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—Loca, me dicen, ¿usted se cree?, loca
porque veo lo invisible. ¿Qué puede hacer yo, si nací así, medio bruja? Me
sucede desde pequeña, lo que me sorprende es que no le pase a usted,
francamente. Para mí es normal, me he acostumbrado a esta doble vida, trato a
los visibles como hace usted y a los invisibles que les acompañan. A veces no
sé a quien he de hacer más caso si al visible o al invisible, es un jaleo para
mí, se lo aseguro y me pierdo en la conversación, por eso me dicen loca, pero
no lo estoy, al contrario, nací con este don o desgracia: el de ver los dos
lados del espejo al mismo tiempo. Es una experiencia vital que nadie ni usted
puede desmentírmela.
—Bien, bien, Carmena, no se enfade ni se
disguste, estamos aquí para resolver
este conflicto. Eso que le sucede a usted es más habitual de lo que se suele admitir, se
lo aseguro. No es mi especialidad pero la Física actual reconoce que las leyes
científicas que rigen el universo son muy pobres y limitadas, que se refieren
exclusivamente al universo visible y éste representa, Carmena, y quédese con
este dato, sólo el cuatro por ciento de la materia perceptible mientras que el
noventa y seis del universo restante es materia y energía oscuras, invisible
para nosotros y la ciencia. Han demostrado que el comportamiento real de la
materia visible no se puede entender sin la necesaria existencia de la materia
y energía oscuras que son como le digo invisibles a nuestros medios ópticos y
que, además, gobiernan este universo visible. No se ven porque según los
expertos: la luz queda absorbida por la energía oscura. Y no tratamos a los
físicos de locos, ¿verdad, Carmena?
—No,
claro, pero tampoco ellos se ven obligados a ir al psiquiatra.
—No dé las cosas por seguras, se lo
aseguro, Carmena, no las dé, por muy obvias que parezcan. Lo obvio no es
demasiado común, todo puede ser sopesado y ser objeto de sospecha. Pero no nos
desviemos del tema, prosiga.
—Doctor, no se vaya ya, por favor, doctor,
no desaparezca.
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