorprenda y es muy razonable que no llevara
gafas pues aún no se habían puesto de moda (las de pasta). Eso del exilio nos
hermana a ustedes y a mí, no es cierto, extraterrestres lo somos todos, no
trataríamos a la Tierra como la tratamos si fuéramos terrestres.
¿Exiliado por razones políticas? No, bien,
bien, por razones profesionales es más exacto. A mi padre le ofrecieron
encargarse de montar un negocio de dulces "de alto nivel" y como
tenía ganas de vivir aventuras allá que nos fuimos los tres, yo en la barriga
de mami, claro. Aún me embriaga hoy el aroma de los pasteles, los olí desde
dentro de la panza y desde fuera durante mucho tiempo, hasta que pasados diez
años el presunto próspero negocio de alta categoría se fue a pique y regresamos
a Barcelona, con las manos vacías, pero con olor a dulce, que lo hace obviamente
más llevadero.
A pesar de su penosa experiencia, padres
quisieron por alguna razón que desconozco que me formara en el oficio y fuera
un maestro pastelero y para no discutir ni hacer sangre que como ustedes saben
aborrezco, me formé, ¡qué remedio!, en el oficio del mantecado.
Sólo que uno tenía otras inquietudes más
banales como leer, escribir, jugar al ajedrez o hasta estudiar Medicina,
Física, incluso Filosofía, tonterías del niño, decían los papis que lo sabían
todo, no ves que esto no sirve para nada. Aquí (refiriéndose a la pastelería) tienes
de qué comer, lo otro son quimeras. Además para rematar el argumento aducían: donde
vas a ir de médico, tú, zurdo, por el mundo operando, no ves que te
confundirías de lado.
Consideré que seguramente tendrían razón, así
que descarté Medicina y me metí en Físicas, qué gran momento, cuánta gente
inteligente, si queréis conocer gente inteligente iros a Físicas, allí están
todos pasados de rosca, eso sí las chicas, las recuerdo perfectamente tenían
unos físicos de extravío, y claro, entre que trabajaba de pastelero por la
mañana, y estudiaba el físico de las alumnas por las tardes me descarríe del
todo y acabé ya perdidamente loco recayendo en Filosofía donde ya sin solución
alguna me licencié en 1978. Incluso he vivido de la filosofía, por quimérico
que les pareciera a padres, (y hasta a mí) y aunque crean que es mentira somos
legiones los que vivimos sin pudor de lo que enseñamos.
¿Qué más les puedo contar? He leído
mucha filosofía, más que nada porque lo recomiendan para tomarse la vida como
los dioses mandan, pero, en fin, a día de hoy sigo bastante desconcertado de
qué va todo este tinglado. Así que sigo escribiendo para descubrirlo, como
quien levanta tapas de alcantarilla para ver los nervios del inconsciente. Con
todo, gracias a la racionalidad de la filosofía descubrí hace tiempo el rol fundamental
de las emociones en el comportamiento humano, inesperado hallazgo por un camino
tortuoso.
Me casé hace poco, para legalizar relaciones
de hecho, con una mujer Física de un físico que sigue siendo imponente y de una
ternura que electriza, y hasta hemos tenido un par de hijos sin necesidad de
probeta. El mayor quiere ser filósofo pero le recomiendo se haga médico ni que
sea zurdo y la menor se está aficionando a la pastelería, desborda ideas
creativas acerca de las virtudes de la biopsia en la fermentación de la masa en
su punto crítico o algo así...
¿Quién dijo que el mundo no es un pañuelo
redondo?
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