martes, 12 de febrero de 2019

Relato 255


                                       Biopsia

Detesto hablar de mí, como le sucede a la mayoría de personas inteligentes  que conozco, pero si esto les suena demasiado arrogante, borren por favor lo de inteligente, tampoco se notará, se lo aseguro. Como esta biopsia de encargo versa sobre quien esto escribe permítanme usar el escalpelo con cuidado, sin sangre, nada de derramamientos ni mancharse, que no se trata de hacer un escarnio y caernos todos desmayados.
        Aquí donde me ven, así de calvo y con gafas de pasta, les puede asegurar mi madre que cuando me trajo al mundo en el Tánger del exilio de 1953 vine con cabello y sin gafas, aunque les  sorprenda y es muy razonable que no llevara gafas pues aún no se habían puesto de moda (las de pasta). Eso del exilio nos hermana a ustedes y a mí, no es cierto, extraterrestres lo somos todos, no trataríamos a la Tierra como la tratamos si fuéramos terrestres.     
         ¿Exiliado por razones políticas? No, bien, bien, por razones profesionales es más exacto. A mi padre le ofrecieron encargarse de montar un negocio de dulces "de alto nivel" y como tenía ganas de vivir aventuras allá que nos fuimos los tres, yo en la barriga de mami, claro. Aún me embriaga hoy el aroma de los pasteles, los olí desde dentro de la panza y desde fuera durante mucho tiempo, hasta que pasados diez años el presunto próspero negocio de alta categoría se fue a pique y regresamos a Barcelona, con las manos vacías, pero con olor a dulce, que lo hace obviamente más llevadero.
        A pesar de su penosa experiencia, padres quisieron por alguna razón que desconozco que me formara en el oficio y fuera un maestro pastelero y para no discutir ni hacer sangre que como ustedes saben aborrezco, me formé, ¡qué remedio!, en el oficio del mantecado.
        Sólo que uno tenía otras inquietudes más banales como leer, escribir, jugar al ajedrez o hasta estudiar Medicina, Física, incluso Filosofía, tonterías del niño, decían los papis que lo sabían todo, no ves que esto no sirve para nada. Aquí (refiriéndose a la pastelería) tienes de qué comer, lo otro son quimeras. Además para rematar el argumento aducían: donde vas a ir de médico, tú, zurdo, por el mundo operando, no ves que te confundirías de lado.
         Consideré que seguramente tendrían razón, así que descarté Medicina y me metí en Físicas, qué gran momento, cuánta gente inteligente, si queréis conocer gente inteligente iros a Físicas, allí están todos pasados de rosca, eso sí las chicas, las recuerdo perfectamente tenían unos físicos de extravío, y claro, entre que trabajaba de pastelero por la mañana, y estudiaba el físico de las alumnas por las tardes me descarríe del todo y acabé ya perdidamente loco recayendo en Filosofía donde ya sin solución alguna me licencié en 1978. Incluso he vivido de la filosofía, por quimérico que les pareciera a padres, (y hasta a mí) y aunque crean que es mentira somos legiones los que vivimos sin pudor de lo que enseñamos.
        ¿Qué más les puedo contar? He leído mucha filosofía, más que nada porque lo recomiendan para tomarse la vida como los dioses mandan, pero, en fin, a día de hoy sigo bastante desconcertado de qué va todo este tinglado. Así que sigo escribiendo para descubrirlo, como quien levanta tapas de alcantarilla para ver los nervios del inconsciente. Con todo, gracias a la racionalidad de la filosofía descubrí hace tiempo el rol fundamental de las emociones en el comportamiento humano, inesperado hallazgo por un camino tortuoso.
         Me casé hace poco, para legalizar relaciones de hecho, con una mujer Física de un físico que sigue siendo imponente y de una ternura que electriza, y hasta hemos tenido un par de hijos sin necesidad de probeta. El mayor quiere ser filósofo pero le recomiendo se haga médico ni que sea zurdo y la menor se está aficionando a la pastelería, desborda ideas creativas acerca de las virtudes de la biopsia en la fermentación de la masa en su punto crítico o algo así...
         ¿Quién dijo que el mundo no es un pañuelo redondo?   

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