Terquedad
Tras el fallecimiento de su esposo, terco donde los hubiera, Lucía esperó
algo más de los dos años preceptivos para morirse a fin de tener sitio en la
misma sepultura. Sin embargo, sus hijos y seguramente ella se llevaron una
sorpresa mayúscula cuando al ir a ser enterrada descubrieron consternados que
su padre y esposo respectivos seguía igual que el día de su fallecimiento,
incorrupto. En vistas de su insistencia, optaron por incinerarlo. Obviamente, carecía
de sentido haber esperado algo más de dos años en vano.
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